Vol. 26, núm. 1 enero-febrero 2025

Sororidad laboral: hacia una cultura de apoyo y equidad entre mujeres

Selene Castañeda Burciaga Cita

Resumen

La creciente incorporación de la mujer en diversas áreas laborales ha intensificado las dinámicas de rivalidad y competencia, exacerbando las brechas de género perpetuadas por el pensamiento patriarcal. Ante este panorama, la sororidad surge como una estrategia transformadora que fomenta la solidaridad y la alianza entre mujeres. Al establecer relaciones basadas en el reconocimiento mutuo de nuestras fortalezas y diferencias, se impulsa tanto el empoderamiento individual como colectivo. Promover la sororidad en el entorno laboral no sólo favorece la autorrealización y el éxito de las mujeres, sino que también impacta positivamente en el desempeño organizacional y en la creación de ambientes de trabajo más productivos y equitativos.
Palabras clave: sororidad, empoderamiento, mujeres en el trabajo, relaciones laborales, igualdad de género.

Labor Sorority: Towards a Culture of Support and Equity Among Women

Abstract

The increasing incorporation of women into various work sectors has intensified dynamics of rivalry and competition, exacerbating gender gaps perpetuated by patriarchal thinking. In this context, sorority emerges as a transformative strategy that fosters solidarity and alliances among women. By establishing relationships based on mutual recognition of our strengths and differences, both individual and collective empowerment are promoted. Promoting sorority in the workplace not only favors women’s self-realization and success, but also positively impacts organizational performance and the creation of more productive and equitable work environments.
Keywords: sorority, empowerment, women in the workplace, labor relations, gender equality.


Sororidad: repensar las relaciones entre mujeres

Cuando hablamos de las relaciones de género, solemos enfocarnos en el estudio de la interacción entre hombres y mujeres, es decir, desde una perspectiva intergenérica (géneros distintos). Sin embargo, resulta importante reconocer y analizar aquellas relaciones intragenéricas (del mismo género) entre mujeres. Esto cobra relevancia debido a la creciente incorporación de la mujer en diversos ámbitos, con una mayor presencia y despliegue de nuestras potencialidades.

Al respecto, existe una amplia variedad de información sobre las diferencias entre hombres y mujeres, basadas en aspectos culturales y educativos. Estas destacan cómo las mujeres, a lo largo de la historia, hemos sido consideradas inferiores al varón. Esta forma de abordar las diferencias ha propiciado un cambio de paradigma lento, pero prometedor, hacia una sociedad que busca la equidad entre géneros.

A pesar de los esfuerzos por lograr esta equidad y facilitar mayores oportunidades de desarrollo para las mujeres, persisten cuestiones que dificultan nuestro crecimiento. Entre ellas, las prácticas de enemistad entre nosotras mismas, que acentúan nuestras diferencias, ya sea por competencia o rivalidad. Esto abre la puerta a reflexionar sobre la posibilidad de construir una alianza entre mujeres, fundamentada en una relación de hermandad y solidaridad: la sororidad.

En este punto, me permito comentar que este tema, hasta hace algún tiempo, me resultaba ajeno. Comencé a ser consciente de las relaciones entre mis iguales cuando estas afectaron mi experiencia como mujer, persona y trabajadora. Por ejemplo, al tener que justificar mi progreso laboral basándome en méritos propios, esfuerzo y dedicación; o al acreditar la legitimidad de mis amistades con hombres. Sobre este último aspecto, es importante mencionar que crecí acompañada de hombres y normalicé las relaciones fraternales, amistosas y cordiales entre géneros. Nunca imaginé que fuera de mi entorno estas pudieran tener connotaciones distintas, y mucho menos negativas.

Derivado de estas experiencias, inicié un proceso de reflexión sobre cómo nos relacionamos las mujeres entre nosotras y cuánto de lo que hacemos puede potenciar o debilitar el desarrollo de otra mujer. Incluso me pregunté hasta qué punto he sido responsable de perpetuar esa enemistad histórica entre mujeres. Fue entonces cuando comprendí que, como sociedad y como mujeres, resulta más cómodo culpar al hombre de las dificultades de nuestro progreso. Sin embargo, una gran parte de los retos que enfrentamos son ocasionados por nosotras mismas.

Desde la sororidad, las mujeres podemos construir relaciones favorables, afirmándonos como iguales, reconociendo conscientemente las fortalezas de cada una y liberándonos del pensamiento patriarcal que fomenta la rivalidad entre pares. La sororidad, entonces, impulsa la autorrealización individual y colectiva.

En el ámbito laboral, donde las diferencias de género ya imponen un sinfín de dificultades, la rivalidad entre mujeres es palpable. Esta se manifiesta, por ejemplo, en el menosprecio de los logros o capacidades y en la desacreditación mutua. Por lo tanto, el reto es cómo propiciar la sororidad en este contexto, de forma que las mujeres celebremos los triunfos de nuestras iguales desde el reconocimiento de sus diferencias.

Hablamos de una reestructuración de los modos de crianza, de una nueva concepción de los roles preestablecidos para las mujeres y, sobre todo, de cómo nos percibimos entre nosotras mismas.

La sororidad: una alianza transformadora entre mujeres

La sororidad es una dimensión política, ética y práctica del feminismo contemporáneo que busca establecer relaciones positivas y alianzas entre mujeres para eliminar cualquier forma de opresión social, fundamentando el apoyo mutuo y el empoderamiento individual y colectivo (Lagarde, 2012). Según la Real Academia Española (rae, 2023), el término se define como “relación de solidaridad entre las mujeres, especialmente en la lucha por su empoderamiento”. Su origen etimológico proviene del latín soror, que significa hermana carnal.

De acuerdo con Lagarde (2012), la sororidad es intrínsecamente transformadora, ya que implica la amistad entre mujeres, quienes históricamente han sido colocadas como enemigas por el patriarcado. La autora describe este concepto como una alianza feminista que encarna la amistad entre mujeres. Diferentes culturas han adaptado el término: en francés es sororité, en italiano sororitá, y en inglés sisterhood. Por su parte, Delgadillo y Trejo (2022) subrayan que la sororidad es un pacto entre mujeres para combatir el mito de la competitividad destructiva y la superioridad basada en comparaciones de clase o apariencia. Estos autores destacan que la sororidad cuestiona los sentimientos de rivalidad implantados entre mujeres.

Retomando a Lagarde (2012), los objetivos ético-políticos de la sororidad incluyen la identificación entre mujeres como semejantes, la necesidad de una alianza de género, la defensa contra cualquier forma de violencia, la difusión del feminismo, y el reconocimiento de la legitimidad de la propia sexualidad y la de las demás. Por su parte, Pérez et al. (2018) plantean que la sororidad es un espacio de mediación para alcanzar la plenitud como mujeres, dirigiendo habilidades como el cuidado hacia una misma y hacia otras mujeres. Además, proponen que esta alianza colaborativa ayuda a evitar la competencia destructiva, independientemente de las afinidades personales, y promueve el reconocimiento mutuo.

En síntesis, la sororidad representa una solidaridad entre mujeres que fomenta una sociedad más justa y equitativa. Busca erradicar los pensamientos limitantes que han sido impuestos y reproducidos entre mujeres, los cuales han obstaculizado el crecimiento colectivo y perpetuado la brecha de desigualdad entre hombres y mujeres.



Nube de palabras

Superando la enemistad histórica: el desafío de la sororidad

La sociedad actual carga con una enemistad histórica entre mujeres y una división interna del género femenino, manifestada en la constante antagonización entre pares. Como señala Lagarde (2012), la sororidad busca desarmar esta rivalidad para construir relaciones entre mujeres basadas en afirmaciones individuales y respeto mutuo. Según la autora, las mujeres suelen compararse de manera competitiva, exaltando como superior lo propio o lo ajeno.

