De vuelta a la realidad: el doble compromiso de los investigadores en medios comunitarios

Vol. 23, núm. 1 enero-febrero 2022

De vuelta a la realidad: el doble compromiso de los investigadores en medios comunitarios

Esmeralda Peña Flores Cita

Resumen

El trabajo de campo lingüístico-antropológico puede establecerse a partir de dos tipos de investigador: internos (originarios de la comunidad de estudio) y externos (investigadores foráneos). La figura extendida e idealizada de un investigador se inclina a ser de tipo externo y con base en ella se teorizan un vasto número de metodologías que exponen pautas y procedimientos para acercarse a la comunidad de estudio. Sin embargo, la experiencia y reflexiones realizadas durante mi trabajo de campo en mi comunidad de origen, me llevan a plantear que no es posible comparar la labor de un investigador externo con uno interno, puesto que los retos, compromisos y formas de actuar de un investigador comunitario están en plena función con su rol social como integrante de la comunidad.
Palabras clave: trabajo de campo, investigadores internos, lengua, comunidad.

Back to reality: the double commitment of researchers in local places

Abstract

Linguistic-anthropological fieldwork can be established from two types of researchers: internal (originative from the study community) and external (foreign). The idealized image of a researcher tends to be external and based on it there are a lot of methodologies that theorized procedures to approach the study community. However, the experiences and reflections made during my fieldwork in my community allow me to suggest that it is not possible to compare the work of an external researcher with an internal one. The challenges, commitments, and ways of acting of an internal researcher depend on their social role as a member of the community.
Keywords: fieldwork, internal researchers, language, community.

I

La fotografía de Malinowski con nativos de las Islas Trobriand (1918) es una de las imágenes más icónicas en los buscadores web tras teclear “trabajo de campo antropológico”.

Imagen 1. Malinowski con nativos de las Islas Trobriand (1918).
SEQ Imagen \* ARABIC 1.

Bronislaw Malinowski (1884-1942), como parte del Imperio Austrohúngaro en territorio bajo jurisdicción británica, se vio obligado a permanecer en las Islas Trobriand (Papúa Nueva Guinea) mientras afuera se disputaban los conflictos de la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Su convivencia e inmersión en la vida cotidiana de los pobladores permitió revolucionar la disciplina antropológica mediante una herramienta de trabajo de campo radicalmente nueva: la observación participante. Esto dio un vuelco a la llamada “antropología de sillón”, con la premisa de que, “para conocer la realidad de un grupo, es imprescindible hacerlo desde dentro del mismo” (Actividad antropológica, 2020).

A partir de entonces, el devenir del trabajo de campo orientado a investigaciones de corte lingüístico-antropológico ha aterrizado en un vasto número de metodologías que guían la labor de un investigador desde su llegada a la comunidad, el contacto inicial con los pobladores, y las pautas y procedimientos a seguir para lograr un grado de confianza óptimo entre ellos, que permita cumplir con las tareas de entrevista, videograbaciones y recolección de datos para alcanzar los objetivos de una investigación; entre ellos, obtener un producto científico que pueda tener divulgación dentro y fuera de la academia.1

Desde esta perspectiva, se crea una imagen romantizada del trabajo de campo, en donde un investigador se embarca sólo por lejanas y desconocidas geografías para encontrarse con aquello que es “diferente”, develar el entramado cultural de un grupo etnolingüístico y documentar todo lo posible de aquella realidad que le es ajena. Sin embargo, en el quehacer del trabajo de campo no siempre es posible compartir la imagen romántica de un investigador en tierras foráneas, pero siempre queda la interrogante con base en la premisa de Malinowski sobre: ¿qué tan dentro de un grupo etnolingüístico es necesario estar para conocer su realidad?

II

En Santa María Zacatepec, municipio de la Sierra Sur en el estado de Oaxaca, con población de hablantes mixtecos en donde realizo trabajo de campo lingüístico,2 regreso todos los días de casa de doña Simona enlazando sonidos y significados de la lengua dentro de mi mente. Cada vez pongo más atención a su habla rápida y trato de descifrar el mensaje oculto tras nasales, aspiraciones y vocales con tono. Mi oído se entrena y mi forma de ver e interactuar con los demás cambia constantemente. Concibo que mi imagen al hacer trabajo de campo no puede compararse con la de Malinowski en las Islas Trobriand, no por la experiencia, el grado académico o los paisajes del lugar, sino por la posición de dos sujetos frente a una comunidad: unos investigadores son externos (foráneos), otros, internos (originarios de la comunidad) (Narayan, 1993). Y este giro cambia las percepciones en el fondo del caleidoscopio.

