Vol. 21, núm. 4 julio-agosto 2020

La investigación acerca del acoso y violencia escolares en México

Mercedes de Agüero Servín Cita

Resumen

Este artículo analiza la investigación publicada en español acerca del acoso y la violencia escolares en México; muestra los ejes temáticos de los estudios, y los tipos de violencia y de actores educativos implicados en los centros escolares de secundaria y bachillerato. Este texto ofrece un panorama introductorio acerca de cómo se expresan los actos de acoso, hostigamiento, discriminación y desigualdad, los cuales se reproducen en las relaciones sociales y construyen identidades, así como la manera en la que se vuelven prácticas sociales de la violencia. Estas prácticas generan aprendizajes sobre la convivencia escolar y construyen contextos e interacciones entre los actores educativos, que se traducen en un fenómeno histórico-cultural de reproducción, resistencia y conflicto de desigualdad social e inequidad.
Palabras clave: acoso, maltrato infantil, juventud, desigualdad social.

Research on bullying and violence at school in Mexico

Abstract

This article analyzes the research published in Spanish about school bullying and school violence in Mexico; It shows the thematic axes of the studies, and the types of violence and educational actors involved in secondary and high schools. This text offers an introductory overview of how acts of bullyng, harassment, discrimination and inequality are expressed, they way they are reproduced in social relationships and build identities, as well as how they become social practices of violence. These practices generate learnings about school coexistence, and build contexts and interactions between educational actors, which translate into a historical-cultural phenomenon of reproduction, resistance and conflict of social inequality and inequity.
Keywords: bullying, child abuse, youth, social inequality.

Introducción

¿Alguna vez en la escuela, cuando fuiste niño o niña, tal vez entre los amigos, o jugando entre primos “te agarraron de bajada”, “agarraron a alguien de su cochinito”, “te traían asoleado”, o “no dejaban en paz ni un segundo a tus amigos o hermanas”? Muchas veces pensamos que así son las cosas y que hay poco que hacer para que cambien las formas como nos hablamos, jugamos, nos comunicamos, trabajamos o convivimos en los espacios de vida cotidiana. Sin embargo, no deben ser así nuestras interacciones con otros, éstas pueden cambiar hacia un buen trato entre compañeros y amigos, en los espacios escolares y fuera de éstos.

Las relaciones entre quienes integran los distintos tipos de familias, los que conviven y trabajan en la escuela o en las oficinas, o entre las personas que intercambian servicios y productos, necesitan de un buen trato, ser amables, respetuosas, seguras, con formas de actuar y hablar confiables.

El trabajo y el juego son dos actividades primordiales en la vida de las personas, los espacios donde los realizamos son múltiples y diversos, y las maneras como hablamos e interactuamos con los demás también lo son. Cuando no actuamos con responsabilidad y no nos relacionamos pensando en el bien común y en una sensación de bienestar pueden existir distorsiones en las creencias y en las interrelaciones sociales, lo que puede generar uno o varios tipos de acoso y violencia en las escuelas. Estas relaciones perjudiciales se ejercen por personas cercanas y se padecen por quienes son importantes para nosotros, incluyéndonos, sin que podamos verdaderamente distinguir cómo es que se llegan a pasar los límites de la sana relación.

La violencia escolar

El objetivo de este artículo es compartir lo que se sabe acerca del acoso y hostigamiento escolares en México, a través de la investigación educativa en la literatura publicada en español. La investigación en ciencias sociales y de la educación es un potente medio para comprender, explicar y resolver problemas, y tomar decisiones fundamentales que permitan ofrecer mejores servicios educativos y elevar la calidad y el bienestar de los actores educativos. Permite fomentar la agencia de los estudiantes y el profesorado, así como el desarrollo humano y el aprendizaje.

Si los distintos actores educativos tomaran decisiones con base en estudios sustantivos, se podrían diseñar mejores contextos sociales y escolares para atender, prevenir y resolver de forma fundamental el acoso y la violencia, concebidos como un problema multidisciplinar y multifactorial.

Los problemas de acoso escolar no ocurren en un coto de poder aislado del resto de las relaciones sociales que viven los jóvenes en secundarias y bachilleratos (Díaz-Barriga Arceo et al., 2019), sino que están en perfecta sintonía con el ambiente social, cultural y mediático con el que se relacionan.

Violencia, maltrato, acoso, intimidación, hostigamiento y acoso escolar son todos términos que se encuentran en la literatura especializada y científica en México. Si bien hay programas e información disponible para hacer frente a la problemática, tanto de educación básica como para educación media, las instituciones escolares se muestran desconcertadas ante dichos procesos sociales. A veces parecen sorprendidas, en otras su actuar es frívolo o superficial, y en muchas hay relaciones sociales que se hacen ciegas a lo que hacen los profesores y profesoras, estudiantes y trabajadores en general, comportamientos que las posicionan en procesos de complicidad.

Por ejemplo, los casos de acoso y abuso sexual en las escuelas, los de consumo y venta de drogas en las zonas circundantes a las secundarias y bachilleratos; las denuncias infructuosas de desaparición de niñas y adolescentes; y los casos más escandalosos, como la desaparición masiva de jóvenes, hombres y mujeres, en los que están implicados autoridades de gobierno de distintos niveles en colusión con policías municipales, estatales y federales, hasta con el ejército. Así, lejos de proponer una sociedad mejor a sus alumnos, las instituciones escolares reproducen automáticamente y fuera de toda conciencia las relaciones de poder que le circundan: las faltas de respeto, abusos, malos tratos, daños a la propiedad ajena, la ley del más fuerte, etcétera (Castillo Rocha y Pacheco Espejel, 2008, p. 840, ver video 1).



Video 1. Cambiar la educacion para cambiar el mundo: Claudio Naranjo (Dorado, 2019).


El tema se ha estudiado principalmente en Europa; desde hace cuarenta años aproximadamente, se identifica un grupo que se congregan alrededor del Laboratorio de Estudios sobre Convivencia y Prevención de la Violencia, ubicado en la Universidad de Córdoba en España. Estos estudiosos privilegian la línea de investigación psicoeducativa que “articula el conocimiento logrado mediante el trabajo científico a la intervención pedagógica rigurosamente realizada y evaluada” (Ortega, 2010, p.22).

Dicho grupo identifica tres momentos en que especialistas e investigadores se han interesado por el tema. El primero se refiere al descubrimiento del fenómeno como asunto de interés científico. El segundo tiene que ver con la definición del problema y la construcción de un lenguaje común con sentido unívoco, lo que generó, principalmente, estudios descriptivos. El tercero, de los años noventa a la fecha, fue cuando se realizan estudios explicativos con énfasis en la psicología educativa y el análisis de las características de los participantes como agresores, espectadores o víctimas.

En el año 2014, la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (cdhcm)

[…] convocó a un diálogo público sobre violencia escolar y derechos humanos, a través de foros y un seminario interinstitucional e interdisciplinario con la participación de instancias de gobierno de los diversos niveles, de la academia, de organismos públicos de derechos humanos, de Organizaciones de la Sociedad Civil y comunidades educativas, reconociendo y estableciendo los canales adecuados para asegurar la participación directa y efectiva de niñas, niños y adolescentes en el mismo (cdhcm, 2014, p.1).

Pese a estos esfuerzos que consideran a tres actores sociales fundamentales –gobierno (comisiones y consejos), organización de la sociedad civil y academia– el problema del acoso y la violencia escolar sigue creciendo, y reproduce patrones de relación e identidades machistas y de la cultura patriarcal. Además, este problema no se erradica en las escuelas, bachilleratos ni universidades. Los estudios del

[…] análisis de los factores explicativos del bullying [en inglés acoso y hostigamiento], son bastante ricos, los trabajos que ahondan en la dimensión afectiva y moral como base del comportamiento agresivo son notables […] así como aquellos que se hacen acerca de los procesos de interpretación del mundo social desde aproximaciones tanto del procesamiento de la información social (sip) como desde la Psicología Narrativa […] Otra importante línea de investigación y que enlaza directamente con las ya mencionadas tiene que ver con la naturaleza proactiva o reactiva del fenómeno y la diferente conceptualización y caracterización de éste de acuerdo con esta diferenciación (Ortega, 2010, p.76).

Los intentos de comprensión del fenómeno ahondan en sus componentes, dinámicas, procesos de origen, reproducción o complicidad a través de marcos de referencia y paradigmas teórico-conceptuales diversos, con sólidas preguntas, y rigor en sus métodos y técnicas de estudio. De esta manera, se alcanzan conclusiones fundamentales para tomar decisiones y cambiar las prácticas y significados que se reproducen en las escuelas por sus distintos actores educativos.

Sin embargo, en el contexto mexicano, preguntas como ¿qué tanto y de qué maneras padres de familia, profesorado y autoridades escolares, así como funcionarios educativos, impactan en la solución y erradicación del acoso y la violencia escolar?, ¿cuáles son los canales institucionales de diálogo entre investigadores y funcionarios de la educación? y ¿quiénes y cómo son los responsables gubernamentales para ofrecer programas permanentes, efectivos de prevención y atención? no son atendidas por la investigación. Además, los estudios en español son pocos para comprender la situación de los jóvenes escolarizados y generalmente se hacen fuera de México.

Si profesores, autoridades escolares, funcionarios de la educación usaran lo que se genera mediante la investigación, entonces, el conocimiento serviría para comprender la complejidad de la situación que viven, para atender los retos que enfrentan en los centros escolares de manera fundamental, y diseñar y elaborar programas, estrategias, y acciones puntuales y efectivas.

Acerca del acoso escolar en México

El acoso escolar incluye actos de hostigamiento que expresan la agresión entre distintos actores educativos, tanto en relaciones verticales de autoridades o personas mayores a menores o estudiantes, como horizontales, entre compañeros o colegas.

El problema de la agresión y la violencia en las escuelas mexicanas se ha estudiado bajo distintas denominaciones: bullying, maltrato escolar, intimidación entre iguales y acoso escolar. Cuando la agresión se expresa como abuso de la fuerza o del poder se convierte en un acto de violencia. Se identifican varios estudios aislados que trabajan el tema en distintas universidades y asociaciones nacionales y desde diversas disciplinas: la salud, la administración y la educación.

Acerca del acoso escolar en México se han realizado pocas investigaciones como tal, pero los temas de indisciplina y la violencia escolar merecieron dos números completos en la Revista Mexicana Investigación Educativa (año 2005, vol. 10, números 26 y 27). Se observa que hay menos estudios regionales, como en el caso de la Ciudad de México.

Por un lado, se identifica el estudio etnográfico de Gómez Nashiki (2005) en dos primarias públicas de la Ciudad de México, que da cuenta de cómo la violencia se gesta, sostiene y reproduce en la escuela mediante relaciones discriminatorias. Por otro, Saucedo Ramos (2005) explica la caracterización negativa que se hace de los alumnos que acuden a las escuelas en turnos vespertinos. Y, por último, Prieto Quezada, Carrillo Navarro, y Jiménez Mora (2005) concluyen la incidencia de factores familiares, escolares y sociales en este fenómeno y llevaron a cabo un programa de intervención para desarrollar conciencia sobre el fenómeno entre estudiantes de nivel medio superior en un bachillerato de Jalisco.