Estas relaciones de amor-odio entre mujeres están condicionadas por la envidia, que fomenta la rivalidad y perpetúa la competencia por espacios en un mundo patriarcal. En este escenario, el ascenso de una mujer a menudo implica la eliminación de otra, ya sea por diferencias ideológicas, valores antagónicos o creencias. Este enfrentamiento desempodera a las mujeres, fragmentando su fuerza política y colectiva (Lagarde, 2012).

Reconocer el origen de esta enemistad es fundamental para erradicarla. Lagarde (2012) explica que esta rivalidad surge de la organización patriarcal del mundo y es reforzada desde la educación y la socialización de género. Por ello, es indispensable combatir cualquier forma de violencia entre mujeres, como la deslegitimación, la desconfianza, el descrédito o la discriminación. La sororidad ofrece una vía para desmontar estas dinámicas y desarraigar la enemistad histórica.

Mejía-Vázquez et al. (2021) señalan que la vida de las mujeres está definida por estructuras patriarcales de poder, que perpetúan diversas formas de opresión a través de la competencia y el enfrentamiento entre mujeres. A su vez, Pérez et al. (2018) cuestionan cómo las mujeres pueden exigir empatía hacia sus problemáticas si no practican la solidaridad entre ellas mismas. De este modo, la sororidad se posiciona como una herramienta clave para desmantelar la confrontación misógina internalizada y promover alianzas constructivas entre mujeres.

Sororidad en el trabajo: construyendo espacios de apoyo y respeto

Existen comportamientos dentro de la dinámica laboral de las mujeres que a menudo se realizan sin analizar su impacto. Sin embargo, el actuar que atente contra otra mujer no debe justificarse en hábitos o rutinas establecidas. Es necesario tener plena conciencia del rol que desempeñamos como compañeras, madres, hermanas, hijas, o en cualquier otra faceta de nuestras vidas.

Como señala Lagarde (2012), en la sociedad capitalista las mujeres nos vemos en una constante lucha entre nosotras para ocupar espacios y avanzar en nuestras posiciones, lo cual se ha vuelto una práctica normalizada. Para construir relaciones laborales solidarias y crear un entorno seguro para todas, es imprescindible dejar de producir juicios sobre el comportamiento de otras mujeres.

De acuerdo con Lagarde (2012), la sororidad depende de distintas condiciones, entre las que destacan la conciencia de género, es decir, reconocer “yo soy mujer, yo soy la otra mujer”; valorar las diferencias y semejanzas entre nosotras; considerar la individualidad de cada una y, finalmente, avanzar unidas, compartiendo recursos, espacios y bienes, para impulsar a aquellas con mayores necesidades, potenciándonos unas a otras.

imagen ilustrativa

Además, como lo plantea Martínez (2017), el empoderamiento requiere establecer relaciones interpersonales con mujeres de más experiencia, fomentando la mentorización en el ámbito laboral, ya sea formal o informal, sin jerarquías, sino como un aprendizaje colectivo donde todas podamos aportar.

Es fundamental celebrar los logros de nuestras compañeras, reconociendo el valor de su esfuerzo sin prejuicios sobre cómo alcanzan mejores condiciones laborales. También se debe respetar las decisiones de las mujeres respecto a su cuerpo, apariencia y forma de vestir, promoviendo una cultura de aceptación y evitando las críticas. Asimismo, es necesario rechazar cualquier forma de acoso o violencia hacia las mujeres y apoyar su testimonio.

En esta misma línea, Lavoignet et al. (2023) enfatizan la importancia de generar entornos laborales saludables, promoviendo una cultura de paz, inclusión y equidad de género. La sororidad debe ser parte de la concientización en los centros de trabajo, fomentando redes de apoyo que fortalezcan las habilidades de las mujeres. Así, la plenitud de la mujer se convierte en una responsabilidad colectiva, que comienza con cómo nos percibimos, apoyamos y respetamos entre nosotras.

Ser sorora: hacia una transformación colectiva y solidaria

Hablar del empoderamiento de la mujer es hablar de un proceso de transformación individual que trastoca lo colectivo. Es la modificación de una sociedad que transite hacia el reconocimiento de la individualidad de la mujer y, al mismo tiempo, impulse un deseo de apoyo entre mujeres, independientemente de la relación que guarde una con la otra, es decir, fundando nuestras relaciones en la sororidad.

Ser sorora es la trascendencia del pensamiento a la acción, lo cual no sólo se da desde las trincheras sociales o políticas, sino que puede ser resuelto desde el lugar que cada mujer ocupe, ya sea como inspiración para las nuevas generaciones o como refuerzo para las que ya se encuentran en la lucha laboral diaria. Los actos se reflejan en pequeños gestos de apoyo, tales como el reconocimiento al trabajo, palabras de aliento, respeto a las decisiones de las demás, e incluso con el silencio al no replicar comentarios dañinos que transgredan la moral de la mujer.

Hablamos entonces de la conciencia del concepto de sororidad, ya que, si bien pueden existir prácticas solidarias entre mujeres en los centros de trabajo, éstas no siempre permean en todas las que allí trabajan, debido a que suelen darse entre grupos aislados y con afinidad. Por lo tanto, no existe una cultura corporativa y colectiva de apoyo entre todas las mujeres, y por ende, prevalece la rivalidad y competencia que promueven la brecha de la mujer frente al hombre.

Sin duda, la sororidad en el trabajo puede ser un factor de éxito que se encamine no sólo al desarrollo y plenitud de la mujer, sino que pueda repercutir en el desempeño laboral, de tal forma que los centros de trabajo evidencien una mejor productividad y un adecuado clima organizacional. Vale decir que ser sorora es una responsabilidad que cada mujer asume para propiciar su crecimiento y el de las demás; sin embargo, las acciones no deben ser exclusivas de las mujeres, ya que tanto hombres como mujeres deben abonar a una sociedad inclusiva y respetuosa de las singularidades de cada persona, concibiéndose desde una perspectiva holística.

¡Basta de luchar entre nosotras! Transformemos esas ansias de superación y justicia en una lucha para y por nosotras. Seamos una luz que guíe el transitar de las próximas generaciones. Honremos a esas mujeres que se esfuerzan día a día, en lo cotidiano, en lo simple o en la complejidad del mundo laboral masculinizado. Para mí, ser sorora es trascender más allá de las limitaciones y enemistades entre mujeres, un nivel de pensamiento individualista arraigado y perpetuado en cada mujer, de tal manera que podamos liberarnos y desplegar todas nuestras potencialidades en beneficio de una mejor sociedad y un crecimiento al unísono con todas nuestras hermanas.

Recursos complementarios:

Referencias



Recepción: 2023/10/03. Aprobación: 2024/09/11. Publicación: 2025/01/13.

Vol. 26, núm. 2 marzo-abril 2025

Pesca y acuicultura: ¿cómo salvar nuestros mares?

Sergio Escárcega-Rodríguez Cita

Resumen

En los últimos 50 años, el clima de la Tierra ha cambiado drásticamente, y gran parte de la culpa recae en la sobreexplotación de nuestros recursos naturales. Este fenómeno ha afectado incluso a la acuicultura, que ha crecido rápidamente, pero a un alto costo para el medio ambiente. Para frenar estos impactos, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (onuaa), o más conocida como fao promueve enfoques como el Enfoque Ecosistémico de la Pesca (eep) y el Enfoque Ecosistémico de la Acuicultura (eea), que buscan una forma más equilibrada de gestionar estos sectores. En México, aunque ya existe legislación en la materia, es clave actualizarla para alinearla con estos enfoques globales, enfocados en la sostenibilidad. Adaptarse a estos marcos no sólo sería un paso hacia prácticas acuícolas más responsables, sino también una medida crucial para preservar la biodiversidad y garantizar un futuro más saludable para el planeta.
Palabras clave: acuicultura, sostenibilidad, pesca, biodiversidad, México.

