Vol. 25, núm. 6 noviembre-diciembre 2024

Advertencia a los cuentos de advertencia

Silvia Zenteno Cita

Resumen

En este ensayo se tratan los cuentos de advertencia, que son de los primeros relatos de la literatura infantil. Originalmente, éstos surgen para impartir valores, prohibir y señalar las posibles consecuencias de las transgresiones. En este texto exploramos su evolución: cómo han cambiado sus características y funciones, empezando por alertar ante un peligro, pasando por educar y entretener, hasta burlarse de ellos mismos, con diversas características, como la ironía y el absurdo.
Palabras clave: cuentos de advertencia, literatura infantil, ironía, absurdo.

Warning to cautionary tales

Abstract

This essay discusses cautionary tales, which are some of the first stories in children’s literature. Originally, they arise to impart values, prohibit and point out the possible consequences of transgressions. In this text we explore their evolution, how their characteristics and functions have changed, starting from warning of danger, to educating and entertaining, to making fun of themselves, with various characteristics, such as irony and nonsense.
Keywords: cautionary tales, children’s literature, irony, nonsense.


Había una vez…

Desde sus inicios, hace más de tres siglos, hasta el día de hoy, ha sido todo un reto precisar lo que es la literatura para niños, o lo que debería ser. Incluso la misma definición de lo que son los niños o lo que deberían ser es polémica. ¿Son los libros una lección que se debe aprender o un escape de la realidad? ¿Son un objeto que nos hace desarrollar empatía o un espejo a través del cual nos vemos?

Los propios cuentos de hadas, de lo primero que surgió en literatura infantil, son algo que casi todo el mundo conoce, y aun así hay tantas definiciones de ellos como personas a las que les preguntemos. Y es que, al haber sobrevivido por tanto tiempo, han tenido espacio para cambiar y evolucionar, al igual que el resto de la literatura infantil. La tan conocida Caperucita Roja, por ejemplo, en lugar de ser rescatada de la panza del lobo por un leñador, como nos cuentan los hermanos Grimm, era devorada de manera permanente según Charles Perrault, versión en la que además se agrega una nota de advertencia al final, acerca de los “lobos” que no lo parecen, pero que igual persiguen jovencitas para “cenárselas” (Perrault, 1697).

Es precisamente ese modelo de cuentos, que advierten acerca de los peligros, los que formaron parte de las primeras historias creadas específicamente para niños. Estos relatos impartían los valores de las sociedades en las que existían, más a menudo a través del miedo, al establecer una prohibición, una trasgresión y una desagradable consecuencia contada en vasto y espeluznante detalle.

Advirtiendo lo inadvertido

En sus inicios, en el siglo xvii, escribir para niños surgió como una necesidad de los puritanos de inculcar dogmas mediante la lectura, con frecuencia enfocados en la preparación moral para su muerte, ya que se buscaba purgarlos de la malicia innata que venía del pecado original, para evitar que cayeran en el infierno (Bingham y Schott, 1980).

Así, estas historias con ejemplos siniestros mostraban a niños cometiendo errores y pagando las consecuencias, a menudo fatales, con el objeto de asustarlos para que obedecieran y dejaran de pecar. En “La triste historia de la niña desobediente”, Martha Sherwood nos describe gráficamente cómo la vanidosa Augusta Noble muere “en total agonía”, dando “horripilantes gritos”, cuando, al mirarse en el espejo a pesar de la advertencia de sus padres, se prende fuego con la vela que sostenía para admirar su reflejo. Este cuento forma parte de La historia de la familia Fairchild (unión de las palabras “bueno” y “niño” en inglés), publicado en tres volúmenes en el siglo xix (Sherwood, 1818-1847).

Lo anterior nos habla de la perdurabilidad de la tradición de los cuentos de advertencia en la literatura infantil. Tan sólo uno de los primeros libros para niños, Testimonios para niños, en el que James Janeway insiste a los pequeños nunca olvidar que morirán y relata las muertes de trece niños (Janeway, 1757), con las que ofrece a sus lectores un medio para alcanzar el cielo y salvarse de los tormentos del infierno, fue reimpreso todavía dos siglos después de su primera publicación, que ocurrió en 1671 (Hunt, 1996, pp. 138-139).

Llegó un momento en el que estas historias de advertencia se hicieron tan familiares que otros autores empezaron a burlarse de ellas. En 1715, Isaac Watts publicó Canciones Divinas para enseñar a los niños a obedecer, no mentir, ni robar, ni ser vanidosos u ociosos, a través de poemas con rimas que, creía, harían las lecciones más digeribles y fáciles de recordar (Watts,1790). De manera irónica, los versos de Watts son mejor conocidos por las parodias de Lewis Carroll en Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas (1865), donde la ajetreada abeja que trabaja todo el día para obtener alimento se vuelve el cocodrilo que retoza en el río, esperando a que la comida llegue por sí sola, sin necesidad de hacer nada más que extender las garras para obtenerla. Pero eso no es nada comparado con lo que le pasó al alemán Heinrich Hoffman y a su melenudo Pedro.

La ironía de lo irónico

Veinte años antes de la Alicia de Lewis, Hoffman elaboró su propio libro con diez terroríficos cuentos en rima, llamado Historias muy divertidas y estampas aún más graciosas para niños de 3 a 6 años (Hoffmann, 1909), con la intención de enseñar a su hijo a comportarse, apoyado de ilustraciones que mostraban las crueles y extrañas consecuencias de no hacerlo, que según dijo instruían mejor que sólo decirle que obedeciera sin más. En honor al cuento acerca de un descuidado niño al que nadie quería por sus largas uñas y su despeinado cabello, que nos presenta parado sobre un pedestal decorado con ironía con un cepillo y unas tijeras, el libro pasó a llamarse Pedro Melenas.

Pronto fue traducido al inglés, y “La trágica historia de Harriet y los cerillos”1 le ganó aceptación al recordarle a los ingleses a Augusta Noble de la serie de Sherwood, publicada unos años antes, ya que ambas terminan con la misma tragedia por desobedecer. Cabe mencionar que Hoffman incorpora unos gatos para reforzar la advertencia que la madre de Harriet le había dado acerca de jugar con cerillos, que por su puesto ella decide ignorar. La imagen final (ver figura 1) muestra a los gatos que traen en sus colas los listones que Harriet usaba en el pelo y que, con un cierto ambiente cómico, lloran desaforadamente frente a una pila de cenizas y hasta se secan los ojos con pañuelos. Lloran tanto la muerte de la niña que incluso llegan a crear un lago con sus lágrimas, lo que forma parte de la exageración que Hoffman le da a sus historias y que es justo lo que termina de darle un tono de burla. Esta escena, además, carga con una paradoja irónica, pues uno hasta podría llegar a preguntarse si no habrían podido ayudar a Harriet a apagar el incendio de haberse puesto a llorar desde antes.



Figura 1. Viñeta final de “La trágica historia de Harriet y los cerillos” de Pedro Melenas (Hoffman,1909).

Estos finales llenos de ironía los encontramos en varios cuentos. En “La historia del malvado Frederick”, un violento niño se la pasa aterrorizando a personas y animales por igual, hasta que es mordido por un perro al que estaba molestando con su látigo, y termina en cama tomando una “repugnante medicina”, mientras el perro que lo mordió se come la deliciosa comida que era para Frederick. En “La Historia de Johnny cabeza en las nubes”, un niño que no se fija por dónde camina, cae a un río y pierde su cuaderno, donde quizá escribía todas esas maravillosas cosas que se le ocurrían mientras andaba con la cabeza en las nubes. En “La historia del hombre que salió a cazar”, el equilibrio de poder se invierte cuando el cazador termina cazado por la liebre a la que quería cazar, después de que ésta le roba su escopeta, y, en un nuevo revés, la cría de la liebre termina con la nariz quemada por culpa del disparo que le falla a la misma liebre.