Además de la discriminación por el contexto familiar y socio-cultural de la familia de los niños, niñas y jóvenes, las creencias y prejuicios de las personas son los que dirigen sus acciones. Los estudios de

Los estudios de

[…] algunos trabajos de corte cualitativo sobre el tema describen las percepciones de los maestros sobre la violencia escolar (Chagas, 2005). Saucedo (2005) explica la caracterización negativa que se hace de los alumnos que acuden a las escuelas en turnos vespertinos. Prieto et al. (2005) concluyen la incidencia de factores familiares, escolares y sociales en este fenómeno y llevaron a cabo un programa de intervención para desarrollar conciencia sobre el fenómeno entre estudiantes de nivel medio superior en un bachillerato de Jalisco. Por su parte, Vázquez et al. (2005) describen la percepción de los jóvenes sobre la violencia. A pesar de que todos estos trabajos constituyen un aporte a la caracterización de la violencia en las escuelas, aún hay mucho por investigar (Castillo Rocha y Pacheco Espejel; 2008, p. 826).

Por su parte, Vázquez Reyes (2005, p. 739) mediante un estudio en nueve preparatorias del Estado de México describe la percepción de los jóvenes sobre la violencia, tanto la ejercida por sus pares como la ejercida por los profesores. Con una muestra de 346 alumnos (193 mujeres y 153 hombres) se identificaron 205 episodios de intimidación entre pares y 228 sucesos violentos de los profesores. Estas percepciones y creencias también incluyen aquellas que tienen que ver con las pautas culturales acerca del género.

Un estudio de Castillo Rocha y Pacheco Espejel, con estudiantes de secundaria en Mérida, Yucatán, describe el miedo escolar, la relación de los estudiantes con sus profesores, el abuso observado en las escuelas que padecen las víctimas y las diferencias de género. Observan que, aunque el maltrato verbal sigue siendo el de mayor frecuencia en ambos sexos, hay diferencias, pues los hombres parecen ser más insultados y las mujeres parecen ser víctimas de habladurías. Otra diferencia que se observó son las conductas de intimidación: los varones reciben más amenazas verbales y con armas que las mujeres. En general, los hombres padecen índices de abuso más elevados, por robo y golpes (Castillo Rocha y Pacheco Espejel, 2008, p. 837).

Es de tal forma que las prácticas y creencias de género, de clase social y del tipo de escuela van describiendo lo que se conoce como violencia psicológica, caracterizada, por ejemplo, por amenazas, calumnias, difamaciones, apodos, habladurías; y de lo que se define como violencia física, identificada, por ejemplo, por golpes, empujones, arañazos, sapes, jalones, pellizcos, nalgadas y hasta puñetazos o más.

Un estudio con pretensiones comparativas de los datos nacionales con los datos internacionales, es el de Muñoz Abundez, quien “analiza la magnitud de la violencia que reportan los alumnos de primaria y secundaria de México a través del informe Disciplina, violencia y consumo de sustancias nocivas a la salud en escuelas primarias y secundarias de México” (2008, p.1195), que presentó el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (inee), en comparación con las cifras relativas que ofrecen estudios de distintos países europeos, y otros dos, uno en Brasil y otro en Nicaragua.

Según Prieto Quezada et al. (2005), la violencia escolar tiene expresiones de violencia física en nuestro país y alcanza extremos tales como los secuestros exprés entre compañeros y la violación y el asesinato. Pero otro problema es la violencia de carácter institucional, que es una forma que se añade a las agresiones sufridas.

Los lugares donde se ejerce el acoso, el hostigamiento y la violencia ayudan a tipificar el problema. En suma: quien la ejerce y quien la padece, el lugar (por ejemplo, la casa, la calle, la escuela, etcétera), y las relaciones entre las personas (como compañeros de escuela, maestros y estudiantes, hermanos, padres e hijos, etcétera) ayudan a describir y entender la problemática escolar.

Acerca de la invisibilidad del acoso y la impunidad como una forma de agresión pasiva, Castillo Rocha y Pacheco Espejel (2008) comentan qué sucede con las autoridades educativas cuando finalmente los estudiantes y padres de familia manifiestan sus quejas por abuso. Lejos de escuchar e investigar las circunstancias, niegan el problema, protegen a los agresores y exponen a las víctimas. Se da el caso, por ejemplo, de quienes recomiendan al agredido y a sus familiares “no decir nada”, “por su propio bien”, pues el agresor “está muy bien parado en el sindicato” y puede generarse un ambiente adverso en otras escuelas por el simple hecho de haber denunciado el abuso.

Estos investigadores también observan el maltrato en los medios de comunicación masiva, que frecuentemente exponen a las víctimas como si fueran mercancía de ratting (del inglés: delatar). Asimismo, comentan que los jóvenes están habituados a sufrir malos tratos y, frecuentemente, prefieren recibir un apodo humillante a ser ignorados por sus compañeros. Entonces, como sucedió en dicho estudio, después de señalar que los insultan, les pegan y los amenazan, los estudiantes comentan que se llevan bien. Esta aparente “normalidad” y la evaluación positiva de los estudiantes de secundaria sobre las relaciones sociales que se gestan en sus escuelas, lejos de ser una señal de “bienestar social”, probablemente es un indicador de un proceso de socialización de la violencia, desde que se propone como algo que hay que tolerar, pues forma parte del ser habitual de las escuelas (Castillo Rocha y Pacheco Espejel, 2008, p. 839).

Con el conocimiento de que la violencia física, psicológica, sexual y la que se ejerce sobre las pertenencias, sucede en las escuelas, los estudios identificados mencionan poco el robo de ropa, comida, útiles escolares, dinero y, en general, las pertenecías personales de profesores y estudiantes. En caso de mencionarse se hace de manera que no se precisa o conceptualiza como violencia patrimonial.

¿Cómo cambiar las prácticas del acoso y la violencia escolar?

Al ser jóvenes entre los 12 y 15 años que cursan la secundaria, y de 15 a 19 el bachillerato, preguntarse acerca de las maneras en que es posible erradicar la violencia de las escuelas pretende invitar a iniciar la búsqueda en un contexto histórico y cultural de profundas desigualdades sociales y económicas –generador de diferentes tipos de violencia y acoso escolar–, así como de formas y prácticas culturales muy arraigadas.

También está fijada la idea entre los actores educativos de reflexionar y estudiar el acoso como una dimensión ética atribuible al estudiante o al profesor, más que concebirla como una práctica social. Pensar que el acoso escolar tiene sólo una dimensión afectiva es individualizar el problema y llevarlo a las características intrínsecas de la persona, así se le reduce y simplifica a una dimensión. El acoso y la violencia escolares son procesos sociales con prácticas e interacciones construidas mediante contextos de relaciones entre estudiantes y profesores, en espacios y tiempos específicos.

Todo tipo de exclusión provoca violencia. Una manera de concebir a los niños, niñas y jóvenes, así como a los profesores, desde la lupa de la violencia, hace una parada en la desigualdad social, la discriminación y los prejuicios sociales desde lo colectivo, y en la idea de los efectos del desamparo y el abandono familiar y social –de padres, maestros y directores– que viven algunos niños, niñas y adolescentes. Por ejemplo, los niños y jóvenes que viajan a los campos agrícolas con sus padres como jornaleros, de quienes nacen y viven en los sistemas carcelarios, de aquellos que están bajo la tutela del gobierno en casas hogares y albergues escolares, u otras situaciones de vida en internamiento.

Estos contextos de desamparo infantil y juvenil se evidencian en las huellas que dejan en el cuerpo y la mente –desamparo subjetivo– de los estudiantes. Las prácticas de violencia que se expresan en formas de desamparo como el hambre y la desnutrición, por pobreza o desatención de padres y maestros, tienen consecuencias imborrables como el desmedro y la emaciación. El desamparo deja huellas de los ultrajes al cuerpo por los abusos sexuales y de lesiones físicas, consecuencia de castigos e impulsividad de los adultos. El desamparo se imprime en la mente de las niñas, los niños y los jóvenes como algo intangible, un tanto invisible en sus emociones y vergüenza (Bautista Hernández et al., 2019); temas poco estudiados como violencia contra de la infancia y la adolescencia.

El problema de la desigualdad e inequidad social es una condición que propicia actos de violencia, que necesitan ser abordados como parte del marco de referencia de la vida y experiencia subjetiva, y de la construcción de significados de los jóvenes que experimentan acoso escolar (Reguillo, 2010). Los estudios de la sociología de la violencia (Debarbieux y Blaya, 2010) muestran cómo los centros educativos tienen una importante influencia en la construcción de la violencia.

Hay que distinguir entre la violencia del dominio social, como un abuso del poder en las relaciones interpersonales, y la agresión inherente de la infancia y del ser humano, como un mecanismo de supervivencia. Así, se abre el debate entre la dimensión endógena y la exógena de la violencia y la agresión. La agresión como una conducta de respuesta de protección que busca la supervivencia y la defensa no es intencional ni deliberada, es biológica e instintiva, tiene diferentes manifestaciones y no tiene dirección específica. En contraste, la violencia es una construcción social que desestructura, es destructiva, intencional, direccionada para controlar, someter, dominar; o sea, la diferencia sustantiva está en el abuso de poder (Naranjo, 2013; Freedman y Stoddard Holmes, 2003, ver video 2).



Video 2. La violencia: qué la genera y qué la previene | Feggy Ostrosky | TEDxYouth@BosquesDeLasLomas.


Ahora bien, la escuela cuenta con la posibilidad de tejer, a través de la cultura, una malla que ampare al sujeto y al colectivo, que promueva la estructura de relaciones sociales de buen trato, cuidado y bienestar. La escuela puede ser el espacio de relaciones sociales de otro orden: el racional, en el que se construyan relaciones sociales de acuerdo con concepciones, creencias, tradiciones, usos y costumbres de convivencia, creación, equidad, dignidad y libertad a través del entendimiento y el diálogo.

Este reconocimiento en las escuelas puede abrir paso al conocimiento con una filiación a una comunidad (Wenger, 1999), que permita el aprendizaje y la construcción de identidades solidarias, empáticas y propicias para el desarrollo de los niños, niñas y jóvenes; y, como efecto de los dos, abrir espacios para un proceso de filiación cultural. Sin ambas, la pertenencia cultural y el proceso de filiación institucional se dificultan y, entonces, los procesos de identidad social y psicológica se ven trastocados. Se desconoce cómo el acoso escolar altera el proceso de filiación institucional como parte de la construcción de la propia identidad y del aprendizaje social. Es necesario explorar al respecto en México.

Parece ser que hasta el año 2014 la investigación abordó los tipos, contextos y prácticas sociales, y los actores de acoso y violencia escolares. A partir de estos estudios se comienzan a investigar otros temas como las interacciones y la multicausalidad del fenómeno, así como las conexiones de las percepciones socioculturales, los mensajes explícitos e implícitos, y las conductas de los padres y maestros (Ruvalcaba Romero et al., 2015), tanto agresivas como prosociales y de buen trato.

Surge, también el estudio de otra forma de violencia escolar –y social–, el de la homofobia como:

[…] el rechazo a las personas o los actos que no siguen el modelo heterosexual hegemónico o que en su actuar cotidiano revelan actitudes sexuales o genéricas diferentes a las establecidas para lo masculino y lo femenino desde los marcos normativos de género, a partir de prácticas que pueden ir desde el desdén, pasando por la injuria hasta actos de agresión que pueden llevar al asesinato (List Reyes, 2016).