Fishing and aquaculture: how to save our oceans?

Abstract

In the last 50 years, Earth’s climate has changed drastically, largely due to the overexploitation of our natural resources. This phenomenon has even affected aquaculture, which has grown rapidly but at a high environmental cost. To mitigate these impacts, the fao promotes approaches like the Ecosystem Approach to Fisheries (eaf) and the Ecosystem Approach to Aquaculture (eaa), which aim for a more balanced way of managing these sectors. In Mexico, although there is already legislation on the matter, it is crucial to update it to align with these global approaches focused on sustainability. Adapting to these frameworks would not only be a step toward more responsible aquaculture practices but also a crucial measure to preserve biodiversity and ensure a healthier future for the planet.
Keywords: aquaculture, sustainability, fishing, biodiversity, Mexico.


Rediseñar la regulación pesquera y acuícola

En los últimos 50 años, el planeta ha sufrido transformaciones que cambiaron las condiciones climáticas que prevalecieron durante más de 10 mil años. Esta alteración es consecuencia directa de la presión humana sobre los recursos naturales, que ha llevado a sobrepasar varios límites críticos para la sostenibilidad. Este desajuste pone en peligro los equilibrios de los ciclos biogeoquímicos1 a gran escala y, por ende, la viabilidad del capital natural, entendiendo esto como la biodiversidad global (b@unam, 2024); (Rockström, 2021).2 En términos sencillos, estamos arriesgando el futuro de la vida tal como la conocemos.

Es momento de actuar

La urgencia de tomar medidas para frenar el deterioro ambiental es cada vez más evidente. Es fundamental implementar estrategias que reduzcan el impacto negativo tanto en las prácticas productivas como en los hábitos de consumo, con el propósito de garantizar un futuro sostenible para las próximas generaciones y preservar el patrimonio natural. En este contexto, la acuicultura, que ha experimentado un crecimiento significativo en las últimas décadas, representa un sector clave que no puede quedar rezagado.

A nivel global, la fao ha promovido el Enfoque Ecosistémico de la Pesca (eep) y el Enfoque Ecosistémico de la Acuicultura (eea)3 (Andrade Pérez y Shepherd, 2006), resaltando la importancia de marcos regulatorios más amplios para la gestión sostenible del sector. Estos enfoques, formalmente introducidos en el sector pesquero a través del Código de Conducta para la Pesca Responsable (fao, 1995), integran aspectos ecológicos, sociales y económicos esenciales para la sostenibilidad y gobernanza4 del sector (onu, 2024). Su meta es lograr que la pesca y la acuicultura se desarrollen sin comprometer la salud de los ecosistemas ni el bienestar de las comunidades que dependen de ellos.

Desde 2006, la fao ha trabajado en la consolidación de un enfoque ecosistémico para la acuicultura, y en 2011 estableció lineamientos específicos para su implementación (fao, 2011). La adopción de estos principios ha demostrado que es posible integrar sostenibilidad y productividad (fao, 2018). Un ejemplo de ello es el cultivo intensivo de peces en sistemas suspendidos (Figura 1).

Cultivo intensivo de peces

Figura 1. Cultivo intensivo de peces en sistemas suspendidos.
Crédito: Panorama Acuícola (2019).

Los pilares del enfoque ecosistémico

Cuando hablamos del Enfoque Ecosistémico de la Pesca (eep) y el Enfoque Ecosistémico de la Acuicultura (eea), no estamos sólo describiendo un conjunto de normas técnicas. Estas directrices de la fao proponen un proceso participativo de ordenación, en el que se incluyen diversas voces de la sociedad: gobiernos, académicos, productores y comunidades. Todo esto debe estar adaptado a los riesgos propios de la pesca y la acuicultura. Entre las características más destacadas de estos enfoques, encontramos:

  • La participación activa de todas las partes interesadas en cada etapa de la planificación y aplicación.
  • Un análisis exhaustivo de los elementos clave del sistema de pesca o acuicultura: lo ecológico, lo social, lo económico y la gobernanza, todo visto desde una perspectiva global que también considera factores externos, como el cambio climático.
  • Toma de decisiones basada en los mejores conocimientos disponibles, tanto científicos como tradicionales, impulsando evaluaciones de riesgo.
  • El diseño de planes de ordenación específicos para diferentes zonas o sistemas, con límites claros que faciliten su implementación efectiva.

Para su implementación efectiva, se requiere un ciclo de ordenación que incluya planificación, ejecución y retroalimentación para ajustar el marco regulatorio ante nuevos desafíos. En este sentido, las figuras de gobernanza, como los Consejos Nacionales de Pesca y Acuicultura que operan en México y otros países, juegan un papel crucial.

Cambio climático: el gran desafío

El eep y el eea son herramientas fundamentales para mitigar los efectos del cambio climático en la pesca y la acuicultura. Al fortalecer la resiliencia5 del sector, se reduce su vulnerabilidad a eventos climáticos extremos (De Silva y Soto, 2009). Un ejemplo de esto ocurrió en México en octubre de 2023, cuando el huracán Otis impactó Acapulco con categoría 5 y vientos de hasta 300 km/h (Figura 2). Este evento subraya la necesidad urgente de establecer esquemas de adaptación que protejan a los sistemas de cultivo, como los que operan en jaulas flotantes en el mar (Escárcega-Rodríguez, 2020), especialmente en regiones expuestas a ciclones tropicales.

Impacto del huracán Otis en Acapulco

Figura 2. Impacto del huracán Otis en Acapulco, octubre de 2023.
Crédito: Domínguez et al., (2023).

Planificación espacial para un futuro sostenible

Uno de los pilares del eep/eea es la planificación espacial de la acuicultura, que debe equilibrar viabilidad económica con sostenibilidad social y ambiental. En especial, cuando se realiza en espacios compartidos, como el mar o cuerpos de agua naturales (fao y Banco Mundial, 2015). En este contexto, la fao ha orientado a muchos países en la planificación espacial, incluyendo la zonificación y la selección de sitios para acuicultura con una perspectiva ecosistémica (Aguilar-Manjarrez, Soto y Brummett, 2017). En México, por ejemplo, la identificación de ecorregiones marinas ha sido crucial para guiar el desarrollo y la planificación de la acuicultura.

EEP/EEA: avances y retos globales

A nivel global, se han logrado avances importantes en la aplicación de los elementos del eep/eea, que van desde la sensibilización de los responsables de la formulación de políticas y los interesados directos en materia de pesca y acuicultura, hasta el desarrollo de actividades de pesca y acuicultura rentables y generadoras de empleo, que sólo se logran con un enfoque integrado y sostenible para el aprovechamiento de los recursos acuáticos vivos y su entorno.

La proliferación de proyectos alineados con estos enfoques ha sido clave, promovidos tanto por organismos gubernamentales como por ongs dedicadas a la gestión de recursos naturales. Ejemplos destacados en América Latina incluyen el cultivo de camarón en el Golfo de Fonseca, Nicaragua, donde colaboraron empresarios, pescadores, universidades, ongs y gobiernos; y en Chile, la implementación de áreas de manejo integrado para la pesca y el cultivo de salmón en la región de Los Lagos (Soto y Jara, 2005).

Resulta alentador que el porcentaje de los países que adoptan el eep o un enfoque similar creció del 69% en 2011 al 79% en 2015. Sin embargo, el grado de adopción difiere entre las regiones. En América Latina, de destacarse, llega al 84% (fao, 2018).