Por si fuera poco, en el libro también encontramos ejemplos en los que la ironía se combina con exageraciones tan descabelladas que llegan al absurdo. En “La historia de Augustus que no come nada de sopa” vemos la involución de un niño rechoncho que va perdiendo peso con cada día que se niega comer su sopa, al grado de que para el cuarto día tiene extremidades de palillo, una cabeza reducida y manos con sólo dos dedos; para el quinto, ha muerto y vemos sobre su tumba, con total cinismo y perversidad, eso que terminó siendo su perdición: la olla con la sopa que se negó a comer (ver figura 2).



Última viñeta de “La historia de Augustus que no come nada de sopa”

Figura 2. Última viñeta de “La historia de Augustus que no come nada de sopa” de Pedro Melenas (Hoffman,1909).

Otro ejemplo lo encontramos en “La historia del pequeño chupa dedo”, como consecuencia de pasársela chupándose los pulgares, un niño termina perdiéndolos para siempre. A pesar de la advertencia que le hacen, en una potencial cuestión de si no puedo tenerlos para chuparlos, da lo mismo que no los tenga, la burla se puede sentir hasta en la pose saltarina con la que el sastre entra con sus enormes tijeras a hacer el trabajo. Por último, en “La historia de los niños entintados”, tres niños que se burlan de otro por su piel oscura son castigados por un hombre muy alto de nombre Nicolás —quien de hecho está vestido de rojo y tiene barba—, que los sumerge en un gran tintero negro —quizá una ligera alusión al castigo con carbón—, con lo que terminan no sólo más negros que el niño del que se burlaban, sino que se transforman en unas oscuras siluetas que apenas y se ven humanas (ver figura 3).



Parte de la última viñeta de “La historia de los niños entintados”

Figura 3. Parte de la última viñeta de “La historia de los niños entintados” de Pedro Melenas (Hoffman, 1909).

Probablemente hayan sido todos estos pequeños elementos, que resultan en guiños humorísticos, los que con el tiempo convirtieron a Pedro Melenas en un libro tan popular entre los niños. Tan sólo un siglo después de su primera edición, se han impreso más de 700 ediciones en Alemania y ha sido traducido a más de 40 idiomas (Dicks, 2018). Aunque a los adultos a veces les parece aterrador, los niños han encontrado en él un nicho de cuentos de humor negro que se burla de las horribles amenazas y el tono acusador de los primeros escritos dirigidos a ellos. Según Ana Garralón, su éxito “radica en su intención moral: es tan grande, que la exageración sobrepasa la realidad, y su desproporción […], así como las caricaturas a las que quedan reducidas las figuras autoritarias, convierte las historias aleccionadoras en burlas a la educación represiva. […] La imposibilidad de los castigos convierten este libro casi en una obra de humor” (Garralón, 2001. pp. 48-49). Así, con su gran habilidad para plasmar el humor y el horror de manera simultánea, el sentido aleccionador de Hoffman terminó sobrepasado y por completo enterrado bajo el peso de la comedia, convirtiendo miedo en entretenimiento y sentando un precedente para librar a la literatura infantil de sus propósitos educativos.

Azotándole la puerta a las advertencias

Parte de los frutos de la revolución en la ideología acerca de la niñez —que pasó del pecado a la inocencia innata— y, por tanto, en la literatura infantil de principios del siglo xx, lo vemos en 1907 con el libro de Hilaire Belloc, Cuentos de advertencia para niños: diseñados para la amonestación de niños entre las edades de ocho y catorce años (Belloc y Blackwood, 1957; ver figura 4), con un claro título que hace burla de libros como el de Hoffman y el de Janeway. Incluso las nuevas ediciones, incluyen una introducción en la que Belloc responde a la pregunta de un lector que quiere saber si los cuentos son reales, donde él dice que, si lo fueran, “para personas como tú o como yo, que nos la pasamos casi todo el día haciendo algo malo” (Belloc y Blackwood, 1957, traducción propia), sencillamente no habría podido vivir para contarlos.



Portada del libro “Cuentos de advertencia para niños”

Figura 4. Portada del libro “Cuentos de advertencia para niños”, escrito por Hilaire Belloc e ilustrado por Basil T. Blackwood. Crédito: Gutenberg Project.

Es así como en sus once cuentos, todos escritos en rimas pareadas, a menudo divertidas, la mezcla de lo oscuro con el sentido del ridículo y los personajes poco creíbles, elementos que ya encontrábamos en Pedro Melenas, hacen que los castigos a los niños —o la recompensa, como pasa con “Charles Augustus Fortescue: quien siempre hacía lo correcto, y así acumuló una inmensa fortuna”—, resulten meramente satíricos. Como el caso de “Franklin Hyde: quien se divertía en el lodo y fue corregido por su tío”, pero en la sección aleccionadora del cuento nos dice que igual siempre tendrá permitido jugar en la arena esté como esté vestido, o el de “Rebecca: quien azotaba puertas por diversión y pereció miserablemente”, y en el funeral los niños que fueron llevados para escuchar la horrible historia juran para sus adentros: “Que nunca más darán un portazo (tan a menudo como en el pasado)”. Y porque siempre fue tradición “Matilda: quien decía mentiras y murió quemada”.

Con este libro, el uso de la violencia para dar lecciones cambia a un uso premeditado para la comedia, dirigida no a la enseñanza sino al entretenimiento y a la diversión, algo para lo que Hoffman ya había preparado el terreno. Esto le abrió el camino a autores como el excéntrico Edward Gorey, quien de hecho ilustró una nueva versión del libro de Belloc, en la que no sólo enaltece la atmósfera y el absurdo de cada situación, sino que acentúa la burla a los cuentos de advertencia de siglos anteriores al agregar la imagen de una mano con el dedo acusador, entre otros elementos, que descaradamente les sirve de juego a los niños en cada cuento, como cuando la usan de resbaladilla o como parte de una coreografía de baile, o como la fuente detrás de “Lord Lundy: quién fácilmente se emocionaba hasta las lágrimas y por lo tanto arruinó su carrera política”, que hace parecer en la ilustración que los chorros de agua son sus inagotables lágrimas.

“E is for Edward who wrote a gory masterpiece”2

Finalmente, llegamos al maestro de la parodia de los cuentos de advertencia, Edward Gorey, quien, con su irreverente humor, su carga irónica y sus inquietantes ilustraciones aporta el contexto oscuro y absurdo preciso para contar este tipo de historias. Su libro más conocido en éste y en muchos otros aspectos es el de Los pequeños macabros o después de la excursión (Gorey, 1963; ver video 1), donde, a lo largo de un abecedario rimado, con el nombre de los niños empezando con cada letra del alfabeto, representa sus anticipadas y diversas muertes. De ahí que desde la portada el autor nos presente la figura de la muerte haciéndole sombra a los niños con su paraguas.



Video 1. Promocional del libro “Los pequeños macabros de Edward Gorey” (Libros del Zorro Rojo, 2014).