Otro tema más reciente es el de violencia de género impartida por las instituciones escolares. Por ejemplo, la violencia simbólica al omitir, negar o invisibilizar el acoso, la violencia en redes sociales, en lo que se considera culturalmente lo femenino y lo masculino, determinando los actos de erotismo, y el sexting, mediados por las tecnologías y las redes sociales (Gálvez Antúnez, 2018), con prácticas en las que los y las jóvenes se envían fotografías y videos de contenido sexualmente explícito, a través de dispositivos inteligentes y teléfonos celulares.

En suma, el cambio es una estrategia de dos puntas. Una es la búsqueda de políticas y acciones hacia la equidad social y económica, y la igualdad política, que contribuyan de manera fundamental a que en los centros escolares se cambien las prácticas y contextos sociales de acoso por otras de ciudadanía en el diálogo, buen trato y educación de los actores educativos. La otra será hacia todas aquellas políticas y acciones sociales –de gobierno, familiares y comunitarias– de protección y amparo de la infancia y la juventud; es decir, de construcción de ciudadanía.

Conclusiones

El acoso y la violencia escolar son temas de interés científico y relevancia social y educativas. La violencia no es solamente un hecho o fenómeno, sino que se expresa a través de actos, el violento y el discursivo. Es decir, las maneras de hablar sobre algunos actos muestran el significado que construyen los actores educativos acerca del acoso, el hostigamiento y la violencia. Así, todo se convierte en el acto violento. Los actos violentos de los actores educativos son un elemento más en las relaciones escolares: entre alumnos, docentes, familias y autoridades escolares.

Hoy en México se estudian los contextos, percepciones, discursos y prácticas escolares de acoso y violencia, que se alejan de la concepción individual y psicológica del problema, y la conciben como un fenómeno social multifactorial, multicultural y multicausal.

A pesar de que hay estudios con métodos cuantitativos y cualitativos, éstos no consiguen ofrecer diagnósticos que permitan comprender el problema y su ubicuidad mediada por los contextos de relaciones sociales, su dimensión histórica y cultural, y su estrecha relación con diversas cosmovisiones y éticas, que forman parte del multiculturalismo de México.

Por lo tanto, la escuela participa en la reproducción cultural y social del acoso y de la violencia, con formas abiertas y naturalizadas de relación y convivencia de los distintos actores educativos. Los resultados, a través de la evidencia fundamental de la literatura científica acerca de la relación que existe entre la victimización y la agresión, y el clima escolar, así como de la construcción de identidades e inequidad de género, suceden en contextos sociales imbricados, tanto con factores materiales y organizativos como humanos.

Referencias

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Recepción: 28/04/2020. Aprobación: 01/06/2020.

Vol. 21, núm. 4 julio-agosto 2020

La no revictimización de las mujeres en México

Dalia B. Carranco Cita

Resumen

La violencia contra las mujeres es, lamentablemente, una realidad muy activa en México. Una mujer víctima, aparte del daño que sufre por el delito, tiene dificultades para acceder a la justicia y sufre del perjuicio de la sociedad. En este artículo conoceremos más acerca de la rama que se encarga de estudiar la llamada revictimización y discutiremos cómo evitar hacer un doble, o incluso más, daño a las mujeres víctimas de un delito.
Palabras clave: victimología, victimización, revictimización, igualdad de género, derechos de las mujeres, violencia contra las mujeres, machismo.

Non-revictimization of women in Mexico

Abstract

Violence against women is, unfortunately, a very active reality in Mexico. A woman victim, aside from the damage she suffers from the crime, has difficulties in accessing justice and suffers from prejudice of society. In this article we will learn more about the branch of study that focuses in the so-called revictimization and we will discuss how to avoid causing double, or even more, harm to women victims of a crime.
Keywords: victimology, victimization, revictimization, gender equality, women’s rights, violence against women, machismo.

¿Cuántas veces no hemos leído un artículo de violencia y/o delitos contra las mujeres? Lamentablemente es algo muy común, tanto que muchas personas se han dejado de impresionar por este tipo de violencia,1 además de los feminicidios que existen en México. Igual de desafortunada es la cantidad de comentarios que leemos en redes sociales o escuchamos en la calle, en los cuales se culpa a la víctima: “saliendo a esas horas y sola, se lo buscó ella misma”, “también por qué anda vestida así”, “antes que agradezca, le hicieron un favor al acosarla”,2 y muchos otros comentarios, tanto de parte de hombres como de mujeres. Todos estos ejemplos son tan sólo una muestra de la cultura misógina instaurada en la sociedad mexicana.

Con este tipo de opiniones y forma de pensar, es muy difícil que las mujeres víctimas se atrevan a denunciar. En especial cuando también se cuestiona el mismo ataque; por ejemplo, para agresiones sexuales: “¿Y por qué hasta ahora denunció? ¡Si ya pasaron años!” o “Yo creo que es mentira o ni la afectó tanto si apenas lo acusó”. Poner en duda el delito mismo o la extensión del daño que tuvo ya es, por sí mismo, un impedimento para las mujeres que buscan obtener justicia. Así, la culpa en la mayoría de las ocasiones es atribuida a las mujeres y, como ya se mencionó, esto tiene raíces en la cultura y educación que recibimos. Pero eso no significa que no podamos hacer algo al respecto, tanto a nivel de leyes y políticas, como a nivel personal.

Luego de que se comete un acto criminal, lo que usualmente viene a nuestra mente es sancionar a quien causó la ofensa, tanto así que muchas leyes y políticas están enfocadas en ello. Sin embargo, esto sólo es la mitad del todo, no debemos olvidar que la regulación del derecho tiene el objeto de proteger a los ciudadanos y esto incluye a las víctimas, la otra importantísima cara de la moneda.

Las víctimas son seres humanos que pasan por situaciones negativas y que quedan indefensas contra las mismas. El Estado tiene la obligación de cuidar que su proceso para obtener justicia y las posibles reparaciones no sean aún más difíciles de lo que ya ha experimentado. De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas, víctima se define como “las personas que, individual o colectivamente, hayan sufrido daños, inclusive lesiones físicas o mentales, sufrimiento emocional, pérdida financiera o menoscabo sustancial de los derechos fundamentales, como consecuencia de acciones u omisiones que violen la legislación penal vigente” (Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, 1985). Como se ve, se trata de una definición intrínsecamente legal, que sirve a los defensores de justicia.

No obstante, la simple ley hecha por estudiosos del derecho ha probado no ser siempre suficiente. La complejidad del ser humano es tal que la legislación y el derecho no bastan para crear políticas que protejan efectivamente a las víctimas. Se requieren de otras disciplinas con un enfoque diferente del ser humano, como la psicología y sociología. Es decir, se necesitan protocolos con enfoque multidisciplinario, para brindar a las víctimas el mejor entendimiento posible; es así como surge la victimología.

La victimología3 no es tan conocida como otras áreas de estudio, a diferencia de la criminología, de la cual tenemos muchas referencias y hasta programas de televisión, donde la manejan como su principal motor. Al igual que la criminología, “está interesada, muy ampliamente hablando, en el estudio de crímenes y delincuentes, [pero] la victimología se enfoca, también ampliamente hablando, en el crimen y sus víctimas” (Dignan, 2005, p.31, ver video 1). La o las víctimas pasan de ser el actor secundario a ser el principal. Ya no son más el personaje pasivo que sufrió un perjuicio, sino toda una entidad humana, con sentimientos, derechos y voz. De acuerdo con Andrew Karmen, poner a las víctimas al centro permite examinar cómo éstas son tratadas por la policía, la fiscalía, los abogados y los jueces. Del mismo modo que los criminólogos evalúan la efectividad de los programas de rehabilitación para los criminales, los victimólogos buscan ver el alcance de los problemas emocionales que las víctimas sufren después de un delito. Y, así como los criminólogos intentan calcular el daño económico y social causado por el delincuente, los victimólogos tratan de estimar las perdidas y gastos que las víctimas padecen debido a los hechos ilícitos (2012, p. 18).



Video 1. ¿Qué es la victimología? (UPV/EHU, 2016).


De allí la importancia de la victimología que, de acuerdo con la Sociedad Mundial de Victimología,4 es el estudio científico del alcance, naturaleza y causas de la victimización criminal, sus consecuencias para las personas involucradas y las reacciones a las mismas por parte de la sociedad, en particular de la policía y el sistema de justicia penal, así como de profesionales y voluntarios en dicho sistema de justicia (citado en Van Dijk, 1997). La victimología busca, pues, visibilizar a la víctima y tomarla como principal sujeto de estudio, para que tanto la legislación como las personas encargadas de ejecutarla tomen las medidas adecuadas a su favor, sin dañarla con acciones u omisiones que le puedan ser perjudiciales. Así, el estudio de la víctima y victimización –y como se verá más adelante de la revictimización– son el centro del estudio de la victimología.

Se le llama victimización al primer acto donde se comete el delito, cuando una persona es agredida. Aquí, a grandes rasgos, surgen dos partes: el perpetrador o criminal y la o las víctimas. Desde ese momento, la persona que padeció el delito ya sufre daños por ese mismo hecho, ya sea físicos, monetarios, psicológicos, etcétera. La revictimización o victimización secundaria se da cuando la misma víctima, aparte del ocasionado por el delito, sufre daño posterior causado por los impartidores de justicia, por la policía, jueces, voluntarios y trabajadores del sistema penal, y por la misma sociedad, incluyendo familiares, comunidades o medios de comunicación. En México, en el Modelo Integral de Atención a Víctimas publicado en el Diario Oficial de la Federación (dof) se definió revictimización como “un patrón en el que la víctima de abuso y/o de la delincuencia tiene una tendencia significativamente mayor de ser víctimas nuevamente. Se entiende como la experiencia que victimiza a una persona en dos o más momentos de su vida, es decir, la suma de acciones u omisiones que generan en la persona un recuerdo victimizante” (dof, 2015). Como acciones de prevención a la revictimización se encuentran “el acompañamiento terapéutico, la reconstrucción de redes sociales, diagnósticos y orientación, así como actividades a largo plazo que impliquen el restablecimiento de los derechos de las víctimas” (dof, 2015).

En el caso de las víctimas mujeres, muchas de ellas prefieren no denunciar ante las autoridades por diversos motivos, uno de los principales es el temor que tienen de que las personas encargadas de escucharlas y permitirles el acceso a la justicia las agredan con una serie de comentarios que las hagan sentir violentadas y poco protegidas. Y es que muchos servidores públicos no suelen tener una educación enfocada a la no revictimización y tienden a agredir con comentarios inadecuados a las víctimas. Aún más, algunos buscan la causa del delito en las acciones de la víctima, justificando al perpetrador.

Así, existe la revictimización “cuando las autoridades muestran mayor interés en su vida privada [de la víctima] que en el esclarecimiento de los hechos y la sanción de los responsables. De esta forma, algunas autoridades administrativas y judiciales no responden con la debida seriedad y diligencia para investigar, procesar y sancionar a los responsables” (Organización de Estados Americanos [oea], 2006-2007, parr. 19). En la legislación mexicana, la Ley General de Víctimas menciona en su artículo 5º que la victimización secundaria se refiere a que:

Las características y condiciones particulares de la víctima no podrán ser motivo para negarle su calidad. El Estado tampoco podrá exigir mecanismos o procedimientos que agraven su condición ni establecer requisitos que obstaculicen e impidan el ejercicio de sus derechos ni la expongan a sufrir un nuevo daño por la conducta de los servidores públicos (dof, 2013).