México frente a la acuicultura sostenible

En México, los esfuerzos por aplicar los principios del eep/eea se reflejan en documentos como la Carta Nacional Acuícola (imipas, 2024), que define especies y zonas de cultivo, así como en lineamientos específicos de ordenación para distintas entidades federativas. Sin embargo, aún hay áreas pendientes, como:

  • Evaluación de la capacidad de carga de cuerpos de agua federales.
  • Desarrollo de tecnologías innovadoras para la producción sostenible de crías de peces diádromos6 (Pérez, 2018; Escárcega-Rodríguez, 2023).
  • Planificación adecuada para la gestión de la pesca y la acuicultura en cuencas hidrográficas y ecorregiones marinas (Figura 3).
Ecorregiones marinas de México

Figura 3. Ecorregiones marinas de México. Base para la planificación espacial de la acuicultura.
Crédito: CONABIO, (2022).

Es fundamental adaptar el cultivo de especies marinas y de agua dulce a la capacidad de carga de los ecosistemas, considerando incluso un enfoque regional. Esto cobra especial relevancia en los modelos intensivos, como el cultivo en jaulas flotantes de tilapia y bagre en cuerpos de agua continentales, o de pargos, pámpanos y corvinas en el mar. En estos casos, es crucial implementar mecanismos que mitiguen el impacto ambiental, principalmente el aumento de materia orgánica y nutrientes en los cuerpos de agua receptores.

Mirando hacia el futuro

Es fundamental profundizar en la aplicación del eep/eea en México. Aunque existe un marco legal amplio para regular y fomentar la pesca y la acuicultura, es necesario actualizarlo y adaptarlo a los criterios más recientes de la fao. La preocupación por la sobreexplotación de los ciclos biogeoquímicos y su impacto en la biodiversidad hace urgente esta adecuación. La conapesca, como autoridad en la materia, deberá considerar este reto dentro del Consejo Nacional de Pesca y Acuicultura, el principal mecanismo de gobernanza intersectorial para la sostenibilidad del sector.

Referencias



Recepción: 2023/10/09. Aceptación: 2024/10/08. Publicación: 2025/03/11.

Vol. 26, núm. 3 mayo-julio 2025

Antártida: el continente que recuerda

Rafael Antonio López Martínez Cita

Resumen

Envuelta en hielo y misterio, la Antártida guarda en sus rocas la memoria del planeta. En esta crónica científica, un geólogo de la unam narra su participación en una expedición al límite Jurásico/Cretácico, uno de los pasajes menos comprendidos de la historia geológica. Junto a un equipo argentino, vivió semanas en campamentos aislados, sobre nunataks rodeados de glaciares, recolectando fósiles y fragmentos de un pasado marino oculto bajo millones de años de sedimentos. Entre temperaturas extremas, ráfagas de viento y una rutina sin internet ni electricidad, la vida cotidiana se transforma en supervivencia, ciencia y comunión con el paisaje. La Antártida, lejos de ser un páramo inmóvil, revela historias de bosques antiguos, pingüinos gigantes y océanos templados. Hoy, sus hielos también registran el impacto del cambio climático. Este relato no sólo explora una expedición científica, sino también la forma en que el pasado profundo nos habla del presente —y del futuro— del planeta.
Palabras clave: Antártida, Geología, cambio climático, fósiles, Paleontología.

Antarctica: the continent that remembers

Abstract

Wrapped in ice and mystery, Antarctica holds the memory of the planet in its rocks. In this scientific chronicle, a geologist from the unam narrates his participation in an expedition to the Jurassic/Cretaceous boundary, one of the least understood passages in geological history. Alongside an Argentine team, he spent weeks in isolated camps, on nunataks surrounded by glaciers, collecting fossils and fragments of a marine past hidden under millions of years of sediment. Amid extreme temperatures, gusts of wind, and a routine without internet or electricity, daily life becomes survival, science, and communion with the landscape. Antarctica, far from being a static wasteland, reveals stories of ancient forests, giant penguins, and temperate oceans. Today, its ice also records the impact of climate change. This account not only explores a scientific expedition but also the way deep time speaks to us about the present—and the future—of the planet.
Keywords: Antarctica, Geology, Climate Change, Fossils, Paleontology.


“Se buscan hombres para un viaje peligroso. Sueldo escaso. Frío extremo. Largos meses de completa oscuridad. Peligro constante. No se asegura el regreso. Honor y reconocimiento en caso de éxito”

Ernest Shackleton (1907)

La Antártida fue el último continente en ser conquistado y aún está envuelta en muchos misterios. Sus territorios inexplorados permanecen resguardados por un frío intenso y vientos constantes. Pero si logras vencer esas condiciones extremas, se revela un mundo sorprendente, incomparable con cualquier otro: animales únicos y paisajes que asombran a cada paso.

La Antártida

Figura 1. La Antártida es un lugar único, que sorprende cada día con su majestuosidad.
Crédito: Rafael López Martínez.

Esta expedición científica comenzó muchos años atrás, cuando yo era un niño que se maravillaba viendo documentales sobre el Continente Blanco, leyendo historias sobre sus exploraciones y observando fotos antiguas de meteoritos y fósiles recolectados por los primeros aventureros. Esas imágenes y relatos transformaron mi forma de ver el mundo, y mi vida no fue la excepción.

Pasaron varios años hasta que se presentó la oportunidad de estudiar esta región remota. Nos esperaba una experiencia de supervivencia y ciencia, alejados de todo, viviendo en tiendas de campaña.

Así arrancó esta aventura científica, integrada por Gustavo Lezcano, profesor antártico con amplia experiencia en el continente; el Suboficial Mayor Diego Zapata, buzo y comando del Ejército Argentino; Marina Lescano, micropaleontóloga de la Universidad de Buenos Aires; y yo, geólogo de la unam. La expedición fue dirigida por la Dra. Andrea Concheiro, micropaleontóloga y artífice del proyecto. Nuestro objetivo: estudiar el límite Jurásico/Cretácico en la Antártida.

¿Y eso qué significa? Los geólogos rara vez hablamos en años concretos. En cambio, usamos una escala temporal geológica con nombres para distintas eras y periodos. El Jurásico, por ejemplo, es conocido por películas como Parque Jurásico y abarca desde hace 201 hasta 145 millones de años. El Cretácico, por su parte, va de los 145 a los 66 millones de años, y finaliza con la caída del meteorito de Chicxulub, en Yucatán, que provocó la extinción de los dinosaurios. Sin embargo, el límite entre ambos periodos es menos conocido, ya que no se caracteriza por cambios abruptos, lo que lo convierte en uno de los más enigmáticos de la geología. Con esto en mente, nos trasladamos a la Antártida para estudiar sus rocas y fósiles y así descifrar sus misterios.

Llegar a la Antártida no es sencillo. Primero, se toma un avión militar, un Hércules, hasta la Base Marambio, puerta de entrada a la Antártida Argentina. Desde allí, nos trasladan en helicóptero hasta nuestros destinos, donde montamos los campamentos que serán nuestro hogar durante los meses de investigación.

Cuando imaginamos la Antártida, solemos pensar en un territorio completamente cubierto de hielo. Pero no debemos olvidar que es un continente con extensas áreas emergidas. Una de sus formaciones más singulares son los nunataks, porciones de tierra rodeadas completamente de hielo. Es en estos lugares donde los geólogos concentramos nuestros estudios.

Nunataks

Figura 2. Los nunataks son porciones de tierra rodeadas de hielo que permiten el estudio de las rocas expuestas. Nunatak Longing Gap, Antártida Argentina.
Crédito: Rafael López Martínez.

También preferimos montar nuestros campamentos sobre estos nunataks, ya que los glaciares están en constante movimiento: se desplazan, se agrietan y liberan toneladas de hielo que caen al mar cada día.

¿Y cómo es la vida en esas condiciones? Difícil. La zona que nos interesaba estaba lejos de cualquier base, por lo que era necesario montar un campamento autónomo con tiendas especiales, capaces de resistir los fuertes vientos antárticos y las bajas temperaturas.