Realizar trabajo de campo en Santa María Zacatepec, me trae de vuelta a la realidad, una realidad en que las exigencias de la academia pierden relevancia: dentro de mi propia comunidad las metodologías sobre trabajo de campo de Samarin (1967), Bowern (2007) o Newman y Ratliff (2001) caen en desfase. Los pobladores me conocen, saben dónde vivo y a qué se dedica mi familia. Las condiciones para hacer trabajo de campo no dependen de un primer contacto exitoso, sino del renombre que acopiaron mis antecesores: ¿fueron buenos ciudadanos?, ¿desempeñaron algún cargo civil dentro del municipio? Si es así, los cerrojos ceden, pero ello no implica que los siguientes pasos sean fáciles.

Al interior del grupo de hablantes del mixteco, se construyen lazos estrechos, vínculos que no se limitan al parentesco biológico o los amigos más cercanos. En este espacio, las relaciones sociales se afianzan con ahínco entre compadres y comadres, entre mayordomos y el alcalde, y entre cada integrante del grupo y los ancianos principales. El entretejido social, así como fuerte, es demandante, pues existe un sólo objetivo en común: servir al pueblo. Por ello, hombres y mujeres participan en diversos roles que les confieren responsabilidades como integrarse en la organización política-religiosa, desempeñar algún cargo civil, ascender en la jerarquía social y llegar a ser gente de respeto, último nombramiento otorgado por los integrantes del grupo en honor al buen desempeño de una persona como residente del pueblo.

Imagen 2. Pobladores de Santa María Zacatepec exponiendo el Lienzo de Zacatepec.
Archivo personal: Esmeralda Peña (2021).

Desde esta órbita, el trabajo de campo de un integrante se interpreta como una tarea más ligada al bien común. ¿En qué sentido? Los pobladores esperan que las acciones de una persona traigan beneficios al pueblo, de manera que, cuando alguien sale del área limítrofe y tiene la oportunidad de formarse profesionalmente en determinado ámbito (ciencias de la salud, ciencias exactas, administración, etc.), su regreso a la comunidad representa un reto, pues se espera que el conocimiento adquirido permita el desarrollo del pueblo a través del apoyo comunitario, la oferta de servicios, la gestión de obras públicas o el emprendimiento de proyectos educativos, culturales o lingüísticos que favorezcan la participación y el involucramiento de otros pobladores.

En ese sentido, el anclaje a la comunidad imposibilita sólo centrarse en recolectar datos, producir material científico y posteriormente retirarse del lugar (como lo haría un investigador foráneo), aunque no se niega que el trabajo cosechado tenga intenciones de beneficiar a los pobladores (desde la lingüística, por ejemplo, con la elaboración de diccionarios, gramáticas, material didáctico, entre otros). Sin embargo, en este espacio no es posible asegurar que mi investigación sobre la frase nominal del mixteco representa una actividad ligada al bien común, es decir, el trabajo de campo es cuestionado, aprobado en parte, pero cuestionado en todo momento porque, ¿realmente estoy sirviendo al pueblo?

Articular una respuesta apropiada es un proceso complejo, puesto que intervienen diversos factores. Uno de ellos es la perspectiva que se tiene sobre la lengua. Como lingüista, reconozco y aprecio el valor de cada sistema de signos dedicado a la comunicación humana, en tanto que simboliza una forma de estructurar el pensamiento y refleja una manera de organizar el mundo tangible e intangible. Desde mi posición, puedo proponer que la documentación del mixteco lograda a partir del trabajo de campo constituye una vía para preservar la lengua y proporcionar un material que funja, a grandes rasgos, como soporte lingüístico, cuyo acceso esté siempre disponible para el grupo de hablantes. Sin embargo, la comunidad tiene un concepto distinto sobre el mismo factor.

La lengua, desde luego, es un instrumento recurrente, pero la historia de cómo se instauró un solo idioma, el español, dentro de un territorio multicultural y plurilingüe para forjar lo que actualmente se conoce como México, y considerando las decisiones políticas, educativas y económicas que sucedieron para lograrlo, pone de relieve los escenarios de marginación y rechazo no sólo por aquellas lenguas distintas a la oficial, sino también por quienes las practican.3 Lo anterior, orilló a los hablantes de lenguas originarias a abandonar su sistema de signos por aquel de mayor alcance. No enseñar mixteco —u otra lengua minorizada a las nuevas generaciones es una de las vías más recurrentes para responder positivamente a la demanda.