Sin embargo, el hecho de que muchas de las denuncias de delitos contra mujeres y niñas no sean procesadas debidamente o queden impunes nos muestra ya una enorme traba: se banaliza y minimiza el problema de la violencia contra las mujeres.

Aunado a este temor de la culpabilización e indiferencia de las autoridades, la misma sociedad también influye en el problema. En muchos lugares y comunidades se percibe de forma negativa a una mujer que sufrió abuso, se la rechaza, incluso sus parejas y familiares no las aceptan después de un ataque sexual: “La víctima mujer usualmente encuentra que su persona misma y su estilo de vida están en juicio” (Doerner y Lab, 2012, p. 14). De esta forma, se pierde de vista a los verdaderos perpetradores, al proceso y la investigación necesarios para que el delito no quede impune.

El Estado mexicano tiene la obligación internacional de respetar la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, conocida también como la Convención Belém do Pará (1994),5 que en el capítulo iii menciona que el Estado debe abstenerse de cualquier violencia contra la mujer y velar para que sus autoridades y funcionarios se comporten en conformidad. Aún más, está obligado a tomar las medidas apropiadas, incluyendo leyes, para abolir o modificar prácticas que respalden la tolerancia de la violencia contra la mujer.

En consecuencia, el Estado debe adoptar de manera progresiva una legislación y programas de educación para modificar patrones socioculturales de conducta, con el fin de “contrarrestar prejuicios y costumbres y todo otro tipo de prácticas que se basen en la premisa de la inferioridad o superioridad de cualquiera de los géneros o en los papeles estereotipados para el hombre y la mujer que legitimizan o exacerban la violencia contra la mujer” (Convención Belém do Pará, 1994, artículo 8). Como se había mencionado, la falta de educación acerca de la igualdad de género tiene un rol importante en la revictimización de la mujer y es algo tan interiorizado en la cultura que, a veces, es difícil notarlo. Y es la obligación del Estado combatirlo, con legislación, políticas, protocolos efectivos de seguimiento de la ley y programas de educación que hablen de la igualdad de la mujer y sensibilicen a personas, de todas las edades, respecto al machismo y micromachismos existentes en la cultura mexicana.

Por un lado, es importante no perder de vista que la policía y funcionarios dedicados a la administración de justicia juegan un papel importante al evitar la revictimización de las mujeres. Para ello, capacitarlos en igualdad de género y eliminación de la violencia contra la mujer es primordial. Por otro lado, los medios de comunicación también tienen un papel central en la revictimización. Muchas veces hemos leído encabezados como “La acosada que no pidió ayuda” o “Hayan a mujer muerta por una piedra”, que invisibilizan al hombre que las privó de la vida; o “Manifestaciones feministas desencadenan el suicidio de un profesor”, que culpa a las víctimas o a las personas que las; y otros encabezados que cambian la narrativa de lo que realmente pasó.6 Además, los medios de comunicación han mostrado irresponsabilidad contra la víctima al publicar sus fotografías de forma abierta,7 muchas veces incluso del delito sexual que vivieron. Lo irónico es que normalmente sí cubren las imágenes del presunto culpable.

De esta manera, el Estado tiene, una vez más, la obligación de crear legislación y políticas que gradualmente alienten a los medios de comunicación a elaborar directrices adecuadas de difusión que contribuyan a erradicar la violencia contra la mujer en todas sus formas (Convención Belém do Pará, 1994, artículo 8). Es más sencillo que las políticas públicas que buscan la igualdad de género y erradicar pensamientos antifeministas funcionen si los medios de comunicación las apoyan, porque, queramos o no, son un poder fáctico.

Afortunadamente, ya podemos ver iniciativas que están buscando evitar la revictimización de las mujeres. Muchas organizaciones no gubernamentales (ongs) han impulsado que las mujeres no sean revictimizadas durante los procesos penales ya que, como se ha visto, muchas veces son en éstos donde se trata a la víctima mujer como si ella hubiese ocasionado o realizado el delito. Asimismo, la importancia que tiene la sociedad civil organizada en la lucha contra la revictimización de mujeres es alta. En ocasiones, además de las comisiones de derechos humanos, las organizaciones no gubernamentales8 son los únicos lugares a los que pueden asistir las mujeres, sin perjuicios.

En el mismo sentido, las investigaciones en la academia en favor de la no revictimización de las mujeres también ayudan a visibilizar el problema:

La investigación feminista, la cual ha sido una fuerza impulsora importante para explicar la victimización de las mujeres, enfatiza que la victimización se ratifica a través de estructuras de poder que colocan a los hombres sobre las mujeres y son apoyados por el patriarcado cultural (Zaykowski y Campagna, 2014, p. 457).

Entre más estudios se encuentren de este problema, menos podrá ser ignorado y sus posibles soluciones tendrán que ser impulsadas. También es necesario que en el futuro existan aún más estudios feministas en Latinoamérica con el enfoque multidisciplinario que nos brinda la victimología.

La batalla de la igualdad de la mujer está lejos de completarse. Aún ahora en diversos lugares del mundo seguimos viendo cómo los procuradores de justicia y la sociedad en general tienden a revictimizar a las mujeres. Tenemos que garantizar la debida diligencia de los procesos de justicia, que los delitos de género sean atendidos adecuadamente, y que durante todo proceso de impartición de justicia con servidores públicos, éstos busquen no revictimizar a la víctima. Además, ayudaría mucho impartir programas de victimología y género para los policías y servidores públicos porque, como se mencionó, también tiene que existir una educación oportuna para evitar revictimizar a una mujer y para erradicar ideas discriminatorias que afectan la igualdad de género.

Concluyo este texto con una reflexión de la importancia de incrementar la visibilidad de los derechos de las víctimas, de estar conscientes de lo que sufren aún después del acto criminal. Hay que evitar juzgarlas sin conocer toda la historia. El saber que hay una serie de problemas para las mujeres en el acceso a la justicia y ubicar cuáles son los puntos que se deben mejorar nos ayudará a que: el sistema impartidor de justicia se gane la confianza de las mujeres víctimas, el legislador incluya más teorías de victimología y género en sus propuestas de leyes; la sociedad se concientice del daño que puede hacer con comentarios y acciones negativas contra víctimas mujeres, y a que los medios de comunicación adopten directrices internas enfocadas a la no revictimización. Así, en un futuro, podremos brindar a las víctimas mujeres de crímenes, como agresiones sexuales, violencia familiar, acoso laboral, entre muchísimos otros, una protección más amplia y estructural.

Referencias



Recepción: 26/04/2020. Aprobación: 22/05/2020.

Vol. 21, núm. 4 julio-agosto 2020

De brujas y mujeres

Morgana Carranco Cita

Resumen

Existe una asociación entre brujas y mujeres. Pero ¿cuál es la razón de ello? ¿Hay algún acontecimiento que lo justifique? En este artículo, mediante algunas consideraciones históricas, se trata de elucidar el vínculo entre estos dos conceptos.
Palabras clave: bruja, mujer, hechicera, caza de brujas, feminismo.

Of witches and women

Abstract

There is an association between witches and women. But what is the reason for it? Is there an event that justifies it? In this paper, through some historical considerations, we try to elucidate the connection between these two concepts.
Keywords: witch, woman, sorceress, witch hunt, feminism.

“Eres una Bruja por el hecho de ser mujer,
indómita, airada, alegre e inmortal”

Robin Morgan

“A las numerosas brujas que he conocido en el movimiento feminista
y a otras brujas cuyas historias me han acompañado
durante más de veinticinco años
dejando […] un deseo inagotable por contarlas,
por hacer que se conozcan,
por asegurar que no serán olvidadas”

Silvia Federici

¿Son siempre mujeres las brujas?

En varias ocasiones me he preguntado por qué existe la asociación entre brujas y mujeres. No es que no haya excepciones, pero cuando pensamos en una bruja casi siempre figuramos a una mujer. Cuando visualizamos a un hombre con magia, en cambio, se trata de un mago. Aún más, subsiste una connotación negativa hacia las brujas. ¿Cuál es la razón? ¿Hay algún acontecimiento histórico o alguna explicación lógica que lo fundamente? La respuesta no es sencilla. A pesar de toda la información al respecto (ver video 1) y de las múltiples explicaciones ofrecidas, no parece haber un argumento único que aclare dichos cuestionamientos. Por ello, es mi intención en este artículo explorar algunas de los motivos por los que se da dicho vínculo.



Video 1. El origen de las brujas (TikTak Draw, 2019).


La hechicera de la Antigüedad clásica

Para que exista la figura de la bruja, debe de haber un sistema que la admita,1 una cosmogonía que la propicie.2 Así, el estudioso Julio Caro Baroja plantea que en la Antigüedad clásica,3 la magia y la religión están unidas, mediante la convergencia en su campo de acción. A pesar de que el pensamiento mágico opera en “el campo del deseo y de la voluntad […] en tanto en cuanto la mente humana se somete de modo fundamental a ideas de acatamiento, agradecimiento y sumisión, sigue dentro del campo de los sentimientos religiosos” (2003, p. 49).4

De esta manera, en el mundo clásico, la magia benéfica no sólo era lícita, sino hasta imprescindible, pues había profesionales que se dedicaban a ella, como sacerdotes y médicos. Sin embargo, en un ámbito más cotidiano, cuando alguna persona tenía el deseo de alcanzar un objetivo, podía recurrir a medios más allá de los naturales para obtenerlo, mediante un mago o sacerdote, o una hechicera (Caro Baroja, 2003).

La hechicería, en este contexto, sería la magia negra, en el sentido de que se asocia con la noche, con lo oculto, lo maléfico; a aquella se le opone la magia blanca, vinculada con el día, lo público, lo bueno (Caro Bajora, 2003, p. 52). Siendo así, también hay una relación –evidente– entre la noche y la luna, así como de ésta última con el ciclo menstrual y con la mujer. Llegamos, de este modo, a la primera razón por la que se da la asociación entre mujer y bruja, que tal vez haya “podido contribuir a que se establezcan otras más complicadas, a través de vías menos claras, subconscientes” (Caro Baroja, 2003, p. 33, ver imagen 1).

Imagen 1. Existe un vínculo entre lo femenino, el ciclo menstrual, la luna y la noche.

Es de esta manera cómo se une a la noche y a la luna con ciertas divinidades del inframundo como Diana, Selene o Hécate, que se vinculan, a su vez, con sus adeptas, Circe y Medea; y ellas con la figura de la hechicera. En consecuencia, en el mundo clásico, existe evidencia de la creencia en mujeres que realizaban hechizos, especialmente de amor, que eran alcahuetas, que invocaban fenómenos naturales o enfermedades, capaces de metamorfosearse, expertas en las hierbas, venenos y perfumes, y que se reunían bajo la protección de la noche para adorar a Hécate o Diana (Caro Baroja, 2003, 70-71). Así, desde la Antigüedad clásica, se observan las conexiones, a veces evidentes, otras no tanto, entre la mujer y la hechicera.