Tienda de campaña para dormir

Figura 3. Tienda de campaña para dormir y, al fondo, nuestra tienda-baño.
Crédito: Rafael López Martínez.

Pero vivir en la Antártida implica también un compromiso con su preservación. Es un continente protegido, y el impacto humano debe ser mínimo. Por ello, seguimos normas ambientales estrictas: antes de partir, lavamos, desinfectamos y aspiramos cuidadosamente todo el equipo para evitar llevar accidentalmente larvas o insectos en nuestra ropa o calzado. Los desechos deben retirarse al final de la estancia, sin dejar rastro. Incluso las necesidades fisiológicas deben recogerse y ser transportadas de regreso a la base principal.

La rutina en el campamento es muy distinta a la de la vida cotidiana. No hay electricidad, internet ni señal de celular. Nuestra única comunicación se da en las rondas de radio, a las siete de la noche, donde recibimos el pronóstico del clima para el día siguiente y aprovechamos para hablar con otros campamentos. Incluso jugamos partidas de Batalla Naval por radio. Así, se crea una especie de hermandad antártica, difícil de explicar, pero muy real.

Cuando el clima lo permite, trabajamos intensamente en el campo. Las condiciones pueden cambiar de un momento a otro, y a veces resulta imposible salir durante varios días.

¿Y qué hacemos exactamente los geólogos allí? La geología es una disciplina muy diversa: algunos se dedican a cartografía, otros a volcanes, fósiles o tectónica de placas. En nuestro equipo, nos enfocamos en la sedimentología, cartografía y paleontología.

Nuestro trabajo consiste en estudiar las capas de sedimento depositadas en los antiguos mares de la Antártida. Estas capas son como páginas de un libro que nos permiten contar la historia del planeta. Al estar dispuestas en orden cronológico, podemos rastrear cómo evolucionaron los ambientes marinos, analizando fósiles de peces, moluscos, plantas y más. Además, estudiamos la composición química de las rocas para conocer la temperatura, salinidad, oxigenación y dinámica marina de esas épocas.

Buscamos afloramientos de roca, medimos sus capas, recolectamos muestras para análisis posteriores y buscamos fósiles golpeando las rocas hasta que comienzan a aparecer.

Fósiles

Figura 4. Algunos de los fósiles encontrados durante la expedición. A: Restos fosilizados de un pez del Jurásico. B: Concha de ammonite, molusco cefalópodo que conserva su concha original. C: Restos fosilizados de madera. D: Conchas de moluscos bivalvos de una antigua “playa” fosilizada.
Crédito: Rafael López Martínez.

Además, realizamos mapas geológicos para identificar y registrar los tipos de roca del área. Esta labor requiere recorrer grandes distancias, documentando cada cambio en el terreno, para luego volcar esa información en esquemas que, con el tiempo, se transforman en mapas.

Cuando regresamos al campamento, procesamos la información recolectada, y aprovechamos los días de mal clima para hacer trabajo de gabinete.

Trabajos de gabinete

Figura 5. Trabajos de gabinete donde procesamos la información obtenida en el campo.
Crédito: Rafael López Martínez.

¿Y todo esto para qué?

La Antártida es un territorio clave para la ciencia. Su estudio ha sido reconocido en tratados internacionales que buscan protegerla. La geología no es la excepción: las expediciones recopilan información esencial para entender fenómenos globales como el cambio climático, tanto el actual como el del pasado geológico.

Gracias a estos estudios, sabemos que la Antártida no siempre fue como la conocemos. Hubo épocas mucho más cálidas, con bosques parecidos a los de los Andes, y otras en las que casi se congeló, aunque sin lograrlo completamente. Fue hace unos 35 millones de años cuando comenzó su separación de América del Sur y se formó el paso de Drake (Francis et al., 2008). Este proceso desencadenó su enfriamiento gradual, hasta quedar cubierta de hielo.

La fauna también cambió drásticamente. La separación continental y el enfriamiento provocaron la extinción de especies como pingüinos gigantes de 1.70 metros (Hospitaleche et al., 2019) o incluso sapos (Mörs et al., 2020).

Así se configuraron su clima actual y su ecosistema, dominado por pingüinos, focas y lobos marinos.

Fauna común en la Antártida

Figura 6. Fauna común en la Antártida. A: Pingüino Adelia con una cría que aún no muda su pelaje. B: Lobo marino. C: Foca de Weddell. D: Foca cangrejera.
Crédito: Rafael López Martínez.

Sin embargo, la Antártida también está sintiendo los efectos del calentamiento global. En 2022, se registró una ola de calor sin precedentes, con temperaturas hasta 39 °C por encima de lo esperado en algunas estaciones (Blanchard‐Wrigglesworth et al., 2023). Este aumento podría tener consecuencias devastadoras para los ecosistemas y sus ciclos naturales, por lo que urge tomar medidas para su protección…

Lecciones del pasado

Aún sabemos muy poco sobre la Antártida. Cada año, distintas expediciones científicas enfrentan el clima extremo y las condiciones de vida en zonas remotas para intentar descifrar los misterios del continente blanco. Gracias a estas investigaciones, hoy sabemos que, hace millones de años, la Antártida tenía un clima cálido y estaba cubierta por extensos bosques. Este conocimiento no solo es fundamental para entender la historia geológica del planeta, sino también para enfrentar los retos actuales del cambio climático, que ya están afectando a este ecosistema único.

Agradecimientos

Agradezco al Instituto Antártico Argentino, a la Universidad de Buenos Aires y a todas las personas que hicieron posible esta expedición. De manera especial, agradezco al proyecto papiit in109323, cuyo financiamiento ha sido fundamental para llevar a cabo esta investigación.

Referencias

  • Blanchard-Wrigglesworth, E., Cox, T., Espinosa, Z. I., y Donohoe, A. (2023). The largest ever recorded heat wave—Characteristics and attribution of the Antarctic heatwave of March 2022. Geophysical Research Letters, 50(17), e2023GL104910. https://doi.org/10.1029/2023GL104910.
  • Francis, J. E., Marenssi, S., Levy, R., Hambrey, M., Thorn, V. C., Mohr, B., … y DeConto, R. (2008). From greenhouse to icehouse–the Eocene/Oligocene in Antarctica. Developments in Earth and Environmental Sciences, 8, 309-368. https://doi.org/10.1016/S1571-9197(08)00008-6.
  • Hospitaleche, C. A., Haidr, N., Paulina-Carabajal, A., y Reguero, M. (2019). The first skull of Anthropornis grandis(Aves, Sphenisciformes) associated with postcranial elements. Comptes Rendus Palevol, 18(6), 599-617. https://doi.org/10.1016/j.crpv.2019.06.003.
  • Mörs, T., Reguero, M., y Vasilyan, D. (2020). First fossil frog from Antarctica: Implications for Eocene high latitude climate conditions and Gondwanan cosmopolitanism of Australobatrachia. Scientific Reports, 10(1), 5051. https://www.nature.com/articles/s41598-020-61973-5.


Recepción: 2023/11/16. Aceptación: 2024/12/16. Publicación: 2025/05/05.

Vol. 26, núm. 3 mayo-julio 2025

Alegría que resiste: ecos de mujeres en la costa durante la pandemia

Adriana Fournier Uriegas Cita

Resumen

¿Qué pasa cuando la ciencia y las voces locales se encuentran? Este texto recoge las experiencias de mujeres de la costa sur de Jalisco durante la pandemia de covid-19, invitándonos a escuchar sus historias como una forma de resistencia y aprendizaje. A través de sus vivencias, reflexionamos sobre cómo la información científica circula (o no) en comunidades con acceso limitado a conocimientos técnicos, en un país lleno de desigualdades. Con un enfoque cualitativo, el texto explora las brechas en la comprensión de fenómenos como la salud pública y el medio ambiente, y cómo estas mujeres, resilientes por naturaleza, enfrentan cada desafío. La pandemia fue sólo una más de las adversidades que han enfrentado a lo largo de los años, pero su capacidad para adaptarse y resistir demuestra el poder de la comunidad. Este artículo no sólo pone en evidencia las tensiones entre el conocimiento académico y el local, sino que también nos invita a repensar la manera en que nos vinculamos con la ciencia. Una invitación a aprender de los que, a menudo, quedan al margen de las grandes conversaciones.
Palabras clave: ciencia, resiliencia, pandemia, comunidades, conocimiento.