En las 26 historias ilustradas, Gorey juega entre lo mundano y lo improbable para terminar gradualmente con lo más absurdo, empezando por el niño que muere haciendo algo tan cotidiano como comer un durazno y que termina atragantándose, o la que se cayó por un desagüe, vemos al que se traga unas tachuelas, el que es atacado por unos osos, la que es alcanzada por un hacha, la que fue pisoteada en una pelea y en la ilustración únicamente la vemos abriendo la puerta de un bar, el que fue devorado por ratones, y llegamos a la niña a la que una sanguijuela le chupó toda la sangre. Con todo esto, Gorey logra darles la vuelta a los cuentos de advertencia al no sólo “castigar sin que haya una mala conducta” (Dery, 2018; traducción propia), sino que, en vez de utilizar los miedos de los niños per se, en su libro representa las paranoias de los padres, quitándole la risa de la cara a los adultos para regalársela a los niños.

Con muertes que guardan su humor en la cotidianeidad, en la irónica tranquilidad de los momentos previos, contrastadas por la información del texto, en el sentido cómico y teatral o en lo descabellado, Gorey nos permite mandar a volar la empatía por unos instantes para disfrutar con el niño que “voló en pedazos” (nos lo muestra con un paquete en las manos), el que “tomó lejía por error” (aunque está trepado en una gran escalera para alcanzarla —tan por error no es—), la que “bebió mucha ginebra” (sentada en una mesita, como jugando a tomar el té con su muñeca, en un ambiente de imitación adulta), y el mejor de todos, el niño que murió de aburrimiento. Y por supuesto, no pueden faltar las clásicas: la que muere de inanición, como Augustus; el que ni siquiera estaba jugando en el lodo, y que se hunde en él como Franklin; el que muere de un golpe en la cabeza, como Rebecca, y a la que la consume el fuego, como a Augusta Noble, a Harriet y a Matilda. Todo rematado por la imagen de las tumbas en la contraportada, que termina de hablarnos de la presencia de la muerte en cualquier momento y forma.

The slippery slope

Este es un género que ha seguido evolucionando a medida que más autores optan por desprenderse de su oscuro lado adulto y acercarse a las nuevas generaciones de lectores, para llevarlo más allá de sus límites, como es el caso de Daniel Handler, mejor conocido como Lemony Snicket, que usó los elementos de la sátira en los cuentos de advertencia para crear su saga de trece libros Una serie de eventos desafortunados (Snicket, 1999-2006). Desde el principio, el autor se la pasa advirtiéndonos a cada rato acerca de un inicio de la historia, un final y una parte de en medio que no son nada felices, y sugiriendo que dejemos de leerla, que cambiemos de libros, pero por supuesto son advertencias que tenemos que transgredir. Y entonces nos encontramos con una historia donde ya no son las consecuencias de las transgresiones de los niños, sino las consecuencias de la ineptitud o la malicia de los adultos lo que los hermanos Baudelaire terminan pagando. Incluso podría decirse que los niños consiguen sobrevivir a pesar de los inconvenientes que causan los adultos. Porque, en palabras del propio Lemony Snicket, aquí hasta los adultos con las mejores intenciones “fallan en hacer algo remotamente útil” (Snicket, 2000, p. 6), e incontables veces son los adultos los que terminan muriendo por sus incompetencias.

Por si fuera poco, en Una serie de eventos desafortunados, los adultos no sólo se la pasan subestimando a estos niños bastante inteligentes y audaces, sino que además perciben estas características en ellos como insolencias, cuando en realidad se trata de niños bastante “buenos”, bien portados y autosuficientes, con lo que Daniel Handler termina de darle un giro de 360 grados a estas historias dedicadas a mostrar las consecuencias de malos comportamientos. Y, por supuesto, todo esto está inmerso en un mar de juegos de palabras y advertencias, siempre con un toque irónico que hace que los niños nos identifiquemos, nos horroricemos y al mismo tiempo no paremos de reír.

Después de todo este recorrido, lo único que queda claro es que lo subversivo de la ironía y el absurdo ha logrado liberar a la literatura infantil de las cadenas pedagógicas que le dieron origen, y que ésta seguirá transformándose en los muchos aspectos que abarca, como debe ser, complicando más la tarea de aquellos que buscan definirla, pero premiando a aquellos que deseen disfrutarla.

Referencias

  • Belloc, H., y Blackwood, B. T. (1957). Cautionary Tales for Children: Designed for the Admonition of Children between the ages of eight and fourteen years (Original publicado en 1907). Duckworth. Project Gutenberg. https://www.gutenberg.org/files/27424/27424-h/27424-h.htm.
  • Bingham, J., y Schott, G. (1980). Fifteen centuries of children’s literature: an annotated chronology of British and American works in historical context. Greenwood Press.
  • Dery, M. (2018, 14 de noviembre). The Birth, Death, and Long Afterlife of The Gashlycrumb Tinies. E is for Edward who wrote a gory masterpiece. Slate. https://slate.com/culture/2018/11/gashlycrumb-tinies-history-edward-gorey.html.
  • Dicks, K. (2018, 12 de octubre). The enduring appeal of Struwwelpeter. Languages across borders. Language collections at the University of Cambridge. https://tinyurl.com/55sw4khv.
  • Garralón, A. (2001). Historia portátil de la literatura infantil. Grupo Anaya.
  • Gorey, E. (1963). The Gashlycrumb Tinies: or, After the Outing. Harcourt Brace Company.
  • Hoffmann, H. (1909). The English Struwwelpeter, or, Pretty stories and funny pictures. George Routledge and Sons. https://tinyurl.com/yy26vwfc.
  • Hunt, P. (1996). International Companion Encyclopedia of Children’s Literature. Routledge, 1996.
  • Janeway, J. (1757). A token for children: Being an exact account of the conversion, holy and exemplary lives, and joyful deaths of several young children [En dos partes]. University of Michigan Library Digital Collections https://name.umdl.umich.edu/004851306.0001.000.
  • Libros del Zorro Rojo. (2014. 23 de septiembre). “Los pequeños macabros”, de Edward Gorey [Video]. YouTube. https://tinyurl.com/2ac77k4t.
  • Perrault, C. Histoires ou Contes du temps passé. 1697.
  • Sherwood. M. M. (1818-1847). The History of the Fairchild Family; or, The Child’s Manual; Being a Collection of Stories Calculated to Show the importance and Effects of a Religious Education. J. Hatchard and Son.
  • Snicket, L. (1999-2006). A series of unfortunate events [Libros 1-13]. Harper Collins.
  • Snicket, L. (2000). The miserable mill [A series of unfortunate events, núm. 4]. HarperCollins Publishers.
  • Watts, I. (1790). Divine Songs: Attempted in Easy Language for the Use of Children. New Orleans Baptist Theological Seminary. https://www.nobts.edu/library/hymnological-research/divine-songs.html.


Recepción: 09/09/2024. Aprobación: 15/09/2024.

Vol. 25, núm. 6 noviembre-diciembre 2024

Una carta de amor a la vida a través del dibujo1

Renata Santamarina Cita

Resumen

La autora realiza un recorrido por las distintas posibilidades que ofrece la disciplina del dibujo: la observación, el análisis y la creación de imágenes. Reflexiona cada una de ellas a partir de su experiencia personal y se acompaña de los pensamientos de grandes autores que también han escrito sobre el proceso del dibujo.
Palabras clave: dibujo, creatividad, observación, imaginación, registro gráfico.

A love letter to life through drawing

Abstract

The author takes a tour of the different possibilities offered by the discipline of drawing: observation, analysis and image creation. She reflects on each of them from her personal experience and in the company of the thoughts of great authors, who have also written about the drawing process.
Keywords: drawing, creativity, observation, imagination, graphic arts.


Mi relación con el dibujo empezó desde una temprana edad. Tuve la oportunidad de crecer cerca de un dibujante profesional y me era muy sorprendente cómo podía plasmar ideas y nuevos mundos sobre una hoja de papel en cuestión de segundos.