De hechicera a bruja

Los vínculos de las mujeres y de las hechiceras de la Antigüedad clásica se reestructuran entre finales del Medievo e inicios del Renacimiento, cuando las hechiceras se convierten en brujas. Hay dos eventos que consolidan el imaginario brujeril. El primero ocurre el 5 de diciembre de 1484, con la emisión de la bula Summis desiderantes affectibus. En ella, el papa de Inocencio viii reconoce la existencia de las brujas y sus poderes, y las califica de amenaza.

El segundo evento que afianza la figura de la bruja fue la publicación, en 1487, del Malleus maleficarum, o El martillo de las brujas (ver imagen 2), atribuido a dos frailes dominicos: Heinrich Kramer y Jacob Sprenger.5 En dicho tratado, primero, se trata de convencer al lector de la existencia de las brujas, al hacer un breve recorrido de la historia, filosofía y teología de la brujería. Posteriormente, se delimitan sus características. Y, al final, se comparten los medios para descubrirlas y acabar con ellas. De esta manera, el concepto de bruja, a través de la publicación de dicho libro, se vuelve “netamente cristiano porque representa a la bruja como la imagen invertida del buen cristiano: adora al Diablo en lugar de a Dios” (Nathan Bravo, 1997, p. 22).

Imagen 2. Portada de la séptima edición de Colonia de El martillo de las brujas, escrito en 1486 y publicado en 1487 (Malleus maleficarum, 1520).

La hechicera se convierte en bruja al agregársele ciertos elementos. El primero, el sabbat o aquelarre, las asambleas de brujas en el campo, donde se burlan de los ritos cristianos, adoran al Demonio y se unen carnalmente con él y con otros de sus seguidores. Segundo, el pacto con el diablo (ver imagen 3). El sabbat es importante puesto que socializa, hace colectiva, la hechicería, que hasta entonces era mayoritariamente individual, además de que sustituye el culto a Hécate o a Diana por el del Demonio. El pacto hace que la bruja deje de ser una hechicera, que pierda sus capacidades transmitidas de madre a hija y/o descubiertas y aprendidas por sí misma. Ya no es esa mujer que sabe cómo curar, que conoce las hierbas y sus propiedades, que puede atender los partos y la sexualidad femenina. Se convierte en una sirviente, una criada, del Diablo:

[…] se incorporó la idea teológica de que los males que ésta causaba se debían a la existencia de un pacto con el Diablo, o por el poder que éste les otorgaba. De acuerdo con lo anterior, era el ser maligno quien le enseñaba a la bruja qué fórmulas pronunciar, qué objetos utilizar y cómo manipularlos para producir los maleficios (Blázquez Graf, 2014, p. 32).

Imagen 3. El pacto con el Diablo es una característica que define a la bruja medieval-renacentista y a la bruja en general. Se parece mucho al pacto con el señor feudal, propio de la época (Smootz, 1608).

Así, “el concepto de hechicera pertenece a un conjunto de ideas mágicas que […] se encuentran dispersas y con tenues relaciones entre sí. En cambio, el concepto de bruja remite a una demonología, a una teoría sistemática sobre el Diablo y las brujas, en la cual se establecen con precisión las relaciones entre sus modos de actuar, sus propósitos, etcétera” (Nathan Bravo, 1997, p. 23).

En consecuencia, el Malleus maleficarum desempeña dos funciones claves en la persecución de las brujas: por un lado, la sistematiza al definir qué se considera una bruja, por qué es peligrosa y cómo cazarla (ver video 2); y por otro, fija el vínculo entre mujeres y brujas. Al respecto, contiene un capítulo titulado “Acerca de las brujas que copulan con demonios. Por qué las mujeres son las principales adeptas a las malvadas supercherías”, con dos secciones: “Por qué la brujería se encuentra, por sobre todo, en las mujeres” y “Qué clase de mujeres es vista como supersticiosa y bruja antes que ninguna otra”. Entonces, según El martillo de las brujas, la maldad es algo propio de las mujeres. Además del pecado original, menciona que las mujeres son más supersticiosas que los hombres, crédulas, de mente débil e impresionables. Es precisamente por esta supuesta debilidad mental, y corporal, que “no resulta extraño que caigan en mayor medida bajo el hechizo de la brujería” (Kramer y Sprenger, 2016, p. 118).



Video 2. 8 rasgos por los que antiguamente serías bruja (Supercurioso, 2017).


Controlar a las mujeres

El componente religioso fue clave no sólo para definir a la bruja, sino para propiciar su caza (ver imagen 4). En parte, esto se debe a que en la nueva concepción cristiana, el mundo está dividido entre los que sirven a Dios por un lado, y al Demonio, por otro (Caro Baroja, 2018, p. 107). “Ya no solamente había creencias rectas y creencias siniestras, torcidas: había creencias superiores y creencias inferiores” (Caro Baroja, 2018, p. 107), y había que terminar con ellas.

Imagen 4. Entre los siglos xv y xviii se da el fenómeno conocido como la caza de brujas. En él, de acuerdo con la investigadora Anne L. Barstow, se acusaron aproximadamente a 200,000 mujeres y, entre ellas, 100,000 fueron asesinadas (cit. en Federici, 2015, pp. 268-269). Imagen: Wick, 1585.

Sin embargo, la caza de brujas es un proceso con multicausal. La sistematización de las ideas de brujería se da en un momento histórico único, en el cual se estaba llevando a cabo un ajuste en todos los ámbitos, por lo que las diferentes ideologías también se estaban acoplando a este cambio de paradigma, lo que implicó un reacomodo en las estructuras sociales, políticas y económicas. En lo que respecta a la asociación de brujas y mujeres, hay dos razones que propician la caza de brujas.

Por un lado, las hechiceras desempeñaban diversas labores: parteras, nodrizas, curanderas, perfumistas, cocineras. Por ello, habían desarrollado ciertos conocimientos que les eran propios. Éstos, no obstante, “fueron considerados sospechosos y amenazantes, pues atentaban probablemente contra las instituciones nacientes del poder político, religioso y científico” (Blázquez Graf, 2008, p. 31).

De este modo, la académica Norma Blázquez Graf propone que “en los procesos de brujería no sólo se perseguía a la magia o a las mujeres sino a la magia de las mujeres, y que una de las principales razones para perseguirlas era una intolerancia a los conocimientos relacionados con la sexualidad y la vida que dominaban y practicaban desde épocas ancestrales, y que era necesario controlar” (2008, p. 30).

Por otro lado, es importante hacer notar que en la misma época de la caza de brujas se estaba instaurando el sistema capitalista. Por consiguiente, y de acuerdo con la evidencia de que la mayoría de acusadas y asesinadas fueron mujeres, la filósofa Silvia Federici plantea que la persecusión de brujas “fue un ataque a la resistencia que las mujeres opusieron a la difusión de las relaciones capitalistas y al poder que habían obtenido en virtud de su sexualidad, su control sobre la reproducción y su capacidad de curar” (2015, p. 281, ver video 3).



Video 3. La Caza de Brujas en Silvia Federici: Mujer, Sexualidad y Capitalismo (Quiltro, 2018).


Asimismo, en su libro Calibán y la bruja: mujeres, cuerpo y acumulación originaria (ver video 4), Federici expone que se buscaba alcanzar el control sobre la sexualidad de la mujer porque los cuerpos de las mujeres tenían que estar “bajo el control del estado y [ser] transformados en recursos económicos” (2015, p. 281). De este modo, se prohibieron ciertos comportamientos y se apoyaron otros, y la mujer, mediante una sexualidad únicamente productiva, pasó a ser la generadora de la fuerza de trabajo que se necesitaba.



Video 4. Silvia Federici habla sobre su libro Calibán y la bruja (Zur pueblodevoces, 2017).


¿Quién define a las brujas, a las mujeres?

Hasta ahora nos hemos encontrado con concepciones de las brujas y las mujeres que han sido construidas por alguien más. Son las élites religiosas, los inquisidores con sus manuales, los juzgados civiles, los que toman la palabra para darles forma, para resaltar ciertos rasgos, ocultar y crear otros. Así, al no estar definidas por un discurso propio, se convierten en el enemigo, y por ello son siempre marginales y se les adjudica lo que la institución hegemónica considere conveniente. Las brujas, entonces, encarnan la otredad, lo que “hace de su posible discurso un discurso corrompido, atravesado por voces que no son la suya y que la sofocan” (Cohen, 2018, p. 33).

Las brujas empiezan a adueñarse de su voz hasta el siglo xx, cuando surgen asociaciones que conscientemente se adscriben a algunas características de las hechiceras o de las brujas medievales-renacentistas. Por un lado, ciertos individuos se reconocen brujos –destaco la inclusión de ambos sexos–, al considerar la brujería como “una suerte de religión pagana muy antigua, con cultos de fertilidad, invocaciones a los espíritus, uso de círculos mágicos, etcétera, y que, al igual que las religiones establecidas, ofrece un camino de salvación” (Nathan Bravo, 1997, p. 25). Aquí entran las congregaciones wiccas y otros caminos espirituales neopaganos. Por otro, también hay grupos satanistas que se identifican como brujos, y que “se caracterizan por adorar al Diablo” (Nathan Bravo, 1997, p. 25).

De la misma forma, distintas agrupaciones feministas han retomado el término bruja como bandera de su fuerza y poder. Harta de los abusos en su contra, la mujer torna a la colectividad para que un símbolo tan grandioso como el de la bruja las vincule y las acerque. Como ejemplo está “la creación de witch (bruja) [Women’s International Terrorist Conspiracy from Hell], una red de grupos feministas autónomos que jugó un papel importante en la fase inicial del movimiento de liberación de las mujeres en Estados Unidos” (Federici, 2015, p. 267). Después, “el acrónimo inicial fue reformulado con otros significados, según la causa. Otro grupo que usó el mismo anagrama –Women Inspired To Commit Herstory– se inspiró en la retórica del crimen, identificando prácticas académicas como la lectura, la escritura y la enseñanza de la magia y la brujería como objetos de persecución” (Broad, 2014, p. 10, imagen 5).

Imagen 5. Integrantes de witch Boston, con carteles en oposición de las protestas contra la libertad de expresión de Boston el 19 de agosto de 2017 (GorillaWarfare, 2017).

Soy mujer, soy bruja

La bruja, por muchos años, estuvo definida por quienes dominaban su entorno. Es hasta hace poco que la voz de la enunciación cambió, y la bruja se construyó a sí misma. Al dejar de ser el otro, al estar determinadas por ellas mismas, las asociaciones mencionadas pueden elegir los atributos que prefieran, tomar el símbolo de la bruja y resignificarla. Ahora, la voz que define a las brujas proviene de ella misma, no está controlada por alguien más; y, al colocarse en el centro, se construye a sí misma, ya no silenciada o invisible, si no como un ente que ostenta el poder, que sabe cómo usarlo y que va a hacerlo.

Efectivamente, como lo asienta Robin Morgan, una de las feministas y activistas cofundadoras del primer witch:

Las brujas siempre han sido mujeres que se atrevieron a ser valerosas, agresivas, inteligentes, no conformistas, curiosas, independientes, liberadas sexualmente, revolucionarias […] witch vive y ríe en cada mujer. Ella es la parte libre de cada una de nosotras […] Eres una Bruja por el hecho de ser mujer, indómita, airada, alegre e inmortal (cit. en Federici, 2015, p. 267, ver imagen 6).