Joy that resists: echoes of women on the coast during the pandemic

Abstract

What happens when science and local voices meet? This text gathers the experiences of women from the southern coast of Jalisco during the covid-19 pandemic, inviting us to listen to their stories as a form of resistance and learning. Through their experiences, we reflect on how scientific information circulates (or doesn’t) in communities with limited access to technical knowledge, in a country full of inequalities. With a qualitative approach, the text explores the gaps in understanding phenomena such as public health and the environment, and how these women, resilient by nature, face each challenge. The pandemic was just one more adversity they have faced over the years, but their ability to adapt and resist demonstrates the power of community. This article not only highlights the tensions between academic and local knowledge but also invites us to rethink how we connect with science. An invitation to learn from those who are often left out of major conversations.
Keywords: science, resilience, pandemic, communities, knowledge.


El principio de una historia de resistencia

Tal vez la pandemia por sarscov-2 ya nos parezca un recuerdo remoto, una historia que ocurrió en otro tiempo. Sin embargo, como toda crisis profunda, dejó marcas visibles e invisibles en la vida de millones. Una de las lecciones más poderosas que nos dejó fue el recordatorio —tan simple como implacable— de que la vida puede cambiar en cualquier momento. Nuestra cotidianidad es frágil. Se transforma, se rompe, se reconstruye.

Yo no anticipé nada de lo que vino. No imaginé que aquella crisis mundial me llevaría a estudiar una maestría enfocada en la relación entre bienestar y ambiente en la costa sur de Jalisco. Menos aún que ese proyecto me ofrecería la posibilidad de conocer, conversar y compartir tiempo con veintiocho mujeres de cinco comunidades rurales. En esas charlas, tejidas con confianza, conversamos sobre la pandemia y sus experiencias del día a día, en el trabajo, sus creencias y sus emociones. Porque aunque las noticias parecían siempre hablar desde y para las grandes ciudades, la crisis sanitaria también atravesó los caminos de tierra, los esteros, las cocinas comunitarias.

A veces, sus respuestas me desconcertaban. ¿Cómo que no fue tan grave? ¿Cómo que no se vacunaron? ¿Cómo que no era un tema que les quitara el sueño? Esa aparente indiferencia escondía otra historia: la de una vida ya acostumbrada a la incertidumbre, a los riesgos, a la ausencia del Estado. Cada testimonio que escuché fue una invitación a cuestionar lo que entendemos por bienestar, por salud, por resiliencia.

Me gustaría contar las veintiocho historias, pero los límites de este espacio me obligan a elegir. Compartiré aquí fragmentos de la cotidianidad de cuatro mujeres —de edades, oficios y comunidades distintas— que ayudan a dibujar el paisaje humano que encontré. A lo largo del texto, sus voces se entrelazan con las de las demás, agrupadas en seis ejes que fueron emergiendo a lo largo de nuestras conversaciones: (1) la cotidianidad, (2) la desconfianza y falta de certezas, (3) la doble jornada laboral, (4) el bienestar, (5) la fe y (6) la resistencia.

La intención de este artículo es sencilla, pero no por eso menos urgente: compartir las percepciones de un grupo de mujeres sobre la pandemia, partiendo de la convicción de que toda vida tiene algo que enseñarnos. En cada relato se asoma no sólo la historia personal, sino también la memoria de un territorio y de quienes lo habitan.

Cotidianidad: entre el miedo y la rutina

Para muchas personas, la pandemia fue una experiencia inédita: miedo, encierro, pérdida, desconfianza. Pero en los relatos de estas mujeres descubrí que esas emociones no les eran ajenas. No llegaron con la crisis sanitaria; estaban ya ahí, como parte del paisaje emocional de una vida marcada por otras amenazas. Lo que sí trajo la pandemia fue una nueva forma de habitar su día a día, una prueba más que enfrentaron con una mezcla de fortaleza, creatividad y cansancio.

Nadia,1 por ejemplo, vive en una comunidad costera de no más de 800 habitantes. Tiene una estética, es madre de dos pequeños y está casada. A sus 38 años, lleva una vida llena de tareas —preparar el desayuno, alistar a los niños, limpiar la casa, atender su negocio, desplazarse a dar servicios a hoteles o villas cercanas—, pero nada de eso parece agobiarla. Siempre sonriente, dice disfrutar de su trabajo, de los paseos con sus hijos, de la playa y de los recorridos en bicicleta. Durante la pandemia, su carga de trabajo se triplicó. Decidió no vacunarse; el miedo no era al virus, sino a las consecuencias desconocidas de una vacuna que le generaba desconfianza. Toda su familia se contagió, pero los síntomas fueron leves. Y así, entre el miedo y la rutina, siguieron adelante.

Plaza vacía en la localidad de San Mateo, Jalisco

Figura 1. Plaza vacía en la localidad de San Mateo, Jalisco.
Crédito: Adriana Fournier Uriegas.

Doña Meli tiene 70 años y sigue al frente de un pequeño restaurante en otra comunidad costera. Rodeada de palmeras, familia y amigas, dice que ahora descansa más. Pero su historia no ha sido fácil. Cuidó durante décadas a su esposo enfermo y sacó adelante a sus siete hijos. Es una mujer firme, generosa, con una mirada que transmite serenidad. Me habló de dolores profundos con una entereza conmovedora, y aunque durante la pandemia los clientes desaparecieron y ella misma se enfermó, se recuperó con sus propios remedios, los mismos que ha compartido toda la vida con su comunidad.

Mariana tiene 40 años. Trabajó durante 16 como empleada doméstica en una villa de lujo en Careyes, uno de los destinos más exclusivos del Pacífico mexicano. Allí vivía, cuidaba, cocinaba. Era un trabajo estable, pero durante la pandemia, replanteó su vida. Decidió renunciar y regresar a su comunidad para hacerse cargo de la tienda de abarrotes familiar. Cambió un ingreso mayor por la posibilidad de estar cerca de su hija, de caminar por su pueblo, de recuperar un tiempo que se le escapaba entre los muros del resort. Hoy, atiende la tienda, limpia, cocina, cuida, y cuando puede, sale a caminar sin más compañía que la brisa y su niña.

Doña Paz, de 53 años, vive en una comunidad pesquera. Sus días empiezan antes del amanecer, cuando prepara el almuerzo de su esposo pescador. Luego, se dedica a reparar trasmallos, una labor que requiere paciencia y maestría. Ha criado a seis hijos, todos nacidos sin asistencia médica. Ahora cuida a su nieta. Vive al borde del estero, en una casa rodeada por los compañeros de su cooperativa pesquera. Habla con claridad sobre su historia: una infancia dura, años de trabajo incesante, una fatiga acumulada por la desigualdad y la falta de apoyo. Durante la pandemia, los ingresos bajaron y la información era escasa y confusa. Su cansancio no es ningún obstáculo ni motivo de mal humor. Nos recibió siempre con los brazos abiertos y nos (com)partía cocos para el calor.