A los 16 empecé mi primer proceso formativo alrededor de las artes plásticas. La maestra que impartía dibujo nos insistía en que debía de ser una práctica diaria en nuestras vidas: aprender a dibujar es cuestión de dedicarle tiempo. Desde ese entonces se convirtió en mi disciplina principal y sobre todo en una manera de experimentar el mundo. El dibujo nos ofrece la posibilidad de observar, de diseccionar, de analizar y de reimaginar la realidad que habitamos. “Para el artista dibujar es descubrir […] Es el acto mismo de dibujar lo que fuerza al artista a mirar el objeto que tiene delante. A diseccionarlo y volverlo a unir en su imaginación” (Berger, 2011, p. 7)

La primera posibilidad del dibujo que quiero explorar en este ensayo es la posición de observadora que me ha regalado esta práctica. Dibujar el mundo nos invita a un ritmo pausado, el de las grandes líneas y los pequeños detalles. El nivel de concentración y presencia que el dibujo pide es un deleite. Es una invitación a habitar la realidad de manera pausada, en contraste con nuestro constante frenesí. El dibujar algo invita a comprender la unidad y sus partes, ambas al mismo tiempo. Este juego mental nos regala un momento de introspección que roza en, e incluso me atrevería a decir que es, una meditación. Se trata de una compenetración con la vida, que nos permite sentirla en toda su profundidad. Como dice mi maestra de yoga: “Donde yace nuestra mirada está nuestra atención”.

El dibujar algún sujeto en vivo puede ser un ejercicio muy técnico, se trata de una práctica que se va cultivando con muchas horas y se va afinando con el tiempo. Como en cualquier disciplina, a la par que vas desarrollando los aspectos técnicos, vas explorando los aspectos sutiles. Me atrevo a decir que cualquier dibujante se va preguntando cómo capturar lo que roza en los intangibles. ¿Cómo representar lo abstracto de un momento?, ¿cómo capturar la esencia de lo que estás dibujando?, ¿acaso se encuentra en la sutileza de sus curvas?, ¿en cómo acaricia la luz al objeto? Creo que todos estos cuestionamientos te van llevando a desarrollar lo que comúnmente llamamos estilo.

En mi opinión, el estilo es sólo un gusto por lo que uno observa, es poner atención a cierto tipo de detalle. Es el desarrollo de una manera de mirar. El dibujo nos regala ser el testigo pleno de muchos escenarios y al mismo tiempo es tomar una elección de qué observar entre un infinito de posibilidades. Tus dibujos se vuelven una huella de tu ser, del paso de tu mirada en este mundo. “Es evidente que el acto de dibujar mezcla la percepción, la memoria y el sentido que cada uno tiene del yo y de la vida: un dibujo siempre representa más que su tema real. Todo dibujo constituye un testimonio” (Pallasmaa, 2012, p. 101).

Dibujos en el Barrio gótico de Barcelona

Figura 1. Dibujos en el Barrio gótico de Barcelona.
Crédito: diario de viaje de Renata Santamarina, 2022, uso reservado.

La segunda posibilidad que me ha ofrecido el dibujo es la de analizar, la de diseccionar las partes de un objeto para reconocerlas y así entender que la unidad es más que la suma de sus partes. Como dijo Albert Einstein, “Si no puedo dibujarlo es que no lo entiendo”.

Esta faceta del dibujo me enseñó a explorarla mi querida maestra Martha, quien me dio clases de representación bidimensional como parte de mi proceso de licenciatura. La experiencia más clara que tuve respecto a esto fue durante una práctica de campo, en la que fui a restaurar junto con todos mis compañeros la zona arqueológica de Palenque. Trabajábamos por equipo y al nuestro le tocó la limpieza de un friso, el cual estaba decorado con mascarones. El friso es la sección ancha que se encuentra en la parte superior de un edificio. Puede estar ornamentado, lo cual aquí era con los mascarones, que son elementos decorativos y usualmente simbólicos, que en este caso se trataban de figuras que asemejaban la forma de una serpiente.

Por fortuna, no había registro gráfico de la decoración, por lo que me asignaron la tarea de dibujarlos. La decoración de los edificios de Palenque, a la cual pertenecen los mascarones, fue realizada a base de cal. Es un sitio que fue habitado y desarrollado por la cultura Maya. Ellos llegaron a tal maestría del material por la profunda comprensión que tenían sobre su comportamiento. Los mascarones son decoraciones complejas y de gran peso por lo que necesitan de un acompañamiento estructural que venga desde el edificio para poderse sostener. Los mayas lo resolvieron por medio de una piedra, llamada alma, que forma parte de la pared del edificio y tiene un fragmento que sobresale. Sobre de éste construyeron los mascarones.

Esquema explicativo, del friso, el mascarón y el alma

Figura 2. Esquema explicativo, del friso, el mascarón y el alma.
Crédito: Renata Santamarina, 2024, uso reservado.

Dibujé los seis mascarones del edificio, estaban en distintos estados de conservación. Algunos de ellos habían perdido ya mucha de la decoración en cal, por lo que me fue posible observar sus almas. Al ir dibujándolos, fue muy bello el poder ir reconociendo esta parte íntima de ellos, la estructura que posibilita su existencia. Al comparar todos los dibujos, me fue posible elaborar una propuesta de dónde estaban dispuestas todas las almas y, por lo tanto, poder comprender íntegramente su estructura.

En este momento me di cuenta de la importancia que tiene el dibujo para realizar un proceso de síntesis, el cual posibilita una profunda comprensión del objeto estudiado. Además del análisis, estos esquemas se vuelven memoria; otra posibilidad del dibujo en la que me gustaría ahondar.

Los artistas utilizaban también el dibujo para registrar detalles técnicos […] Estas pinturas a menudo se denominan ricordi. De manera similar las fábricas marcan con frecuencia sus productos con la simple representación lineal, reconociendo que tanto las formas, como la decoración, se pueden identificar rápidamente con estos dibujos simplificados mejor que con fotografías tonales. (Lambert, 1996, p.133)

Durante la misma experiencia de Palenque, continuamente realizábamos una consulta a los dibujos realizados por la arqueóloga Merle Greene Robertson, compilados en un libro publicado en 1983. Ella se dio a la labor de levantar un registro gráfico extensivo de la decoración de los inmuebles y a la fecha sirven como memoria del sitio. Permiten comparar el estado de conservación, observar qué se ha perdido y qué perdura en las mismas condiciones. Bien dijo Leonardo Da Vinci, “El dibujo da existencia, todo lo dibujado es”.

Ahora viene mi posibilidad favorita como dibujante, la de vivir la vida imaginando e inventando otras realidades. El dibujo ha sido mi principal herramienta para explorar la creatividad, un gran compañero para indagar el mundo de las ideas y traerlas a tierra. “El acto de convertir una idea en líneas y trazos en el papel a menudo estimula la mente y libera la imaginación, fomentando el flujo de pensamiento creativo” (Lambert, 1996, p. 77).

Doy clases en mi taller, mis alumnos siempre enriquecen mis reflexiones sobre el oficio y me ayudan a entender con mayor profundidad el proceso creativo. Uno de ellos, Mauricio, se dedica al cine y el otro día nos platicó sobre una reflexión muy interesante de Robert Bresson, quién dijo: “De dos muertes y tres nacimientos. Mi película nace por primera vez en mi cabeza, muere sobre el papel; resucita por los personajes vivos y los objetos reales que empleo, que son asesinados en el celuloide pero que, colocados en un cierto orden y proyectados sobre una pantalla, se reaniman como las flores en el agua” (Bresson, 1979, p.19). Me encantó la idea de incorporar la concepción cíclica en el proceso creativo. Precisamente, el primer nacimiento de una imagen para mí pasa por un bosquejo rápido. Ese garabato me permite reconocer las partes que estarán presentes y ponerlas a bailar e incluso explorar posibilidades que no imaginé en un primer momento. Aquí llegaría su primera muerte y tendría sentido darle una nueva vida a esa imagen a través de una pintura o un dibujo más elaborado.