Por tanto, resulta difícil plantear a la comunidad que un corpus lingüístico beneficia a los pobladores, cuando los escenarios de discriminación y violencia por hablar su lengua materna aún subsisten en la mente y vida de los hablantes. En ese sentido, el pueblo no ve beneficio en el trabajo de campo y se considera de interés personal, como consecuencia, los habitantes se rehúsan a colaborar y las evaluaciones negativas sobre el investigador y su familia empiezan a salir a flote.

III

Recuperando la interrogante principal sobre, ¿qué tan dentro es necesario estar en un grupo etnolingüístico para conocer su realidad?. Para un investigador formado dentro de un grupo durante años y conocedor de su realidad en la medida en que participa en diversas manifestaciones culturales, comparte las mismas creencias, etc., una pregunta más adecuada sería: ¿cómo aprovechar de forma consciente y satisfactoria la pertenencia a un grupo etnolingüístico?, y luego, ¿cuál es la metodología para realizar trabajo de campo en medios comunitarios?

Respecto a este tema, Cruz (2020) menciona que existe la necesidad de leer sobre las experiencias de otros investigadores comunitarios, puesto que las prácticas de investigación van más allá de la dicotomía investigador-investigado. Así mismo, el trabajo de campo debe ser comprometido y con pleno respeto, a la par de considerar otras metodologías que no sean aquellas utilizadas por académicos que no parten de los intereses y saberes de las comunidades estudiadas.

Con esto en mente, sin duda, las formas del caleidoscopio para investigadores internos y externos, aunque tengan la misma base de colores, son distintas. De ahí que conciba un doble compromiso para los investigadores internos: el primero es con la comunidad, como integrante de ella debe atender y responder a los parámetros que ésta imponga; el segundo, con la academia, pues ante esta sociedad los productos a presentar son específicos, estrictos y, en ocasiones, de poca trascendencia para el grupo social (aunque cabe destacar la existencia de investigadores comunitarios no insertos en una academia científica, cuya labor, además de destacable, apunta hacia horizontes de lucha colectiva).

En este contexto, es posible comprender que la labor de un investigador en su propio medio comunitario tiene una ruta larga, extendida más allá de la divulgación de textos o la creación de corpus lingüísticos (ambos no menos importantes). Cuyo desemboque puede ser, entre otras opciones, la creación de espacios para el intercambio de ideas, la reivindicación de la lengua materna o la incentivación a que otros habitantes tengan la oportunidad de formarse académicamente, reflexionar sobre su posición dentro y fuera del grupo y asegurar el desarrollo del pueblo.

De una u otra manera, en la medida en que cada investigador interno pueda lograr beneficios en su propia comunidad y servir a sus integrantes de acuerdo a los parámetros de cada una, sabrá que el trabajo de campo sí aporta al bien común.

Imagen 3. Hilando a contra luz.
Archivo personal: Esmeralda Peña (2021).

Referencias

  • Actividad antropológica. (2020). Bronislaw Malinowski: el adiós a la antropología de sillón. https://cutt.ly/CISi6wX.
  • Barriga, R. (2018). De Babel a Pentecostés. Políticas lingüísticas y lenguas indígenas, entre historias, discursos, paradojas y testimonios. Secretaría de Educación Pública.
  • Bowern, C. (2007). Linguistic fieldwork. A practical guide. Palgrave MacMillan.
  • Cruz, E. (2020). Reflexiones teóricas en torno a la función del trabajo de campo en lingüística-antropológica: Contribuciones de investigadores indígenas del sur de México. Language Documentation Conservation Special Publication.
  • Hammarström, H., Forkel, R., Haspelmath, M. y Bank, S. (2021). Language: Santa Maria Zacatepec: Mixtec. Glottolog 4.4. Max Planck Institute for Evolutionary Anthropology. https://doi.org/10.5281/zenodo.4761960.
  • Narayan, K. (1993). How Native Is a “Native” Anthropologist? American Anthropologist, 95(3), 671-686 https://doi.org/10.1525/aa.1993.95.3.02a00070.
  • Newman, P. y Ratliff, M. (2001). Linguistic fieldwork. Cambridge University Press.
  • Samarin, W. J. (1967). Field linguistics: A guide to linguistic field. Renehart Holt y Wintson.
  • Towne, D. (2011). Gramática popular del tacuate (mixteco) de Santa María Zacatepec. Summer Institute of Linguistics.

Sitios de interés



Recepción: 29/05/2021. Aprobación: 08/12/2021.

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Revista Digital Universitaria Publicación bimestral Vol. 18, Núm. 6julio-agosto 2017 ISSN: 1607 - 6079