Desconfianza: cuando la pandemia alcanzó la costa

Cuando las primeras noticias de una pandemia comenzaron a filtrarse a través de las pantallas de televisión y los hilos de las redes sociales, en aquellas comunidades costeras de Jalisco no se encendieron las alarmas. A lo lejos, desde el otro lado de la sierra y del concreto, el virus parecía una historia ajena, una más de las tantas que se cuentan desde el centro del país. “Eso no nos va a llegar a nosotros”, pensaban muchas. Rodeadas de mar y monte, habituadas a la vida que transcurre sin prisa entre la brisa salada y los caminos de tierra, confiaban en que la distancia era también una barrera.

Pero con los turistas llegaron los rumores, y con los rumores, los síntomas. Primero, casos sueltos, después la certeza. La enfermedad se abría paso como lo hacen las mareas: silenciosa, insistente, inevitable. La incredulidad inicial dio paso al miedo, a la sospecha, a la desorientación.

“Si uno está bien alimentado, no le va a pegar esa cosa”, decía con convicción Doña Eve, mientras acomodaba su delantal. “Eso sólo hace daño a los que ya están mal de otras cosas”. A su lado, Doña Paz negaba con la cabeza, ceñuda: “No, no… te digo que a lo mejor es falso todo eso. ¿Entonces cómo va a confiar uno si nadie ha venido a decirnos: mira, va a pasar esto y esto?”. Su voz arrastraba una historia de abandono: nadie les había explicado nunca nada, ¿por qué confiar justo ahora?

Para cuando las playas se cerraron por decreto y los turistas desaparecieron, la desconfianza seguía tan viva como el virus. Las pérdidas fueron inmediatas: empleos detenidos, restaurantes cerrados, escuelas suspendidas. El golpe económico no tardó en sentirse. En una zona donde el turismo sostiene la vida cotidiana, el cierre significó un cambio abrupto y brutal.

Frente a la crisis sanitaria, una de las pocas instituciones que intentó hacer frente fue la Clínica Careyes, ubicada dentro de un complejo turístico de lujo. Ahí, la doctora a cargo recuerda con claridad la cronología de la tragedia: “En la primera tanda, sólo los extranjeros venían con covid. Eso fue en marzo. Eran casos sospechosos porque no había pruebas… se mandaban a hacer pcr a la Ciudad de México o incluso a Estados Unidos. Después, en la segunda ola, fueron casos del personal que trabajaba en las casas de turistas, y luego, obviamente, de personas de los pueblos. En la tercera ola murieron muchísimos. Afectó principalmente a la gente de las comunidades, más que a los extranjeros. Hicimos miles de pruebas.”

Las vacunas llegaron tarde, como suele ocurrir en los márgenes. Para el escaso personal médico de las comunidades, los meses fueron una mezcla de agotamiento, miedo y frustración. No bastaba con ofrecer información o advertencias, porque la desconfianza —esa herencia pesada— contaminaba todo

Más trabajo, menos recompensa

Mientras tanto, en las casas, las mujeres hacían malabares imposibles. Mariana, Nadia, Doña Paz y muchas otras tuvieron que improvisar salones de clase, volverse maestras sin haberlo pedido, multiplicar las tareas del hogar, sostener el ánimo familiar y, además, buscar maneras de seguir ganando dinero. Cocinar, limpiar, educar, cuidar, consolar, trabajar: todo a la vez y sin tregua.

Ya antes de la pandemia, las mujeres mexicanas dedicaban el triple de horas que los hombres a las tareas domésticas y de cuidado, según el Boletín del Instituto Nacional de las Mujeres (2020). La llegada del confinamiento sólo exacerbó esa desigualdad. Además, muchas de ellas se empleaban en sectores vulnerables: comercio, turismo, servicios. Cuando esos sectores se detuvieron, también lo hizo su ingreso.

Dana, por ejemplo, dejó sus estudios y las salidas de pesca con su padre para buscar trabajo en un oxxo. “Fue de los pocos lugares que no cerraron”, me dice, encogiéndose de hombros. La necesidad no da tiempo para lamentaciones. Como ella, decenas de personas se quedaron sin trabajo cuando cerraron los restaurantes, los hoteles, los mercados.

Alena, desde su experiencia en una cooperativa pesquera, resume así la cadena de desgracias: “Al comenzar fue lo más duro, yo creo que para todos. Somos comerciantes del negocio del turismo. Este es un pueblo que prácticamente vive del turismo, tanto de la pesca como del turismo. Sí, nos pegó bastante. Ha sido un año difícil para nosotros porque después de la pandemia nos pegó un huracán muy fuerte. Nos tumbó el restaurante, fue un tiempo, pues que a veces no veíamos ni la salida… pero trabajamos de alguna manera u otra y logramos salir adelante otra vez”.2

Bienestar: lo ordinario y lo compartido

El bienestar de estas mujeres, en muchos casos, estaba intrínsecamente ligado a sus prácticas cotidianas, esas que les otorgaban una sensación de felicidad y plenitud. Mientras en las ciudades las personas extrañaban la vida acelerada de las plazas comerciales, las oficinas o los parques, ellas añoraban la sencillez de sus paseos al río, los baños en la playa con la familia, o las caminatas por el monte. Extrañaban también su trabajo, que para muchas de ellas representaba mucho más que una fuente de ingresos: era una manifestación de su independencia económica, de la utilización de sus talentos y capacidades, y de una conexión profunda con su comunidad. No era el cansancio físico lo que les atraía, sino el disfrute mismo de desempeñar su labor, de sentirse útiles, capaces, activas. La pandemia no sólo las privó de sus ingresos, sino también de sus motivaciones cotidianas que las impulsaban a levantarse cada mañana.

La señora Elva, quien regenta una paletería, me confesó con un tono cálido la alegría que sentía al regresar a su trabajo: “A mí me gusta mucho estar aquí. En mi casa vivo sola, está lejos mi casa. Más que caballos y vacas, no hay nada. No pasan carros, nada. Yo disfruto venir para acá, además de que hago algo, estoy activa […] entonces no me enfado y además no falta quien venga y me acompañe, como esa señora que acaba de venir y se queda un rato, se desenfada ella de estar encerrada”. El trabajo no sólo les proveía de un ingreso, sino que les ofrecía un espacio vital para interactuar, para conectarse con otros seres humanos y con su entorno.

Las vecinas, entonces, se convirtieron en aliadas esenciales durante estos tiempos de incertidumbre. Se ayudaban mutuamente con las compras y el cuidado de los enfermos. Cuando el virus tocaba sus puertas, las prácticas ancestrales de la comunidad, como los remedios caseros, cobraban una nueva relevancia. En muchas ocasiones, el apoyo de la familia y una alimentación adecuada fueron fundamentales para quienes atravesaron cuadros graves de la enfermedad, aún cuando el apetito había desaparecido y el sentido del gusto se desvaneció.

Caminata por el río

Figura 2. Caminata por el río. Estudiante del Posgrado en Ciencias de la Sostenibilidad y mujer oriunda de Costa Sur de Jalisco.
Crédito: Adriana Fournier Uriegas.

Vacuna y fe: entre la información y la desconfianza

La llegada de la vacuna no fue sólo un alivio para muchos, sino también una fuente de confusión, miedo e incertidumbre. Se tejieron historias extrañas que volaban de boca en boca: algunos creían que la vacuna era un medio para insertar un chip en las personas, otros decían que el gobierno planeaba usarla como un experimento en el que todos los vacunados seríamos conejillos de indias, y había quienes pensaban que se nos convertiría en robots. Doña Cayo, que sí se vacunó, se lo tomaba con humor: “Pues si nos convertimos en robots, no pobres de nosotros, pobres de los que se habrán quedado humanos”.

Estas creencias, aunque aparentemente absurdas, invitan a reflexionar sobre el poder de la transmisión de información de boca en boca, sobre cómo el miedo colectivo puede nublar el juicio y la toma de decisiones. Las dudas sobre la vacuna no eran sólo sobre lo que se nos estaba ofreciendo, sino sobre la falta de confianza en las instituciones y en quienes difunden la información científica.