Boceto de la pintura Escribana del Alma

Figura 3. Boceto de la pintura Escribana del Alma.
Crédito: Renata Santamarina, 2023, uso reservado.

A través de la suma de dibujos y pinturas creadas, vas reconociendo tu propia mirada. “El artista realiza este tipo de función; está orientado de algún modo a situarse en la frontera de la percepción, con su alma vertiéndose en sus sentidos. A medida que el alma evoluciona, a medida que los tiempos cambian, lo que ve, cambia” (Richards, 2023, p. 51). Para mí, el ir reinterpretando mis vivencias a través de la creación de imágenes me ha permitido construir un mundo propio de símbolos, explorar mi imaginación y así ir construyendo una cosmovisión.

Ver sólo con los ojos es ver el mundo con una visión simple, únicamente bidimensional, literal. Ver el mundo a través de los ojos es cultivar lo que Blake llamaba “doble visión”, que percibe con una profundidad mayor y capta lo metafórico, más allá de lo literal. La visión simple ve el sol solamente como el sol; la doble visión lo ve también como una hueste celestial. (Harpur, 2020, p. 92)

Esta posibilidad nos regresa a la primera, la de ser testigos activos de la vida a través del dibujo. El ser creativo te invita a observar, a estar atento. A buscar la magia en el cotidiano, que sólo a través de tus ojos puede convertir la más simple de las experiencias en un milagro.

Referencias

  • Berger, J. (2011). Sobre el dibujo. Editorial Gustavo Gili.
  • Bresson, R. (1979). Notas sobre el cinematógrafo. Biblioteca Era.
  • Harpur, P. (2020). El fuego secreto de los filósofos. Atalanta.
  • Lambert, S. (1996). El dibujo. Técnica y utilidad. Tursen/Hermann Blume.
  • Pallasmaa, J. (2012). La mano que piensa. Editorial Gustavo Gili.
  • Richards, M. C. (2023). Centrar en cerámica, en poesía y en la persona. Editorial Alias.


Recepción: 02/10/202. Aprobación: 11/10/2024.

Vol. 25, núm. 6 noviembre-diciembre 2024

Cuando canto (en coro)

Miguel Ángel Hernández Alvarado Cita

Resumen

Este texto es un testimonio sobre la experiencia de cantar y de cantar en coro. Utiliza metáforas con las que el autor presenta en primera persona sensaciones e imágenes que son evocadas al momento de cantar. Los efectos de esta actividad describen a la música como una experiencia personal e intersubjetiva que va sucediendo en la intimidad del músico cuando canta y cuando colabora en un proyecto cooperativo como lo es un coro.
Palabras clave: música, canto, canto coral, coro.

When I sing (in a choir)

Abstract

The text is a brief narration of a testimony about the experience of singing and singing in a choir. It employs metaphors through which the author presents, in the first person, sensations and images evoked at singing. The effects of this activity describe music as a personal and intersubjective experience that occurs in the intimacy of the musician when singing and when collaborating in a cooperative project such as a choir.
Keywords: music, singing, choral singing, choi.


Introducción

Durante varios años he cantado y lo he hecho en diferentes espacios, grupos y con diferentes propósitos. Y aunque nunca ha sido con una intención profesional, siempre ha sido algo personal e íntimo, aun cuando ha sido colectivo. Cantar ha ido más allá de ser una simple actividad recreativa y se ha convertido en un espacio en el que soy y en el que me descubro. Por ello, comparto una serie de imágenes sobre lo que me pasa cuando canto y cuando canto en coro. Esto, a manera de autoexploración y de invitación a esta actividad en la que la música te habita y te expande.

Cuando canto

Figura 1. Cuando canto.
Crédito: elaboración propia.

  • Cuando canto me convierto en música. Paso de ser intérprete a ser sonido, vibración que se expande y me transforma. Soy el movimiento que resulta de mi voz, por mi cuerpo. Soy música que se hace única al revestirse de mi historia, de los significados de cada palabra, de los colores y calores de mi voz, recursos que están inscritos en las notas que canto y en las que vivo.
  • Cuando canto me trasciendo. Salgo de mí al compartirme en sonido con otros y con el mundo. Me hago música que fluye por las ventanas de mis ojos y mis palabras, y me hace dejar el espacio que ocupo para expandirme, para hacerme grande en el sonido que avanza sin detenerse, siempre más allá de mí.
  • Cuando canto vuelo. Viajo en las olas que mi sonido hace en la atmósfera. Y mientras avanzo empujo todo lo que se me cruza, empapándolo de mí. Y avanzo hasta el límite de este viaje que es el silencio del espacio.
  • Cuando canto vibro. Todo yo surfeo en el aire, llevándome lejos, en distintas direcciones y compartiéndome. Así cómo el agua se mueve con la piedra que la irrumpe, el espacio terrestre se inquieta por mí y pierde su quietud mientras mi vibración se funde con el sonido del mundo.
  • Cuando canto dejo de ser yo. El movimiento en el que me transformo baila, y ese baile sigue el ritmo de mi entorno. Me funde con las aves, con el tren, con la risa, con la ola de mar. Desaparezco para aparecer en la música de la vida.
  • Cuando canto me miro. Pongo mi atención en mi respiración, en mi abdomen, en mi rostro. Atiendo la distribución del aire, siento mi propio ritmo. Coloco mi mirada en mi memoria, que me dicta la frase que continúa, las indicaciones, lo que estoy sintiendo. Cuando canto me miro, porque me siento, me atiendo, me convierto en mi público.
  • Cuando canto me curo. Me proporciono salud al sentir el sonido en el que me transformo, mientras exploro la libertad, esperanza por el futuro, compañía y fuerza. Cantar me hace sentir paz, seguridad, alegría. Es una terapia desde mí y sucede cuando me hago canción.

Esto es un poco de lo que me pasa cuando canto, ya sea con mis amigos, en alguna presentación o ensayo tras ensayo. Y al escribirlo me doy cuenta porqué me gusta tanto cantar. Y descubro que sólo hay algo mejor, y eso es cantar con otros, cantar en coro, porque…