Imagen 6. Muchas mujeres hoy en día se consideran a sí mismas como brujas. Así, la bruja se ha convertido en un símbolo de fuerza y de lucha.

Es por ello que muchas mujeres en la actualidad se consideran brujas, porque son herederas de las injusticias que sufrieron sus antecesoras históricas y que hoy en día seguimos viviendo las mujeres. Porque son independientes, porque no están dispuestas a supeditarse al patriarcado, porque con su actitud y su forma de ver el mundo desestabilizan la estructuras hegemónicas, porque asumen y promueven el derecho de elegir sobre sexualidad y su cuerpo, porque se interpretan y se definen a sí mismas. Este tipo de brujas ya se ha resignificado y se transfigura y autodefine cada día. Y esta bruja busca generar un cambio en la concepción del mundo, la cual, por muchos años, la determinó a ella.

Referencias

  • Blazquez Graf, N. (2008). El retorno de las brujas: Incorporación, aportaciones y críticas de las mujeres en la ciencia. Universidad Nacional Autónoma de México, Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades.
  • Blázquez Graf, N. (2014). Los conocimientos de las brujas: Causa de su persecución. En M. Fe (Ed.), Mujeres en la hoguera: Representaciones culturales y literarias de la figura de la bruja (pp. 31–39). Universidad Nacional Autónoma de México.
  • Broad, C. (2014). Introducción. En M. Fe (Coord.), Mujeres en la hoguera: Representaciones culturales y literarias de la figura de la bruja (pp. 7–15). Universidad Nacional Autónoma de México.
  • Caro Baroja, J. (2003). Las brujas y su mundo. Alianza Editorial. (Publicado originalmente en 1961).
  • Cohen, E. (2018). Con el diablo en el cuerpo: Filósofos y brujas en el Renacimiento. Universidad Nacional Autónoma de México.
  • Federici, S. (2015). Calibán y la bruja: Mujeres, cuerpo y acumulación originaria (V. Hendel y L. S. Touza, Trads.). Tinta Limón Ediciones. (Publicado originalmente en 2004).
  • GorillaWarfare. (2017, 19 de agosto). W.I.T.C.H. Boston counterprotesters at the Boston Free Speech rally [fotografía]. https://en.wikipedia.org/wiki/File:W.I.T.C.H._Boston_counterprotesters_at_the_Boston_Free_Speech_rally.jpg
  • Kramer, H., y Sprenger, J. (2016). Malleus maleficarum. El martillo de los brujos. Distribuidora Editorial Más Libros. (Publicado originalmente en 1487).
  • Malleus maleficarum [portada de la séptima edición de Colonia]. (1520). https://en.wikipedia.org/wiki/File:Malleus.jpg
  • Nathan Bravo, E. (1997). Territorios del mal: Un estudio sobre la persecución europea de Brujas. Universidad Nacional Autónoma de México.
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  • Supercurioso. (2017, 9 de marzo). 8 Rasgos por los que antiguamente serías BRUJA [video]. YouTube. https://youtu.be/UtJGvyHk2CM
  • TikTak Draw. (2019, 23 de octubre). EL ORIGEN DE LAS BRUJAS | Draw My Life [video]. YouTube. https://youtu.be/HxadwVn7KkI
  • Wick, J. J. (1585, 4 de noviembre). Wickiana5 [ejecución de tres brujas en Baden, Suiza, ilustración de Wickiana]. https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Wickiana5.jpg
  • Zur pueblodevoces. (2017, 26 de julio). Calibán y la bruja [video]. YouTube. https://youtu.be/GdijSEwAHz8


Recepción: 17/05/2020. Aceptación: 29/05/2020.

Vol. 21, núm. 4 julio-agosto 2020

De hombres y machos: el género y las masculinidades en la vida cotidiana

Ricardo Ayllón González Cita

Resumen

En el presente artículo se definen los conceptos de género, masculinidades, masculinidad hegemónica, machismo y códigos culturales. Asimismo, se aborda el tema de las masculinidades alternativas y se habla acerca de la posibilidad del cambio en los hombres.
Palabras clave: género, masculinidad, machismo, masculinidad hegemónica.

About men and machos: Gender and masculinities in everyday life

Abstract

In this article the concepts of gender, masculinities, hegemonic masculinity, machismo and cultural codes are defined. In addition, the topic of alternative masculinities is addressed and the further possibility of change in men is discussed.
Keywords: gender, masculinity, machismo, hegemonic masculinity.

Introducción

Los días 8 y 9 de marzo de 2020 se llevó a cabo un hecho histórico: las mujeres de México se unieron para protestar en contra de la violencia que se vive hacia ellas, y en rechazo a la impunidad y al silencio cómplices. La consigna “El 9, ni una se mueve” fue real: las calles de la Ciudad de México extrañaron a las mujeres, porque su ausencia fue evidente. Como una respuesta obligada y necesaria, diversas instituciones académicas, de gobierno, privadas y sociales convocaron a algunos hombres para iniciar una primera reflexión o, en algunos casos, continuarla, acerca de las masculinidades, el machismo, la responsabilidad que nos compete ante la realidad social de la violencia —a propósito de la avasallante manifestación de mujeres— y lo que hemos hecho para frenarla.

Ocurrió de la misma manera que en los movimientos de mujeres de los años sesenta del siglo pasado: las reflexiones de los hombres van apareciendo; algunos van sumándose, dialogando y “cuestionándose” su ser hombres, a partir de que ellas levantan la voz, buscan visibilizar las condiciones de explotación, segregación, subordinación, discriminación, desigualdad, opresión, exclusión y violencia que han experimentado a lo largo de la historia (Núñez, 2016). Este texto continuará contribuyendo con algunas de esas reflexiones.

Del género a la masculinidad

Es necesario revisar cómo nos hemos construido como hombres y la forma en que nos relacionamos tanto con las mujeres como con otros hombres; esto lo podemos abordar desde el concepto género.

Por género entendemos al sistema de significados, normas, prácticas y representaciones construidas social y culturalmente con base en características relacionadas con el sexo de las personas. Este conjunto de prácticas determina una serie de comportamientos asociados con tales características que derivan en atribuciones sociales impuestas a uno y otro sexo, involucrando relaciones de poder y desigualdad entre lo femenino y lo masculino (Leñero, 2010).

Aprendemos a ser mujeres y hombres acorde al espacio físico, social y cultural en el que nos desarrollamos y convivimos. Es un proceso de aprendizaje complejo y dinámico que se refuerza y cambia constantemente a lo largo del curso de vida. Sin embargo, no sólo aprendemos, también enseñamos a otras y a otros cómo ser mujeres y hombres.

Por su parte, la masculinidad es el conjunto de todos los significados, las conductas y los códigos que se construyen socialmente y que se atribuyen a lo que un hombre “debe ser” (Connell, 2003). Son ideas, creencias que nos impone la sociedad y la cultura a los hombres en nuestras formas de ser, decir, actuar y pensar.

Se habla de masculinidades (ver video 1), en plural, porque hay muchas formas de vivirse como hombres (Connell, 2003). Sin embargo, hay comportamientos que son comunes en gran parte de nosotros (De Keijzer, 2010):

  • La actitud de sentirse superiores a las mujeres.
  • Ser el principal proveedor económico de la familia.
  • El uso de alguna forma de violencia para imponerse y ejercer un control hacia otras y otros.
  • Creer que la heterosexualidad es vista como la única forma de vivir la sexualidad, además de poner al sexo y, en especial, al coito como centro y/o eje de las relaciones con las mujeres (Heilman, Barker y Harrison, 2017).

Video 1. Masculinidades

Un tipo de masculinidad es la masculinidad hegemónica, la cual se refiere a los modos de ser hombre que se valoran socialmente y actúan como punto de referencia para los hombres, a la vez que buscan y hacen legítima la subordinación de las mujeres respecto de los hombres, haciendo de la violencia un eje rector para mantener el control y ejercer un abuso de poder sobre todo lo referente al mundo femenino (Connell, 2003).

Por otra parte, existen las llamadas masculinidades subordinadas, en las que se incluirían a quienes se considera inferiores como los niños, adultos mayores, personas de la comunidad lgbtttqi1 entendiendo que éstos son subordinados a aquéllos que ostentan la masculinidad hegemónica (Connell, 2003).

Esta serie de conductas que tienen como fin dominar a las mujeres o a esos grupos subordinados se le llama machismo. Éste se compone de conductas, comportamientos y creencias que promueven, reproducen y refuerzan diversas formas discriminatorias contra las mujeres. Se construye a través de la polarización de los roles y estereotipos que definen lo masculino de lo femenino. Su principal característica es la degradación de lo femenino; su mayor forma de expresión es la violencia en cualquiera de sus tipos en contra de las mujeres (Ramírez, 2000).

En México se ejerce más violencia contra las mujeres que en otros. De hecho, en las calles de nuestro país, las mujeres no pueden caminar seguras, ya que hay un “permiso” social que repercute en todos los aspectos, desde que sean invadidas con palabras o con “piropos”, hasta el feminicidio.

Las ideas acerca de cómo debemos ser los hombres también nos coloca en una triada de riesgo hacia mujeres y niños, hacia otros hombres y hacia uno mismo (ops, 2019). Nos pone en situaciones de riesgo y, paradójicamente, nos hace más vulnerables (ver video 2). Según datos de la ops (2017), los hombres tienden a morir en mayor proporción (718.8/100 000 hombres frente a 615.1/100 000 mujeres). Sin embargo, tres de las causas principales de muerte están vinculadas al ejercicio de la masculinidad, y sus consecuencias muestran una enorme diferencia: la violencia interpersonal (en la que destacan los homicidios, con una razón de 7 hombres por mujer), los traumatismos debidos al tránsito (3 por 1) y la cirrosis hepática (más del doble), cuya primera causa directa es el consumo de alcohol. Estos motivos se asocian a las conductas esperadas en los hombres en virtud de una masculinidad hegemónica con expresiones tóxicas (ops, 2017, p. 7).


Video 2. Por qué los derechos de las mujeres son importantes para los hombres.

Códigos culturales

A las ideas o creencias que guían y dictan el comportamiento de los hombres se les llama códigos (Ramírez, 2000). Existen códigos que forman parte de la vida social y de la cultura que vamos aprendiendo y reproduciendo en la vida cotidiana, en nosotros mismos y en nuestros vínculos. Algunos de estos códigos culturales para los hombres son:

  • Tener fortaleza física.
  • Expresar emociones como el enojo, la ira, la frustración y, por otro lado, limitar la expresión de la tristeza, el afecto, el miedo, la ternura.
  • El uso de la razón sobre las emociones.
  • Sentirse invulnerables.
  • Poco o nulo cuidado del cuerpo, la salud física y emocional.
  • Someterse a situaciones de alto riesgo.
  • Estar en espacios públicos (en la calle y no dentro de casa).
  • No hacerse cargo de actividades domésticas y cuidado de otros.
  • La falta de empatía por las emociones de otras personas.
  • Mirar a las mujeres como un objeto sexual.
  • Uso del albur como un recurso para someter y denigrar a otros hombres.
  • Uso del alcohol y otras drogas (De Keijzer, 2010; Heilman, Barker y Harrison, 2017).