La fe en Dios jugó un papel crucial en la decisión de muchas mujeres sobre si vacunarse o no. Frases como “Será lo que Dios quiera”, “Me encomiendo a Dios”, “Diosito sabe mi hora” eran comunes entre ellas. Bety, quien decidió no vacunarse, explicó: “No me quise vacunar porque ya ve que hay unos que decían ‘no se vacunen’ y otros que sí, y yo le dije a mi marido —porque él sí se vacunó— yo no, yo se lo dejo a Dios. Si Él quiere que yo muera, de eso voy a morir y si no, no. Yo tengo mucha fe y Él es el que me va a ayudar.”

Por otro lado, doña Lety, quien trabaja en el sector salud, compartió su frustración con aquellos que aún se oponían a la vacuna, explicando: “Todavía hay mucha gente que no se vacuna y todavía hay gente, te lo juro, que piensa que le van a poner un chip. Como si un microchip fuera un recurso accesible y como si fuera importante. O sea, ya te están vigilando con tu chip que tú propio te conectaste [refiriéndose al celular]. O sea, si quieren vigilarte aquí te tienen, pa’ qué chingados te meten uno que cuesta una fortuna.” Su desazón me lleva a cuestionar lo que a veces llamamos “ignorancia”. Tal vez el rechazo a la vacuna no sea una cuestión meramente de falta de información, sino de desconfianza profunda.

Bullen (2022) argumenta que la oposición a las vacunas y a las medidas de precaución durante la pandemia no se debía a una ignorancia azarosa, sino a una incomprensión más profunda de las relaciones causales y procesos fisiológicos. Las creencias, aunque desconcertantes, tienen raíces más complejas en la historia de las comunidades y en la manera en que la información científica es difundida o, mejor dicho, es ignorada.

En las localidades donde residen estas mujeres, el gobierno y el turismo siempre han sido actores clave, pero no han mostrado un genuino interés por el bienestar de sus poblaciones. A pesar de la presencia de escuelas, centros de salud y complejos turísticos de lujo, la desconfianza hacia las instituciones y la información que ofrecieron durante la pandemia es palpable. Durante mis entrevistas, recordé una frase que había escuchado durante mis estudios de maestría, que resonó en mi mente con fuerza: “La mayoría de los que niegan la ciencia no tienen un déficit de información, sino un déficit de confianza. Y la confianza debe construirse con paciencia, respeto, empatía y conexiones interpersonales” (McIntyre, 2021, p. 165).

Resistencia: una vida de pie

Durante el tiempo que conviví con estas mujeres, una verdad más profunda fue revelándose. Al principio, percibí su aparente indiferencia hacia la pandemia, y la idea de que el covid-19 había tenido menos impacto en la costa que en las ciudades. Sin embargo, pronto comprendí que esa percepción era mucho más compleja de lo que imaginaba. En las comunidades de la costa sur de Jalisco, el bienestar no había sido amenazado por primera vez con la llegada de la pandemia. De hecho, la historia de estas mujeres y sus pueblos es una de constantes amenazas a su supervivencia. La pandemia fue sólo otro eslabón en una cadena de desafíos mucho más antiguos.

Es imposible en este espacio abordar en profundidad todas las formas en que se ha invadido su territorio, pero vale la pena mencionar algunos de los impactos más notorios: la usurpación de tierras y playas para construir complejos turísticos como Careyes y Cuixmala, los efectos destructivos de huracanes cada vez más frecuentes, y la implementación de miles de hectáreas declaradas como reservas naturales. Aunque este último proceso no es intrínsecamente negativo, su falta de consulta con los habitantes locales sobre sus necesidades y preocupaciones lo convierte en un problema. Así, este texto, centrado en las vivencias durante la pandemia, está impregnado de un contexto más amplio, donde las luchas sociales, políticas y ambientales de estas comunidades exigen ser examinadas a fondo.

La pandemia no fue más que otro fenómeno dentro de una serie de eventos desconcertantes para la región. Las mujeres, en particular, demostraron una resiliencia que no surgió de la noche a la mañana, sino de años de enfrentarse a desafíos. Sus vidas no han sido fáciles, pero están acostumbradas a sortear adversidades. Aunque la crisis económica provocada por la pandemia afectó sus ingresos, no era la primera vez que una amenaza externa las empujaba a adaptarse y encontrar nuevas formas de subsistir.

Alena lo explica con una sabiduría que sólo se gana con el tiempo: “La vida misma te va haciendo, vas aprendiendo muchas cosas, vas madurando, vas viendo la vida de otra manera, por situaciones que quizás le pasan a uno. Entonces siento que son esas cosas que te van sirviendo para no volver a cometer quizás algunos errores que cometías antes. Para mí, la misma vida, las circunstancias de la vida a veces te llevan, no toda la vida es perfecta, ni toda la vida, vamos a vivir color de rosas; hay subidas y bajones. Entonces siento que la misma vida es la que te enseña a enfrentarla y hasta que la sobrelleves de alguna otra manera, aunque a veces hay momentos en que sientas que no quieres saber nada de nada, son momentos, pero… cuenta mucho cómo los sepas afrontar. Ese es mi modo de pensar.”

Estas palabras reflejan una filosofía que he observado en cada conversación, en cada encuentro, y que me hizo entender que la capacidad para enfrentar las adversidades fue, durante la pandemia, uno de los pilares del bienestar local. Mi experiencia académica me permitió convivir diariamente durante dos meses con las mujeres de la costa sur de Jalisco, y a través de esa convivencia, pude conocer lo esencial que es para ellas su entorno. Esas comunidades no sólo sobreviven; resisten con creatividad, con alegría, con el valor de seguir adelante a pesar de las dificultades.

La resistencia, para ellas, no sólo se manifiesta en la lucha contra las crisis externas. También es una actitud constante de resistencia interna, una forma de encontrar el bienestar en medio del caos. Lo vi en sus miradas, en sus sonrisas, en la manera en que transformaban cada obstáculo en una oportunidad para seguir adelante.

Madre e hija

Figura 3. Madre e hija. Pescadoras de la comunidad de Chamela, Jal.
Crédito: Adriana Fournier Uriegas.

Agradecimientos

Esta publicación es producto de mi investigación de maestría titulada “Relación bienestar-ambiente desde las perspectivas y experiencias de mujeres de la costa sur de Jalisco”, realizada con el apoyo del Programa papiit-unam, proyecto IN300422: “Interacciones ciencia-sociedad en el manejo costero: análisis de representaciones sociales, redes de conocimiento y comunicación”.

Agradezco profundamente a mi tutora, Alicia Castillo, y al grupo de trabajo Socioecología y Comunicación para la Sustentabilidad del iies-unam. De manera especial, agradezco a las mujeres que me abrieron las puertas de sus casas y compartieron conmigo sus historias de vida.

Lecturas sugeridas

Referencias

  • Bullen, A. (2022). Un afortunado accidente: Un reencuentro con un hombre unidimensional. En E. Castro (Coord.), Lecturas de la fragilidad: Educación ambiental y pandemia (pp. 132–157). La Zonámbula.
  • Instituto Nacional de las Mujeres (INMujeres). (2020, 12 de diciembre). Las mujeres y el trabajo en el contexto de la pandemia en México. http://cedoc.inmujeres.gob.mx/documentos_download/BA6N12.pdf.
  • McIntyre, L. (2021). Talking to science deniers and sceptics is not hopeless. Nature, 596(7871), 165. https://doi.org/10.1038/d41586-021-02152-y.


Recepción: 2024/11/06. Aceptación: 2025/02/10. Publicación: 2025/05/05.

Facebook
Twitter
YouTube
Instagram

Revista Digital Universitaria Publicación bimestral Vol. 18, Núm. 6julio-agosto 2017 ISSN: 1607 - 6079