  • Cantar en coro es fundirte en una sola voz. Es dejar que tu sonido, en el que te trasciendes, se una con otras voces y que se fundan en un sonido coral único. Un sonido que necesita de ti y de todos para ser y que sin uno solo de los que cantan, no sería igual.
  • Cantar en coro es construir unidad, es hacer una colaboración en la que cada uno es igual. En un coro nadie va delante y nadie se queda atrás. Ser coro es ser colectivo, ser grupo, ser una comunidad vocal, en la que los nombres y los timbres dejan de ser por separado para imbricarse en una novedad musical, en la que cada corista es parte de los demás.
  • Cantar en coro es una práctica colaborativa. Es saber que la música necesita de todos y sucede en todos. Es reconocer que nadie puede quedarse sin hacer algo y sin hacer menos que los otros. Coro es colaboración en la que cada cantante se comparte y recibe a los demás. Sin colectividad no hay coro.
  • Cantar en coro es guardar silencio. Para cantar hay que disfrutar el silencio y más cuando se canta en coro. Hacer silencio permite oír la intención la música propia y la de los demás, su ritmo y su estructura. Deja escuchar cómo se acercan y pasan a tu lado las otras voces y cómo ahí se coloca tu voz, y cómo te lleva con ella. Sin silencio no se puede cantar.
  • Cantar en coro es escuchar. Es poner antes el oído que la voz. Es saber oír para escuchar qué hacer y cómo sonar, y atender a los demás antes que a la iniciativa personal. Cantar en coro exige interdependencia e intersubjetividad para ser práctica social en acción musical.
  • Cantar en coro es poner a disposición del sonido coral tu propio sonido. Y en tu sonido invertir tu historia, tu interpretación, tu talento, todo lo que te pasa cuando cantas. Coro es invertirte en la experiencia de los otros y cuidar de lo que otros comparten.
  • Cantar en coro es confiar. Demanda dejarse caer con la confianza en que las otras voces acompañan y sostienen tu voz. Es recordar siempre que el tiempo es compartido y que no estás solo en la música. Esta confianza te obliga a negociar con tus heridas y temores y a reconciliarte con la certeza de que alguien más está contigo y para ti.
  • Cantar en coro es hacer armonía. El coro es un ensamble de historias, trayectorias y propósitos, que en ocasiones son dispares y distintos, pero que, a pesar de las diferencias, se ensamblan en notas, frases y líneas musicales para generar una sola música.
Cuando canto en coro

Figura 2. Cuando canto en coro.
Crédito: elaboración propia.

Es tanto lo que pasa al cantar, que lo único que puedo hacer es agradecerlo y disfrutar de la música en mi voz y en mi historia. Y en honor a todo el bien que me regala cantar y cantar acompañado en coro, ¡te invito a hacerlo! Pero con una advertencia que escuché y que decía: “cantar es lindísimo, pero no es fácil”.

¡Y es cierto! Cantar no es sencillo porque exige mucho. Y no únicamente en cuestión técnica, sino por la exigencia de dejar que la música te habite y te use, y te pida de forma constante más escucha, más silencio, más canto y más coro. ¿Te animas?

Sitios de interés



Recepción: 18/09/2024. Aprobación: 11/10/2024.

Vol. 25, núm. 6 noviembre-diciembre 2024

Actor/Actriz. Persona que requiere de varios empleos para ejercer su carrera

Leilani Ramírez Cita

Resumen

El mundo del teatro a menudo se percibe como un enigma, generando curiosidad sobre su formación académica y las condiciones laborales de sus profesionales. En México, los actores y actrices enfrentan un estigma que deslegitima su trabajo, considerándolo un hobby en lugar de una carrera seria. Esta percepción se ha alimentado de una historia que ha romantizado y precarizado la vida artística, donde la pasión se confunde con la falta de derechos laborales.
El gremio actoral puede dividirse en diferentes grupos según su formación, desde universidades de prestigio hasta autodidactas. Sin embargo, todos estos comparten la lucha contra la precariedad laboral, llevando a los actores y actrices a asumir múltiples empleos para sobrevivir. A través de reflexiones sobre castings y la búsqueda de estabilidad económica, se destaca la necesidad de revalorizar el trabajo artístico y reivindicar derechos que aseguren un futuro digno para quienes eligen este camino. En un entorno donde la pasión y el talento no son suficientes para garantizar un sustento, reconocer a las y los artistas como trabajadores es fundamental para transformar su realidad y dignificar su labor.
Palabras clave: arte, teatro, actor, actriz, condiciones laborales en México, precariedad.

Actor/Actress. A person who requires multiple jobs to pursue their career

Abstract

The world of theater is often perceived as an enigma, generating curiosity about its academic training and the working conditions of its professionals. In Mexico, actors and actresses face a stigma that delegitimizes their work, considering it a hobby rather than a serious career. This perception has been fueled by a history that has romanticized and precarized artistic life, where passion is often confused with a lack of labor rights.
The acting profession can be divided into different groups based on their training, from prestigious universities to self-taught individuals. However, they all share the struggle against labor precariousness, leading actors and actresses to take on multiple jobs to survive. Through reflections on auditions and the search for economic stability, the need to revalue artistic work and reclaim rights that ensure a dignified future for those who choose this path is emphasized. In an environment where passion and talent are not enough to guarantee a livelihood, recognizing artists as workers is essential to transforming their reality and dignifying their labor.
Keywords: art, theater, actor, actress, working conditions in Mexico, precariousness.


Introducción

El mundo del teatro a menudo resulta un enigma para quienes no se dedican a esta profesión. —¿Realmente se estudia? —¿Cuatro años dura la carrera? —¿Existen tesis sobre teatro? ¿Maestrías? Es habitual tener curiosidad por lo desconocido, pero la diferencia radica en que, cuando alguien se presenta como abogada, por ejemplo, su trayectoria académica rara vez es cuestionada; nunca he oído a nadie preguntar: —¿De verdad eso se estudia? En contraste, cuando un actor o actriz menciona que estudió actuación en la universidad, muchos se sorprenden al descubrir que existe una formación dedicada a ello. Más que ignorancia, estas percepciones reflejan estereotipos y una historia que ha romantizado y precarizado la vida de las y los artistas. En este texto, compartiré mis reflexiones y dudas sobre las condiciones laborales que enfrentan los actores y actrices en México.

Artista o persona en situación de arte

Ayer vi un meme en Facebook que subió una amiga mía, que es bailarina. Decía: “Persona en situación de arte”, haciendo eco de “Persona en situación de calle”. Esto me llevó a reflexionar sobre si algún día tendré el lujo de endeudarme con el banco durante 20 años para poder comprar una casa. A diferencia de otros trabajos, la profesión funciona de manera distinta.

Es importante aclarar que hay diferentes tipos de actores y actrices en México, y podemos clasificarlos en tres grupos. Primero, quienes se formaron en universidades, ya sean públicas o privadas. Aunque suelen tener clases optativas de actuación frente a la cámara, su enfoque principal es el teatro; ejemplos de esto son el Colegio de Literatura Dramática y Teatro y el Centro Universitario de Teatro (cut) de la Universidad Nacional Autónoma de México (unam), la Escuela Nacional de Arte Teatral (enat) del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura inbal o la Casa del Teatro. En segundo lugar, están las instituciones donde la formación se centra más en el formato televisivo, como el Centro de Educación Artística (cea) de Televisa o el Centro de Formación en Actuación y Comunicación de tv Azteca. Por último, tenemos a aquellos actores y actrices que han aprendido a través de talleres, cursos, diplomados, clases particulares o, como se dice, a través de “las tablas”, la experiencia (esta no es exclusiva de este grupo).

Hago esta división para resaltar la riqueza y complejidad de la formación actoral en México, y eso que sólo estoy hablando de la Ciudad de México. También quiero enfatizar que ninguno de estos grupos es mejor o peor en términos de calidad artística. Considero que las escuelas proporcionan herramientas, pero al final, cada quien es responsable de enriquecer y nutrir su propio universo artístico. Sin embargo, hay algo que nos une, independientemente de nuestra formación: la creencia de que nuestro trabajo no es un trabajo, sino un hobby. ¿De dónde proviene esta idea?

Algunos teóricos sostienen que la ruptura entre artesano y artista que sucede entre el siglo xvii y xix pudo haber influido en esta percepción. Al artesano se le asoció con la producción de piezas idénticas, imitadas o reproducibles, mientras que al artista se le atribuyó la virtud, la esencia, lo auténtico o divino y el talento.1 Esta separación y estigmatización contrapone un trabajo mecánico contra un trabajo lúdico o netamente creativo y que podríamos decir que ha perdurado hasta hoy, pues se sigue sugiriendo que la o el artista elige su vocación por amor al arte y no por el deseo de obtener ingresos.