Las creencias acerca del comportamiento de los hombres son producto de aprendizajes heredados y reproducidos casi incuestionablemente generación tras generación. No obstante, es importante saber que, en cuestión de aprendizajes, podemos también desaprenderlos y aprender otras formas de vivirnos como hombres.

Las posturas de los hombres ante el tema de género y masculinidades


En nuestro país podemos ver en los hombres distintas formas de reaccionar ante las reflexiones y los temas antes mencionados:

  • El hombre fiel al machismo.2 Es el hombre que, ya sea que desconozca toda información al respecto del género y las masculinidades y siga su vida de acuerdo a los códigos hegemónicos, o bien, que conozca del tema y lo viva con enojo y le provoque un verdadero problema los posibles cambios en las formas de relacionarse.
  • El macho “progre”. Es el hombre que tiene un discurso de género e igualdad, pero sus actitudes siguen basándose en creencias y prácticas machistas (Canales, L. y Redacción Malvestida, 2018).
  • Hombre en proceso de cambio.3 Es el hombre que sigue ejerciendo violencia en algunas de sus formas, aunque promueve una reflexión interna y trata de asumir una responsabilidad para realizar acciones de transformación en su persona y en sus vínculos desde una masculinidad alternativa.

Masculinidad alternativa

En los últimos años, se ha propuesto el término masculinidad alternativa4 al modelo hegemónico o machista de ser hombre.

La masculinidad alternativa es una corriente/discurso que promueve conductas y actitudes entre los varones orientadas hacia la igualdad entre hombres y mujeres en todos los ámbitos de las relaciones interpersonales. Implica los siguientes aspectos:

  • Cuestionar el modelo hegemónico de ser hombre.
  • Detener la violencia masculina.
  • Aprender a solucionar pacíficamente los conflictos.
  • Promover el autocuidado y cuidado de los otros y otras.
  • Contactar con las emociones.
  • Ejercer una vida sexual sana, responsable y global, más que sólo genital.

La masculinidad alternativa representa una posibilidad de cuestionar y modificar las realidades del ser hombre.

El cambio es posible

En mi práctica como psicólogo y psicoterapeuta considero que la posibilidad de cambio es posible, en especial a partir de situaciones de crisis. Algunas de estas crisis pueden ser la separación, divorcio o ruptura de la pareja, el mandato judicial de restricción a la familia, alguna situación de enfermedad o muerte, el nacimiento de algún hijo o hija, situaciones de desempleo o algunas crisis de edad, ya sea que se llegue a los treinta, cuarenta o cincuenta años.

En este período de contingencia sanitaria también han aflorado e incluso exacerbado las situaciones críticas, debido a que las condiciones en las que se pueden seguir los mandatos sociales de ser hombre se han modificado. Los hombres se encuentran en casa confinados y no en las calles, o bien, en el espacio público. En algunos casos se ha trastocado su papel de proveedor, y no saben cómo manejar en su convivencia cotidiana la frustración, estrés, miedo e incertidumbre que la amenaza a la salud y a la vida les genera.

Por lo tanto, también la contingencia sanitaria puede ser vista como un momento de oportunidad y apertura; un momento coyuntural para promover acciones de cambio en los hombres. Como hemos venido haciendo, en esta época se han utilizado campañas, videos (ver video 3),5 carteles con mensajes para acercar a los hombres a algún tipo de atención virtual y telefónica, promoviendo además la asistencia presencial posterior a la emergencia de salud que vivimos.


Video 3. Los hombres y el #AislamientoSinViolencia: Estar bien con la familia (parte 1).

A manera de cierre y recomendaciones

Consideramos fundamental que los hombres de todas las edades iniciemos o continuemos con la reflexión y el trabajo personal y de transformación que empezamos a ver a inicios del mes de marzo. Ahí encontramos a muchos hombres preguntarse: ¿qué puedo hacer yo?, ¿qué me toca hacer como hombre? Un primer paso es detenerte a pensar de dónde provienen tus ideas, tus creencias sobre ser hombre y sobre ser mujer, así como cuestionar si son formas hegemónicas o si van orientadas hacia la igualdad y la no violencia.

Buscar información tanto teórica como de trabajo vivencial para promover el cambio puede ser el siguiente paso, ya sea buscando apoyo de alguna persona especializada o asistiendo a alguna de las instituciones sociales que brinden esta ayuda. Así podrás identificar si estás cometiendo alguna forma de violencia, y tener presente que ésta va desde la física hasta la psicológica.

El cambio es posible: otra forma de ser hombre, desde el respeto y el buen trato6 lo puedes iniciar en ti y en tus vínculos, aún con el contexto en el que vivimos. Recuerda que con tu propio comportamiento también enseñas a otras personas cómo ser hombres y cómo relacionarse con los demás. Desde una cultura diferente, de buen trato, se podrán generar actitudes de responsabilidad activa hacia el cuidado, el respeto, la noviolencia7 y la igualdad, para construir en conjunto una sociedad mejor.

Referencias



Recepción: 27/04/2020. Aceptación: 22/05/2020.

Vol. 21, núm. 4 julio-agosto 2020

Acompañando abortos, transformando el mundo

Jazmín Zarco Iturbe y Oriana López Uribe Cita

Resumen

El aborto es parte de la vida de las mujeres*. En este artículo se aborda el estado actual del aborto en México y el proceso de transformación del contexto legal y social que permiten que, cada vez más, el aborto se viva de manera segura y acompañada, libre de miedo y estigma. Desde 2009, Fondo maria participa activamente en esta transformación brindando información y acompañando a mujeres* para que puedan elegir libremente sobre sus cuerpos, y hablar orgullosamente de aborto.
Palabras clave: aborto, acompañamiento, doulas, derechos sexuales, derechos reproductivos, interrupción legal del embarazo, ile.

Accompanying Abortions, Transforming the World

Abstract

Abortion is part of women*’s lives. This article deals with the current state of abortion in Mexico and with the process of transforming the legal and social context that allows abortion to be lived in a safe and accompanied manner, free of fear and stigma. Since 2009, maria Fund has been actively participating in this transformation, providing information and accompanying women*, so that they can freely choose about their bodies and speak proudly about abortion.
Keywords: abortion, accompaniment, doulas, sexual rights, reproductive rights, legal termination of pregnancy.

#TodasSomosMARIA

María no desea ser madre.

María está estudiando la universidad y ama su carrera. Tiene muchos planes para el futuro. La maternidad no es uno de ellos.

María no quiere tener más hijos. Su pareja le dijo que se había hecho la vasectomía. Era mentira.

María tiene 23 años. Hace dos meses un amigo de la familia la violó.

María desea ser madre, pero con la pandemia tanto ella como su pareja perdieron su empleo. Sus planes han cambiado.

María se fue de su casa porque su padre era violento y en su entorno esa violencia se consideraba normal. Tiene un retraso, pero no ha podido hacerse ningún tipo de prueba porque no tiene dinero para ello. Por el momento está desempleada.

María usaba siempre condón. No sabe qué pasó.

María tomaba un medicamento para el acné. Pese a que tenía un diagnóstico de infertilidad, quedó embarazada. El medicamento es teratogénico, habrá malformaciones en el producto y su vida corre riesgos.

María es madre soltera y acaba de perder su empleo. Tomó la pastilla de emergencia, pero no funcionó.

María tiene 14 años y estudia la secundaria. No quiere ser mamá.

María tiene tres hijos. Después su segundo parto pidió que le ligaran las trompas, pero los doctores no quisieron hacerlo porque era muy joven.

María ha decidido que quiere abortar.

Hablar de aborto es hablar de nosotras, el valor de nuestros sueños y planes. Razones para abortar hay en cantidad y diversidad, hay más que mujeres*.1 Cada vez que una mujer* aborta, ella es la única que conoce la situación en la que se encuentra en ese momento, sus posibilidades, sus planes y deseos; es la única que puede tomar la decisión pues ella es la experta en su vida y ella sabe de quién quiere la opinión, pero la decisión es suya, así debería ser.

El aborto se puede vivir en compañía de gente amorosa y que valora nuestra capacidad de decidir, que nos apoya para atravesar un momento que puede ser complejo o doloroso. El silencio y la soledad van quedando atrás, cada vez somos más quiénes levantamos la voz y abrimos espacios y plataformas para escucharnos y así ir soltando el pudor, la culpa o el miedo que nos han hecho sentir por mucho tiempo. Todas merecemos decidir cuál es la vida que queremos vivir y tomar las riendas de nuestro destino.

Comencemos con un par de datos, simples y contundentes. El primero, según la Organización Mundial de la Salud (oms), alrededor de 25% de todos los embarazos termina en un aborto inducido. El segundo, el Consejo Nacional de Población (conapo) estima que cerca de 18% de las mujeres* mexicanas ha abortado alguna vez en su vida. Esto quiere decir que una de cada cinco mujeres* hemos abortado y que la probabilidad de que al menos a una mujer*, en cualquier reunión, en tu familia, en tu trabajo o en la escuela, en tus redes sociales y en tu grupo de amigas, haya abortado es altísima. El hecho de que no lo sepamos habla de que muchas han sentido la necesidad de ocultarse y eso es terrible, porque significa que siguen sintiendo miedo.

Que el aborto sea tabú y el marco legal sea restrictivo provocan que siga siendo la cuarta causa de muertes relacionadas con el embarazo, parto y postparto en este país, según datos reportados por el Observatorio de Mortalidad Materna en México (omm). Todas esas muertes son prevenibles en tanto que el aborto realizado con información, insumos e instrumental correctos y/o personal capacitado es muy seguro. Ocurre que cuando el personal de salud no está capacitado y/o sensibilizado, cuando tiene que practicar abortos o dar atención postaborto, no lo hace de la mejor manera: muestra ultrasonidos sin preguntar antes si la mujer* quiere verlos, felicita a las parejas sin preguntarles si era su deseo, enaltece y protege la vida del producto por encima de la misma mujer*, siente y demuestra poca empatía por quienes deciden que es mejor interrumpir, deja de utilizar analgésicos y/o anestesia con la intención de “enseñar una lección” a las mujeres*, o sigue realizando legrados, método anticuado y que conlleva más riesgos y dolor, en lugar de los recomendados por la oms.2

#YoTransformo

Transformar esta realidad es una tarea urgente. Es necesario que podamos tener conversaciones informadas sobre el aborto, que conozcamos todas las opciones disponibles para que podamos elegir la que nos haga sentir más seguras, que estemos conscientes de que ante cada embarazo es igualmente válido decidir continuarlo o abortarlo, y que ninguna elección se viva sola o en silencio. Mientras el Estado no pueda o no quiera cubrir estas necesidades, siempre habrá grupos de mujeres* organizadas para intentar subsanar tales deficiencias. Así fue como, en el 2009, se creó el Fondo maria, un programa dentro de Balance AC, una organización feminista que trabaja por la Justicia Sexual y Reproductiva.