Asimismo, se cree que es un ser que está dotado de talento y no existe una disciplina o entrenamiento, un trabajo formal. Es cierto que muchas de nosotras, incluidas quienes elegimos estudiar actuación, lo hacemos por nuestra pasión. Pero eso no significa que, como artistas, no tengamos derecho a la vida y a disfrutar de las cosas básicas, como la comida o una vivienda.

Otra propuesta acerca de la precarización de la actuación, y que resulta bastante interesante, la propone un grupo de autoras argentinas en su artículo “Mujeres en las artes del espectáculo: Condiciones laborales, demandas de derechos y activismos de género (Argentina, 2015-2020)”. A lo largo de su investigación explican que el arte escénico ha sido cargado de una feminización simbólica y por ende precarizado, afectando tanto a actores como a actrices. Señalan que la feminización-precarización de la actuación puede radicar principalmente en las relaciones de poder que se establecen entre quienes suben al escenario o aparecen en pantalla y las personas que intervienen como mediadoras en la producción artística, es decir, desde el director o directora de casting hasta el público.

La estigmatización y la feminización del trabajo actoral podrían ser dos razones simbólico-político-económicas de la precarización y la inestabilidad en los contratos o proyectos actorales, mismos que nos orillan a buscar otras fuentes de ingresos más estables o más menos dignas. Reconocer y cuestionar estas percepciones y realidades es fundamental para reivindicar el valor del trabajo artístico y asegurar condiciones laborales justas para todas las personas que participan en este campo.

¿Quién pagará mis cuentas mientras hago castings?

Estuve parada ocho horas en la calle esperando mi turno para que tres hombres me miraran durante 40 segundos. Ni un minuto tuve para mostrarme y me sigo preguntando cómo las personas sabrán que tú eres la indicada para equis personaje. ¿Cómo notarán tus años de entrenamiento en tan sólo 40 segundos? 40 segundos que incluyeron el “Hola, buenas noches” acompañado de mi caminar hacia una silla en la que dejé mi mochila y en la que deseaba sentarme desde horas antes. Cuarenta segundos contra ocho horas.

Hace meses de aquella anécdota, pero me sigo preguntando por qué no abandoné la fila. En primer lugar, supongo que lo hice porque de verdad quería el papel, luego, porque ese día no tenía ensayo, ni función ni nada, además, porque como actrices o actores ese es nuestro trabajo: resistir adversidades y esperar a que alguien te mire, alguien confíe en ti y te asigne un personaje, castear es parte del trabajo, pero no es remunerado. Es cierto que yo decidí mi carrera por pasión y erróneamente nunca nadie me habló de cómo vender en el mundo artístico. Tal vez no hay un camino y como dicen, el camino se hace caminando, pero creo que sí me hizo falta la materia de: Resistencia ante la precariedad artística.

Un espejo de tocador en el backstage de un camerino de teatro

Crédito: Shutterstock, uso reservado.

Me hace sentir mejor cuando sé que no soy la única que se deprime por las condiciones laborales del gremio; no es que me alegre por sus depresiones, más bien hay una sensación de alivio al saber que la precariedad es algo habitual, casi ligado al ser artista, pero quisiera que no fuera así. Recuerdo cuando una amiga actriz estaba emocionadísima porque logró tramitar su tarjeta de crédito; en el primer intento se la habían negado, probablemente no da confianza crediticia alguien que recibe dinero esporádicamente, pero luego consiguió un empleo “godín” y —Ahora el banco me respeta —me dijo. Incluso le llaman para ofrecerle préstamos.

Aquella noche, cuando regresé a casa después del casting, me pregunté qué había ganado de todo eso, la experiencia, por supuesto, pero me quedé pensando en cómo podría resistir en la fila mientras la vida sigue andando y nunca se detiene. Una debe pagar comida, renta, clases de canto o de idiomas, porque luego sale un casting para alguna empresa extranjera, clases de danza para desempolvar el cuerpo, cursos de actuación porque una nunca termina de estar preparada, o clases de combate escénico que son cada vez más requeridas para las narco-series de la industria mexicana. También, hay que pagar la terapia psicológica, porque la inestabilidad laboral genera inestabilidad emocional. Además, una tiene que cumplir con el horario escolar de la secundaria donde da clases de teatro, en donde es feliz, a pesar de que se le renueve el contrato cada seis meses, se le pague $80 la hora y deba invertir dos más para trasladarse y llegar a la escuela. ¿Cómo seguir de pie en las eternas filas del casting cuando la vida sigue? Aún no tengo respuesta, pero tengo un empleo godín también.

—Los actores somos godínez —me dijo Lourdes Gazza, actriz y secretaria del trabajo de la Asociación Nacional de Actores (anda). —Somos godínez eventuales porque tenemos un horario, llegamos a un espacio de trabajo (set o teatro) y hay una persona a la cual estamos subordinados, esto nos convierte en trabajadores y por ende tenemos derechos laborales.

Lourdes me explicó que mientras sigamos creyendo que somos seres creativos y no nos asumamos como trabajadores seguiremos viviendo en precarias condiciones laborales como artistas. La anda parece ser un buen camino para hacer valer nuestros derechos, porque el trabajo creativo importa y aporta. Sin embargo, a pesar de que algunos proyectos teatrales pueden ser cotizados por dicha asociación, este sindicato tiene mayor impacto para el formato televisivo, lo que significa que aquellos actores y actrices que sólo se dedican al teatro, deberían, o bien, considerar entrar a la industria televisiva o crear otras estrategias para procurar un futuro digno.

¿Hay que romantizar el multiempleo?

En conclusión, la realidad del actor y la actriz en México revela una compleja intersección entre la pasión por el arte y las duras condiciones laborales que enfrentamos. La formación actoral, aunque variada y rica, no nos exime de lidiar con estigmas que desvalorizan nuestro trabajo, presentándolo como un hobby en lugar de una profesión legítima. Esta precariedad se manifiesta en la necesidad de desempeñar múltiples empleos para subsistir, lo que cuestiona la sostenibilidad de una carrera artística.

Es crucial que como artistas nos reconozcamos como trabajadores, demandando condiciones más justas y dignas y que las instituciones que nos respaldan, fomenten un cambio en la percepción social sobre el valor de nuestra labor. Al hacerlo, no sólo se reivindica la importancia del arte, sino que también se abre camino hacia un futuro donde las y los artistas, no únicamente los actores y actrices, puedan vivir de su pasión sin sacrificar su bienestar. Aunado a ello, creo que como gremio debemos considerar crear nuevas formas de producción artística que nos beneficien. Tal vez valga la pena esperar ocho horas en la fila del casting, pero quizá también podamos abandonar la fila para regresar a casa y crear nuestros propios proyectos.

Referencias

  • Bulloni, M. N., Justo von Lurzer, C., Liska, M., y Mauro, K. (2022). Mujeres en las artes del espectáculo. Condiciones laborales, demandas de derechos y activismos de género (Argentina, 2015-2020). Descentrada, 6(1), e161. https://doi.org/10.24215/25457284e161
  • Sánchez Daza, G., Romero Amado, J., y Reyes Álvarez, J. (2019). Los artistas y sus condiciones de trabajo. Una aproximación a su situación en México. Entreciencias: Diálogos En La Sociedad Del Conocimiento, 7(69-89). https://doi.org/10.22201/enesl.20078064e.2019.21.69464.


Recepción: 07/10/2024. Aprobación: 11/10/2024.

Vol. 26, núm. 1 enero-febrero 2025

Bolaño y la ética de la literatura: entre la marginalidad y la dignidad

Daniela Albarrán Cita

Resumen

Este ensayo analiza el compromiso ético, político y estético que Roberto Bolaño expresó a través de su obra literaria, particularmente en su relación con el movimiento infrarrealista. Se exploran cómo la ética y la estética se fusionan en su propuesta literaria, destacando su postura sobre la marginalidad, la crítica y la dignidad. Además, se revisan entrevistas y textos clave para entender su visión sobre la escritura y la poesía. En conclusión, se sostiene que Bolaño promovió una ética de la literatura que desafiaba el sistema literario establecido y que valoraba la dignidad del escritor en su lucha por la verdad literaria.
Palabras clave: Roberto Bolaño, ética literaria, infrarrealismo, compromiso político, marginalidad.

Bolaño and the Ethics of Literature: Between Marginality and Dignity

Abstract

This essay analyzes the ethical, political, and aesthetic commitment expressed by Roberto Bolaño through his literary work, particularly in relation to the infrarrealist movement. It explores how ethics and aesthetics merge in his literary proposal, highlighting his stance on marginality, criticism, and dignity. Additionally, interviews and key texts are reviewed to understand his views on writing and poetry. In conclusion, it is argued that Bolaño promoted an ethics of literature that challenged the established literary system and valued the dignity of the writer in their struggle for literary truth.
Keywords: Roberto Bolaño, literary ethics, infrarrealism, political commitment, marginality.


No nos publicarán libros ni incluirán muestras
de nuestro arte en sus antologías […]
Que tus palabras te sean fieles.
Roberto Bolaño

Hablar de Roberto Bolaño siempre lleva a la polarización: o lo amas o lo odias. Si bien es una de las figuras más importantes de la literatura latinoamericana, al menos en los últimos años,1 poco se ha hablado de una de las herencias extraliterarias que nos dejó, gracias a su particular forma de ver y vivir la literatura: la ética de un escritor.

El chileno fue conocido por “odiar” a Octavio Paz. Incluso, en una parte de Los detectives salvajes, los realvisceralistas “planean” el secuestro ficcional de este poeta; sin embargo, Bolaño, en una entrevista con Cristián Warneken,2 menciona que, de hecho, lo admiraba como poeta, pero que estaba en contra de la institución que representaba para el sistema literario mexicano. Es decir, él era el sistema y, por tanto, era necesario destruir las figuras de autoridad.



imagen ilustrativa

Crédito: Carlos Escutia.

Es sabido que uno de los hitos más importantes del movimiento infrarrealista, comandado por el escritor chileno y el poeta mexicano Mario Santiago Papasquiaro, se fundamentó en estar en contra del sistema, ese que decide, de forma arbitraria, quién publica y quién no, sin importar la calidad literaria de las obras. Bolaño lo expresó claramente: “Básicamente, lo que molestaba mucho al estatus de la literatura mexicana de la época era que no estábamos en ninguna mafia, ningún grupo de poder. En la literatura mexicana siempre ha habido parcelas con señores de la guerra y sus samuraís. Nosotros no estábamos con ninguno” (Bolaño, en Maristain, 2012: 74). Esta es una herida que ha marcado el sistema literario mexicano, en el que se publican escritoras y escritores que el sistema sabe que no lo traicionarán, que se verán bien en las ferias de libros, que jamás dirán nada que los avergüence.

En ese sentido, Bolaño tenía una postura muy clara, que se refleja en toda su obra. De hecho, el infrarrealismo3 es un movimiento que, más allá de las cuestiones estéticas o poéticas, promueve una ética literaria, una ética del autor frente a su literatura y lo que lo circunda: publicar con dignidad. “Lo ético es asumir una marginalidad estratégica y crítica como poetas” (Medina en Maristain, 2012: 76). En ese sentido, esa marginalidad que promovió Bolaño y los infras se relaciona también con lo que él pensaba que era un poeta verdadero, pues no todas las personas que se dedican a la escritura poética son poetas “verdaderos”. Desde su perspectiva, existían los poetas verdaderos y los escribientes:4



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Crédito: Carlos Escutia.

Sí, sí, sí, yo creo que el poeta lo puede soportar todo, […] el poeta, el verdadero poeta, lo que pasa es que el panorama de los poetas, de mil poetas, hay dos poetas realmente, porque escribir poesía resulta de una facilidad bestial, con el verso libre, cualquiera emborrona, hace una página de prosa, y la corta arbitrariamente y ya tiene un poema. Pero eso no es un poema, evidentemente. La poesía, la poesía es difícil. Muy difícil y el ejercicio de la poesía. La comunión del poeta con esas cristalizaciones verbales permite que el poeta, después de eso, pueda soportarlo todo, pero el poeta, el poeta de verdad (Bolaño en Quezada, 2022).

Aunque esta clasificación puede parecer arbitraria y bilateral, ya que finalmente, ¿quién decide quién es o no un verdadero poeta?,5 hay que rescatar que responde también a otro término bolañiano: “letraherido”. Este término hace referencia a lo que él pensaba que la literatura provocaba en el alma. Tener una postura ética respecto a lo que se publica, con quién se hace e incluso los fines para la publicación, es también entender que la literatura, por ser una forma de vida, es dolorosa. Sólo los “verdaderos poetas” escriben desde la herida; aquellos tristes seres que se entregan en cuerpo y alma a la poesía son los que sufren los estragos de la literatura. Los escribientes pueden escribir y leer sin ningún problema ético, moral ni espiritual.



imagen ilustrativa

Crédito: Carlos Escutia.

Según el escritor chileno, “Hay dos maneras de acercarse a la literatura, una es peligrosa y la otra no. La que no es peligrosa es haciéndolo a la manera que sale, sin el eje central de tu vida cotidiana” (Bolaño en Maristain, 2012: 225). Lo peligroso es ver a la literatura como una suerte de abismo, en el que el poeta no sabe qué hay en el fondo de eso. Esa es una forma casi suicida de vivir la literatura, pero también la vida, pues, en ese sentido, la literatura es “[…] saber meter la cabeza en lo oscuro, saltar al vacío, saber que la literatura básicamente es un oficio peligroso” (Bolaño en Paz Soldán, 2008:39).

Según Jorge Volpi (en Maristain, 2012: 231), “Bolaño es el escritor más político de las últimas generaciones latinoamericanas”. Siempre tuvo una postura política frente a su propia escritura, y eso lo demostró en la propuesta estética de los infrarrealistas,6 un grupo de poetas que, hasta el momento, ha sido poco estudiado y menos publicado. Pero, más allá del movimiento literario que pretendía ser un contrapeso a los pazianos,7 hay que entender que Bolaño nos dejó una herencia incalculable: el compromiso con lo que escribimos, la ética con el arte que hacemos y también asumir que la literatura está vacía si no se tiene un compromiso con ella.

Escribir no es sencillo, y publicar menos. Bolaño sabía que, a veces, uno tiene que vender la obra, porque, al final, la escritura es un oficio. Vivió precariamente durante gran parte de su vida, de hecho, romantizó la figura del poeta pobre; sin embargo, vendió su obra a Anagrama porque estaba enfermo, porque sabía que su obra tenía que ser publicada y porque es justo vivir de lo que uno escribe. Pero, a pesar de ese negocio, jamás dejó de escribir desde la marginalidad, y más allá de eso, nunca dejó de escribir desde la dignidad.

Referencias



Recepción: 2023/01/30. Aprobación: 2024/09/25. Publicación: 2025/01/13.

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Revista Digital Universitaria Publicación bimestral Vol. 18, Núm. 6julio-agosto 2017 ISSN: 1607 - 6079