El Fondo de Aborto para la Justicia Social maria (Mujeres, Aborto, Reproducción, Información y Acompañamiento) trabaja para que haya un contexto legal y social en México que permita, respete y promueva el derecho de las mujeres* a elegir un aborto como una opción legítima ante un embarazo no deseado o que no se puede llevar a término. A su vez, aprovecha el marco legal que existe en la Ciudad de México para acortar las brechas de desigualdad y apoyar a mujeres* de todo el país para lograr un aborto legal en esta ciudad.

También ofrece apoyo según necesidades específicas: financieras (pago de transporte, alojamiento, procedimiento, comida y/o medicamentos), apoyo psicológico, logístico, informativo y/o emocional. Además, brinda información sobre sexualidad y derechos, proporciona acompañamiento para las personas que viajan a la Ciudad de México durante el proceso y hace incidencia política para que las políticas públicas garanticen la salud de las mujeres*. En paralelo, trabaja para que en el país entero exista un futuro donde todas las mujeres* tengamos todos los derechos, incluyendo el derecho a decidir abortar, y para que quien lo está decidiendo ahora, lo pueda realizar en las mejores condiciones. El trabajo del Fondo maria es finito, se trabaja para que no sea necesario que exista.

#YoAcompaño

Una parte muy importante para la labor del Fondo maria es el grupo de acompañantes o doulas de aborto voluntarias, quienes donan su tiempo y trabajo en favor del derecho a decidir de las mujeres* en México. Cada año se lanza una convocatoria para formar a una nueva generación de acompañantes. La formación incluye una semana de capacitación intensiva. Inicia con un proceso de sensibilización y autoconocimiento donde las futuras doulas deben preguntarse qué posturas tienen respecto al aborto, qué piensan, qué sienten y qué las llevó ahí. Se les dan las herramientas necesarias para poder acompañar de manera responsable y también aprenden cómo es un aborto con medicamentos y uno quirúrgico. Dialogan sobre identidad sexual, diversidad y placer, y revisan temas de desarrollo embrionario y métodos anticonceptivos.

En este espacio, se familiarizan con las declaraciones y normativas que encuadran los derechos reproductivos como la Declaración Universal de los Derechos Humanos y la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (cedaw), la cual México ratificó. La cedaw establece que las mujeres tenemos el derecho a decidir libre y responsablemente el número de hijos, así como el intervalo entre los nacimientos, y también al acceso a la información, la educación y los medios que permitan ejercer estos derechos (onu, 1979).

Crédito: Eréndira Derbez.

En el ámbito local, se tocan algunas normas relevantes, como la Norma Oficial Mexicana “nom-046-ssa2-2005. Violencia Familiar, Sexual y Contra las Mujeres. Criterios para la Preven ción y Atención”, conocida simplemente como nom-046 (dof, 2016), que aplica para todo el territorio nacional y que establece que en caso de violación una mujer* puede acceder a un aborto legal sin necesidad de presentar una denuncia. Finalmente, se revisan los cambios en la legislación que en la Ciudad de México (y ahora también en Oaxaca) permiten el aborto voluntario hasta la semana 12, comentando la arbitrariedad e insuficiencia de ese número. Asimismo, las causales vigentes en distintos estados ante las cuales alguien puede ampararse para abortar sin ser criminalizada, a saber, cuando el embarazo es producto de una violación o de una inseminación artificial en contra de la voluntad de la mujer*, cuando afecta su salud o pone en riesgo su vida, cuando la economía precaria de la mujer* se agrava al continuar el embarazo, o si el producto presenta alguna malformación congénita grave.3

Al terminar la formación teórica y tras un periodo de supervisión, las voluntarias están listas para acompañar.

La labor de acompañamiento comienza desde el momento en que una mujer* solicita de nuestro apoyo. Generalmente, llaman diciendo que alguien les dio el número o que lo encontraron en nuestro sitio web y que necesitan ayuda. Pueden también llenar nuestra solicitud de apoyo o enviarnos un correo. A veces creen que las vamos a juzgar, es importante entonces hacerles sentir que nosotras sabemos que ellas* son las que mejor conocen su situación, son las únicas que pueden tomar esta decisión y que cualquiera que sea será la correcta. Nuestro trabajo es que su decisión sea informada. Algunas mujeres* tienen ya muy claro que quieren interrumpir su embarazo, pero tienen miedo. ¿Es seguro?, ¿no me voy a morir?, nos preguntan a media voz. Es muy seguro, un aborto realizado con información, insumos correctos y/o con personal capacitado en un espacio con condiciones sanitarias no representa mayor riesgo. Después, dependiendo de su situación, de sus necesidades, de los recursos que pueda movilizar ella misma y de sus deseos, se revisa con qué se le va a apoyar y toda la logística para que pueda venir a alguna clínica de la Ciudad de México, en donde una de las voluntarias la acompañará durante el proceso.

En la Ciudad de México es posible, desde abril de 2007, interrumpir un embarazo voluntariamente de manera legal mientras no encuentre más allá de la semana doce, esto es, hasta 12 semanas con 6 días. Desde entonces hasta el 26 de septiembre de 2019, se han garantizado, sólo en el sector público, 216,755 abortos seguros. Existen clínicas privadas y también clínicas públicas especializadas en Interrupción Legal del Embarazo (ile), estas últimas brindan un servicio gratuito a cualquier mujer* que lo solicite, sin importar si reside o no en la ciudad de México, mientras cumpla con algunos requisitos.4

¿Qué pasa en las clínicas ILE?

Para las mujeres* residentes en el área metropolitana y que tienen hasta 10 semanas de gestación, la opción que se les brinda es el aborto con medicamentos. Este límite se establece porque, aunque es un método muy seguro para la mujer*, no es efectivo en el cien por ciento de los casos (aunque se acerca bastante, con 97% de efectividad), por lo que es necesario volver dos semanas después para un ultrasonido de revisión. De modo que, si no funcionara, todavía se estaría dentro del límite de las 12 semanas. Dentro de la clínica se les da una pastilla de mifepristona, un antagonista de la progesterona, que detiene el embarazo al bloquear la actividad de dicha hormona. También se les da cuatro pastillas de misoprostol para que las usen en casa, entre 24 y 48 horas después. El misoprostol se utiliza de forma bucal, entre la mejilla y la encía, o sublingual, debajo de la lengua. Lo que este segundo medicamento hace es dilatar el cérvix, hacer que el cuello del útero se haga más blando y se abra un poco, y crear contracciones, como los cólicos menstruales, pero un poco más fuertes, que finalmente provocan la evacuación del contenido del útero.

Aunque el proceso de aborto se lleva a cabo en casa, el acudir a la clínica es necesario porque la mifepristona no es de venta libre. El misoprostol solo, en dosis distintas, también puede ser utilizado para interrumpir un embarazo. Tiene la ventaja de que puede conseguirse en cualquier farmacia y es igual de seguro, sin embargo, tiene una tasa de efectividad menor, de alrededor de 85%. Dicha información está disponible en el sitio web del Fondo maria en el apartado de Aborto con medicamentos. El uso de misoprostol solo o combinado con la mifepristona para interrumpir un embarazo está avalado por la Organización Mundial de la Salud y detallado en su Manual de práctica clínica para el cuidado del aborto seguro (oms, 2014).

El otro método recomendado por la oms es la Aspiración Manual Endouterina o ameu. En las clínicas ile, éste se ofrece a mujeres* foráneas, que no residan en la Ciudad o en el Estado de México, y a quienes tengan más de 10 semanas de gestación. Un ameu es un proceso que toma entre 15 y 20 minutos y sólo requiere anestesia local. Es un método eficaz y seguro, que consiste en introducir, a través del cérvix previamente dilatado, una cánula, que es como un popote con la punta redondeada y se conecta a una especie de jeringa que genera un vacío y succiona el contenido del útero. Después de la aspiración el tiempo de recuperación es de unos 40 minutos. Al finalizar proceso, si así lo desean, se les proporciona algún método anticonceptivo de largo plazo y pueden volver a sus actividades. Aquellas mujeres* a las que nosotras acompañamos casi siempre toman un autobús o un vuelo a sus estados de origen esa misma tarde.

Crédito: Andonella.

En Fondo maria contactamos a las mujeres* cuando han pasado al menos dos semanas desde que las apoyamos para saber cómo se encuentran, cómo se sienten después de su aborto, cómo han cambiado sus ideas al respecto y su opinión sobre nuestro trabajo. La mayoría de las mujeres* responde que están bien y se sienten aliviadas. Dicen que su visión de lo que era abortar cambió, ya que antes no habían pensado que fuera algo que les pudiera pasar o pudieran vivir. Ahora saben que muchas cosas suceden en la vida de una mujer* y algunas ya no juzgan a otras. Si vienen de otros lugares esperan que pronto se pueda acceder en sus estados al aborto y les gustaría ayudar a que así sea.

Cuando algunas tienen otros sentimientos o preocupaciones, las escuchamos y, si es necesario, las canalizamos para que puedan procesar sus emociones, esa atención post aborto es importante ofrecerla y que esté disponible, aunque no son muchas las que la necesitan. Esa intervención toma entre 6 y 8 sesiones para poder identificar qué del aborto necesitan trabajar en esas sesiones y qué es debido a otras cosas, y poder referirlas a un proceso terapéutico normal de trabajo a profundidad, que no está relacionado al aborto en sí mismo. Puede tener que ver con nuestra forma de relacionarnos, formar parejas, lidiar con la muerte, etcétera. Todas las emociones después de un aborto son válidas y van a cambiar con el tiempo, algunas mujeres* necesitan apoyo para ello.

La realidad de aborto en México ha cambiado muchísimo en los últimos años. Sin embargo, en el imaginario colectivo sólo parecen existir los abortos clandestinos como sinónimo de inseguros. Las imágenes de mujeres* desangrándose en una plancha de metal, en un cuartito inmundo plagan películas y telenovelas, pues hay grupos antiderechos presentes en los medios masivos y en nuestras redes sociales, que se han encargado de que esas imágenes se mantengan en los medios y nuestro imaginario. Hay que ser muy enfáticas: esas representaciones no corresponden a la realidad, han sido diseñadas para llenarnos de miedo, engañarnos y coartar nuestras libertades. El aborto no es, en sí mismo, peligroso. Realizado en una clínica con personal capacitado es un procedimiento extremadamente seguro, e incluso un aborto autónomo y sin supervisión médica con medicamentos, realizado con la información adecuada, es tan seguro que es irrelevante el contexto legal.

#YoAborto

Una acción que es fundamental para transformar en más honesto y luminoso el discurso dominante sobre el aborto es simplemente contar nuestras historias y decir “Yo aborté y estoy bien”, “yo aborté y gracias a eso estoy bien”, “yo aborté, no me la pasé bien al principio, pero agradezco haberlo podido hacer”, “yo aborté dos veces” y “yo aborté tres”, e incluso “yo no he abortado, pero he acompañado 100 abortos”. Decírselo a las mujeres* que conocemos y también a las que no. Escribir en plataformas como nuestro blog de #YoAborto, portar el pañuelo verde por las calles para que quienes nos vean sepan que con nosotras pueden romper el silencio, que las escucharemos sin juzgar, y para que aun sin hablar nos sepamos acompañadas.

Crédito: Maremoto.

Referencias

Sitios de interés

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Recepción: 23/04/2020. Aprobación: 21/05/2020.

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Revista Digital Universitaria Publicación bimestral Vol. 18, Núm. 6julio-agosto 2017 ISSN: 1607 - 6079